Me adentré en el bosque donde aquellas armoniosas aves silbaban melodiosamente a la par del sonido de las hojas de los árboles al tacto con la suave brisa de otoño. Deje de correr y comencé a caminar a un paso lento y pausado tocando la naturaleza de mi alrededor. No siento remordimiento ni temor por lo que acababa de hacer, pero siento otra cosa, algo inexplicable, algo inigualable, y ese algo fue concebido por la sangre demarrada de las niñas, esas niñas que acababa de matar.
A lo lejos puedo ver el humo salir del orfanato, Lykaios y los demás se van a decepcionar. Miré el collar que me había dado Fenrir recordando lo que él me había dicho: «Úsalo con prudencia», ¿será prudente usarlo? Después de todo no puedo quedarme en el bosque por siempre. Tome el collar y lo apreté con fuerza.
—Fenrir —susurré en la punta del colmillo.
Un fuerte viento sacude a toda la maleza del bosque y una espesa niebla nubla mi visión. Concentro mi percepción en mi audición ya que mi vista se había vuelto inútil. Escuchaba unos extraños susurros, provenían de mi lado derecho, no, de mi lado izquierdo, nuevamente no, atrás mío, no... Provenían de todas partes, sentía una presencia oscura con un aura macabra, fría y desconocida provocando un escalofrío que viajaba por toda mi espina dorsal.
—Diávolos parón, diávolos parón «El diablo presente, el diablo presente» —repetían una y otra vez los macabros susurros del bosque.
—Fenrir, Fenrir, Fenrir —nombré con temor tomando con aún más fuerza el collar.
—Aíma, fóvo, aíma, fóvo «Sangre, miedo, sangre, miedo» —susurraba entre escalofriantes risas.
—¡Fenrir! —grité provocando un fuerte eco en el bosque.
Los susurros pararon y la niebla se esfumaba entre las brisas pero esa presencia seguía acechándome. Me quedé paralizada con el collar entre mis dientes pero un gruñido captó mi atención; ese gruñido era proveniente de atrás mío, lentamente, con la respiración agitada y los ojos cristalizados giré mi cabeza hacia la dirección del gruñido. Me encontré cara a cara con un lobo negro, no era un simple lobo, era más grande que cualquiera de la manada de Lykaios, tenía un pelaje azabache más oscuro que la mismísima noche y llevaba unos ojos verdes, unos verdes luminosos del color de la esmeralda, él era la presencia desconocida. Tragué en seco y lo miré desafiante a sus maliciosos ojos.
Nos mirábamos con sed de sangre, nos mirábamos sin temor, nos mirábamos sabiendo que ninguno de los dos daría marcha atrás.
—Diávolos parón «El diablo presente» —dijo sacando sus dientes.
¿Vida o muerte? Sé que puedo aguantar un poco más...
—Diávolos parón «El diablo presente» —repitió relamiéndose los colmillos mientras se asomaba a mi a un paso lento.
Diávolos parón «El diablo presente» en griego ¿A qué se refiere?... Me preguntaba mientras caminaba hacia atrás evitando el contacto con el macabro lobo.
—Eísai nekrós Gaia «Estás muerta Gaia» —indicó derrumbándome contra el suelo.
—Gaia —susurré cerrando los ojos.
Sentí como mi sangre hervía y como un extraño cosquilleo recorría todo mi cuerpo. Abrí los ojos, el lobo seguía arriba mío a la espera de poder matarme de una buena vez por todas.
—Pyrkagiá «Fuego» —dije omitiendo un chasquido con los dedos mientras una flama se desprendía de mi mano.
—No puedes usar esos trucos conmigo niña —añadió con un tono arrogante y dando un suspiro apagó el fuego de mi mano.
Luego del incendio me volví casi inútil, no tengo la misma fuerza y me cuesta mantenerme despierta, siento que mi cuerpo se adormece provocando que mis párpados pesen y mi respiración sea tenue.
—Que lástima que no hayas podido siquiera finalizar tu misión —murmuró en mi oído preparando sus dientes para despedazar mi cuello.
—Fenrir —balbuceé cerrando con fuerza mis ojos.
Sentí como su gélida respiración se acercaba a mi cuello y sabiendo lo que me esperaba; solamente cerré mis ojos y apreté la mandíbula.
—Ton telikó sou «Tu final» —finalizó posando sus colmillos en mi cuello.
—¡Colette! —gritó Fenrir lanzándose hacia el lobo que estaba a punto de dar final a mi corta existencia.
Fenrir mordió el cuello del otro lobo lanzándolo aún más lejos de mi, el otro se levantó y lo miro detenidamente.
—¡Eísai nekrós Fenrir! «¡Estás muerto Fenrir!» —exclamó desapareciendo entre los numerosos árboles del bosque.