Garin y sus amigos

Capítulo 3

En una oficina cerrada y oscura, el perro pastor alemán herido, se encontraba sentado junto a una caja marrón muy bien cerrada. Su sonrisa malévola daría a entender a cualquiera que estaría a punto de concretarse su venganza, pero definitivamente, eso iba mucho más allá que algo tan simple.

 

—Muy pronto, animalitos, muy pronto. —mencionó, culminando sus palabras con una perversa risa cargada de odio.

 

—Jere, ¿tienes el dispositivo aquí? Quisiera probarlo antes de partir hacia Monterrey. —Un hombre vestido con un traje muy elegante, de cabello castaño canoso, aunque coloreado de un tono rubio platinado, ingresó a la oficina. Tendría, aproximadamente, unos setenta años.

 

—Si. Aquí lo tengo, jefe. ¿Lo preparo para usted? —respondió el can de manera sumisa.

 

—Por favor, tengo muy poco tiempo que perder. —Al oír eso, el perro que recibía el nombre de Jere, abrió la caja y, de su interior, sacó al extraño aparato. Realizó una serie de conexiones con varios tipos diferentes de cables, algunos rojos y delgados, y otros amarillos y con un grosor similar al diámetro de una moneda pequeña.

 

En cuestión de unos cinco minutos, ya estaba armado y listo para usarse. El hombre tomó de dentro de una jaula que había en un rincón de esa sala, a un extraño pájaro. Su plumaje era amarillo muy brillante, y emitía unas ascuas que emanaban mucho calor, aunque ninguno de los dos parecía resultarle molesto, tal vez por el frío que hacía en ese lugar.

 

Un misterioso rayo negro y rojo salió disparado desde la máquina, e impactó contra el ave de fuego, haciendo que cayera al suelo envuelto en una bola de luz blanca. Cuando eso se esfumó, dejó revelado el logro del artefacto. Esa extraño ave ya no existía, en su lugar, sólo había un pájaro carpintero común, nada fuera de lo normal.

 

—¡Lo logramos! —expresó el hombre—. La desintegrador de alteraciones finalmente funciona como se debe. No debemos tardarnos más tiempo. Tenemos que llevar el paquete urgentemente hasta Monterrey para que lo reciba Gómez.

 

—Así será, ¿yo viajaré con el aparto tal y como se me prometió o acaso tengo algún otro encargo para hacer? —preguntó Jere para saber su próximo objetivo.

 

—Tú viajarás allá también, necesitamos algún aliado que se mantenga siempre cerca del dispositivo. No queremos que caiga en manos del enemigo, mucho menos, en manos de esos seis perros de la otra vez.

 

—Me aseguraré de que nada de eso suceda, jefe. En cuanto a esos seis, son sólo unos idiotas, no deberíamos temerles.

 

—Nunca se sabe, ellos parecen listos, inteligentes, y con un plan sólido. Definitivamente, creo que son un enemigo a temer.

 

***

 

En un restaurante de tacos, Garin y compañía se tomaban un descanso para almorzar algo de comida mexicana. 

 

—...y entonces yo le dije: "dos más dos son cinco, es cuestión de matemáticas", pero él seguía corrigiéndome de que esa suma da como resultado, tres. Yo sigo insistiendo en que...—el pastor alemán se detuvo repentinamente—...se me olvidó lo que seguía. ¿Qué hay de ustedes?

 

—Yo creo que con esa suma, obtienes como resultado, cuatro. —comentó Patrick intentando aportar a lo que había dicho su amigo. 

 

—¡Bruto, vuelve a la escuela! —gritaron al unísono los otros. 

 

—Les recuerdo que somos perros, nunca fuimos a la escuela, aunque misteriosamente, obtuvimos la posibilidad, no solo de hablar, sino de poder leer y escribir también cuando recibimos estas mutaciones. 

 

—Será mejor que terminemos de comer rápido, aún tenemos que buscar ese aparato raro y saber cuál es su función. —dijo Arturo para que todos almorzaran más rápido y poder continuar con la búsqueda. 

 

—Cierto, casi lo olvido. —Garin terminó su taco de pollo de un solo bocado y los demás hicieron lo mismo. 

 

El grupo de amigos caninos caminó a través de las calles de la ciudad mexicana pensando en dónde podrían encontrar un artefacto como ese, pero un imprevisto los hizo detenerse de inmediato. 

 

—¿Pero qué...? ¿Aquí también los tenemos que soportar? —preguntó el pastor alemán, sorprendido por lo que tenían delante: Kevin, Brian y Jonathan, los pandilleros del barrio de ellos. 

 

—Ja, creían que podían escapar de nosotros, pero estaban muy equivocados. Estamos en México, con ustedes. —exclamó uno de ellos, estallando en una fuerte carcajada. 

 

—¿Cómo es que llegaron aquí unos perros como ustedes? Me sorprende mucho, lo digo enserio.



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En el texto hay: comedia, perros, slapstick

Editado: 06.08.2023

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