Frerick
Un nuevo mundo, podría ser lo que le espera a ella. La nave está flotando en el sur de la selva mexicana, frente a mí una gran ventana que me muestra montañas, aves de colores, mi traje militar me pica, pero es evidente que es el puto estrés, todos los trajes son de color negro, en un diseño cómodo para la pelea cuerpo a cuerpo, con un cinturón metálico que podría albergar cualquier arma, mi piel morena.
Mis ojos, se refleja la heterocronía, uno era más claro que el otro, pero sólo se nota de cerca, mi cabello rizado está despeinado.
Es precioso el planeta en el que me encuentro, a unos metros logré ver la ciudad de Palenque, un centro turístico por la información que me brinda la sección de contacto, algo que no conocía más que en historias de su gobierno o religión, de las primeras metas del humano en su camino a la modernidad. Guantes, tronaba mis dedos sobre estos. La nave tenía detalles de tecnología desconocidas para el ser humano, era iluminada, me encontraba en una zona de armería rodeado de armas del pasado, del presente y de mi civilización a lo que el hombre podría llamarle arma del futuro, pero yo era afortunado de nacer entre las estrellas, de conocer la equidad y el equilibro de la vida, un don que permanece oculto para los ignorantes.
Mis músculos desean acción soy considerado el más fuerte, pero no el más paciente. Solo necesito una señal en toda la tierra, una oportunidad de parar la guerra a la que se enfrentó mi madre hace muchos años antes que naciera. Detrás de mi hay una compuerta se está abriendo lentamente. Entró una mujer con traje militar que llevaba la cruz Otpieg dibujada como señal de títulos. Ella había estado antes en la tierra hace mucho tiempo, su rostro solo me llevaba diez años más.
—Sau alche-sa[Hola alteza]— saludó, sus largos cabellos rubios y rizados le caen seguramente por a la espalda, hablo en nuestro idioma, una mezcla extraña de todas las lenguas del mundo.
Ella era una Otpieg impura, una que no nace con piel bronceada es algo extraño en su clase, y raro es por eso por lo que comúnmente le dicen impuro, pero no es como un insulto si no para identificar su físico.
—Am.— salude girando todo mi cuerpo hacia ella, para lograr vernos frente a frente. — ¿ke miou tens[Qué me tienes]?
Coloqué mis manos atrás para escucharla, ella no se acerca y se detiene a dos metros de distancia. —Inteligencai rue-ciboi infarmies do sau ubicacoin[Tenemso informes de la ubicación]. — mencionó la joven. — Creo que debemos hablar la lengua de los humanos, para familiarizarse con ella.
—¿Con la lengua humana?
—Con ella, alteza. Con el objetivo de la misión.
—Claro. — yo sonrío. — Conduce a la ubicación por favor, llévanos a ella.
—Enseguida, alteza.
Am se retiró con lentitud dejándome solo, prefiero pensar en que arma sería correcta para usar. Observé las paredes de la habitación, solo había placas de diez centímetros, placas de metal sin alguna palabra, etiqueta o algo que se identificara, solo placas rectangulares.
Cerré mis ojos, analicé mi nivel de poder, y las armas a mi derecha, sentí que no eran para mí. Respiré e inhalé, tratando de elevar mi espíritu para localizar el arma correcta.
Las placas de metal platinado estaban quietas, pero al fondo observando a los costados hay una en particular que temblaba, mi espíritu lo llama y grita por este. La placa se movió hacia mi mano izquierda, la estiro para sujetar el artefacto, al fin tenía el arma correcta para buscar el objetivo de mi misión.
Una misión que cambiará el futuro del mismo universo como se conoce.
Otra placa tembló, otra arma se unió a mí, tomándola con mi mano derecha.
Era tiempo de salir de la nave, la última vez que inteligencia localizó el objetivo estaba a unos kilómetros.