El temor de entrar en aquel pueblo se hacia visible en las miradas de estos chicos, que a grandes fuerzas podían camuflar bajo sus miradas de encanto.
—Bienvenidos a Rag.
Todos giran para ver el pueblo, pero se encontraron con casas destrozadas, sangre salpicadas por doquier, cabañas cubiertas de cenizas, armas sin dueño, eran los vestigios de una cruel guerra que tuvo como cuartel este pueblo.
—Lamento la vista tan mediocre que están presenciado sus ojos, pero esta pobre gente fue víctima de esos terroristas de Freiheit.
Al prestar atención se dan cuenta que las personas que estaban limpiado y reconstruyendo aquel desastre eran ginas, en sus pies se lograba apreciar a simple vista que tenían grilletes, sus ropas estaban cubiertos de tierra y cenizas, sus cuerpos estaban lleno de golpes.
—Tuvimos que pedir mano de obra a otros pueblos, tuvimos que comprar más siervos para que sus vidas tenga más sentido, tenemos que restablecer este pueblo.
Ellos eran testigos de como a los ginas les pegan con látigos para llevarlos al límite, ven a un pobre hombre caerse al suelo, un gurnamental se acerca a toda velocidad para gritarle que se volviera a poner de pie, al sentirse ignorado lo golpea con el látigo mientras repetía su insistencia, otra vez el silencio es su respuesta, comienza a golpearlo una y otra vez mientras los demás eran testigos de aquel monto inhumano.
Maron se aferra al marco del carruaje para ahogar su instinto, debía calmar sus emociones ya que si no, pondría en riesgo todo el bienestar del grupo, Hastel apoya su mano en el hombro de su hermana para apaciguar esa ira que brotaba de su corazón.
Llegan a su destino.
Todos bajan y estiran sus cuerpos luego del largo viaje, un gina se acerca a toda velocidad y se agacha para que aquel hombre lo use como escalón.
—Bueno, es hora de ir a almorzar, yo los invito debido a las molestias ocasionadas.
Todos responden con una sonrisa.
Un gurnamental se acerca hasta este hombre, su respiración era agitada debido a la velocidad que tomó para llegar hasta él.
—Señor, Mustag solicita su precesia.
—¿Ahora?.
Suspira mientras se toma la cara para aliviar su malestar.
—Discúlpenme chicos, tengo que irme, los veré más tarde.
Se aleja del lugar junto a aquel gurnamental.
Maron se acerca hasta Hastel.
—Debemos salir ya de este lugar, no lo soporto.
—No podemos irnos, seria obvio, aguanten y traten de verse natural.
—¿Que hace un grupo de niños en esta zona?
La conversación que estaban teniendo se ve interrumpida.
Esa voz pertenecía a una joven que estaba dentro de una jaula de metal, su pelo azul brilloso le cubría un ojo, su mirada estaba apagada, su vestimenta estaba toda sucia, en su cuerpo se apreciaban los golpes que le proporcionaban.
En su mirada resplandece un brillo, sus ojos se cristalizaron en cuestión de segundos, su mirada estaba puesta en Máron, se le escapa una leve sonrisa.
—Ustedes, ustedes son igual que yo.
Trataba de ponerse de pie, pero debido a la poca energía que habitaba en su cuerpo le costaba horrores, gracias a su voluntad lo logra y se arrima hasta que su pecho toca el frío metal.
—¿Que quieres decir?.
Loren la observaba confudio mientras agregaba las letras a su oración.
Maron la miraba con tristeza, trataba de entenderla solo con observarla.
Aquella muchacha estiraba su mano como si quisiera tocarla, su respiración se agitaba.
Maron llega hasta la jaula, desde la lejanía le regala la mejor sonrisa, trataba de aliviar un poco su corazón.
—Hola.
Maron le dedicaba estas palabras mientras aquella muchacha posaba su mano sobre su mejilla.
—Si existen, existen más como yo.
Comienza a llorar al terminar su oración, trataba de sonreír y verla a los ojos para trasmitir todo lo que estaba pasando por su corazón, no sabremos con certeza de aquella aflicción que sufría esta joven, tal vez si lo sepamos, pero no tenemos la suficiente información para atar cada clavo suelto.
Maron la toma de la mano sin despegarla y poco a poco era contagia por aquella emoción que hacía mojar su mejilla.
—Mi nombre es Máron.
Se le escapa una sonrisa al oír su nombre, con la delicadeza que puso al pronunciar cada sílaba.
—Encantada, me llamo Malield.
Ambas sonríen para cerrar aquella brecha, no había nada que se interpusieron entre ambas, los barrites fríos de aquella cárcel de metal se había desvanecido gracias a su sentimientos.
Luego de unos segundo en esta situación ella se despega rápido de Máron.
—No tienen que estar aquí, deben irse cuanto antes, si llegan a saber lo que son los venderán.
Todos cruzan miradas debido a las palabras de preocupación de Malield.
Un gurnamental se acerca a la jaula y le pega c9n un palo en la espalda.
—Deja de molestar a los niños inmunda.
Ella se queja y se acomoda en el rincón, tratando de ahogar su llanto.
Máron aprieta su puño mientras quita su mirada de aquella escena.
—Máron, espera.
Hastel trata de alcanzarla mientras ella gana distancia a pasos ligeros, al llegar a su posición la toma del brazo para frenarla.
—¿Que estás haciendo?.
—¿Que crees? Voy a sacar a esa chica de ahí.
—No, no puedes, van a matarnos.
—¿No ves lo que está pasando? Todos esas personas son esclavas Hastel, no están haciendo este trabajo por gusto, les pegan, les gritan y lo tienen en estas estúpidos condiciones.
—Ya lo se, no soy idiota para darme cuenta de lo que está pasando.
—Entonces hagamos algo, liberemoslos.
—No podemos.
—Nadie merece que la traten así.
—No podemos hacer nada, van a matarnos, cálmate.
Máron gira y lo abraza con fuerza mientras comenzaba a llorar, apretaba con fuerza su espalda para calmar su odio.
—Se que es horrible lo que estamos viendo, pero no tenemos otra opción que fingir, salir de aquí y seguir nuestro camino, no podemos entrometernos porque vamos a terminar muertos