Garin y sus amigos

Capítulo 1

—Rayos. No encontré nada de comida en este basurero. ¿Y ustedes? —Un perro pastor alemán se encontraba hurgando en la basura en busca de algo que pudiera comer.

 

—Yo menos. Esto está cada vez más seco. —respondió un husky siberiano que revisaba el contenedor adyacente.

 

—Yo creo que tengo algo —comentó un perro salchicha que observaba el contenedor más lejano—. Sí. Miren, dos porciones de pizza fugazzeta. Pura asquerosidad.

 

—¿Asquerosidad? Oye, al menos es comestible. —contestó el pastor alemán.

 

—Sabes que odio la cebolla. A mí me encanta el chocolate.

 

—¡Encontré una cáscara de banana, selfie! —Un perro galgo tomó su teléfono celular para tomarse una autofoto.

 

—Vamos, Arturo. Deja el maldito celular aunque sea por un minuto. —exclamó Garin, el pastor alemán.

 

—Lo siento, pero estos teléfonos inteligentes son una adicción. —respondió el can que nunca se alejaba de aquel aparato tecnológico.

 

—¿Qué hay de ustedes dos? —preguntó Max, el husky siberiano, a otros dos que estaba totalmente desaparecidos, pues se habían metido completamente dentro de los contenedores.

 

—Sigo con mi mala suerte de siempre, soy una inútil. —Una perra collie llamada Teresa, asomó la cabeza, desparramando toda la basura con ella.

 

En total silencio, sin siquiera realizar algún tipo de gesto con la cara, un sexto perro entregó una bolsa al pastor alemán. Este era un pitbull llamado Sebastian. Siempre estaba muy callado y nunca hablaba ni expresaba nada, tan sólo realizaba un pequeño gruñido cada tanto.

 

—Amigos, miren. El mudo encontró comida suficiente como para comer esta noche y también mañana. —comentó Max.

 

—Eres mi ídolo, Sebastian. Déjame darte un abrazo. —El galgo se acercó para darle la mencionada muestra de afecto al pitbull, pero antes de que pudiera hacerlo, un musculoso puño del callado, golpeó su largo hocico.

 

—Gracias, Sebas, ahora fijémonos cuanto hay aquí para poder repartir las raciones. —El husky abrió la bolsa. Ahí habían dos pizzas fugazzetas enteras, una bandeja con menudencias de pollo, tres porciones de spaghettis con salsas en recipientes plásticos cubiertos, varios tacos con gran variedad de rellenos, una botella de leche, y algo que llamó mucho la atención de todos: un botón rojo pegado a una computadora portátil incendiada.

 

—Bueno, este último hallazgo es bien raro, pero la comida está vencida de hace unos muy pocos días, asi que no está mal. —dijo Garin, el perro pastor alemán.

 

—Sí, es una lástima que deban darnos todo antes de que empecemos a golpearlos. —dijo un perro ajeno al grupo, que tenía una voz muy ronca.

 

—Oh no, miren. Son los pandilleros del barrio: Kevin, Brian y Jonathan. —Asustada, la perra collie señaló a tres rottweilers con lentes de sol en sus ojos, y pañuelos negros cubriendo su cabeza.

 

—¿Con ganas de molestar otra vez? —preguntó Garin de manera burlona.

 

—Esta vez no estamos para sus jueguitos. Vamos a moler sus huesos para convertirlos en harina que se venderá a las cachorras exploradoras, para que ellas hagan sus croquetas para perros. —contestó uno de los canes malhechores.

 

—Son muchos 'para'. Habla mejor que no somos ningunos niños. Aunque, de ninguna manera, mis huesos van a ser estúpidas croquetas. Tengo la esperanza de que, cuando muera, mi esqueleto entero se transforme en un colmillo de mamut.

 

Sin decir ni una palabra, como siempre, Sebastian avanzó dejando a todos sus amigos detrás, y acercarse hasta los tres rottweilers. Cinco minutos después, él regresó dejando tras de sí, el paisaje del trío de perros pandilleros, desmayados a golpes.

 

—Bueno... —comentó Garin sorprendido—...supongo que ahora podremos comer tranquilos. —Los alimentos fueron repartidos entre los cinco antes de que fueran a dormir en ese mismo callejón.

 

***

 

Una nueva mañana inició. El quinteto de canes despertó muy descansado luego de dormir durante esas nueve horas. En cuanto abrieron los ojos todos se dieron cuenta de algo que había allí, pero fue Max, el husky, el primero en mencionar algo al respecto.

 

—¿Y esto? —preguntó mirando a aquella caja marrón.

 

—La verdad, no tengo ni idea, pero me mata la curiosidad. Vamos a abrirla. —exclamó Garin.



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En el texto hay: comedia, perros, slapstick

Editado: 06.08.2023

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