—¡Natalie, corre! —gritó la chica mirándome con sus grandes orbes claros.
—¡No! —le devolví el grito con los ojos llorosos.
No entendía nada, no sabía porque estábamos aquí, pero si sabía el peligro que corríamos.
—¡Natalie, vete con los chicos! ¡ya!
Observé a la adolescente correr hacía mí. Estaba por llegar, solo le faltaba un poco.
—¡Corre hermana, corre! —gritó el castaño a mi lado alentando a la chica.
Mi respiración se pausó al segundo que vi cómo sus ojos se abrían de la sorpresa y una lágrima descendía por su ojo derecho. Un círculo rojizo se formó en su pecho y ella cayó de rodillas al suelo.
—¡Liesel, no! —gritó el chico de cabello blanco a mi lado.
—Huyan ahora que pueden —ella tosió sangre—, y nunca confíen en nadie. Jamás.
•
Sentí como era sacudida por los hombros ligeramente, pero no quería despertar, si abría los ojos lloraría, y no quería hacerlo. Les prometí no volver a llorar iba a cumplirlo.
—Cinco minutitos más mami —susurré fingiendo estar dormida. Entonces recordé: ya no estaba en casa.
Me levanté de golpe y miré a mi alrededor; ya no estaba en el avión, Jet, o como sea. Sino en una habitación. Las paredes eran blancas por completo. Había tres camas —sin contar la mía, obvio— todas perfectamente dobladas lo que me decía que nadie dormía en ellas, o al menos, no aún.
—¿Todo bien pequeña?
Salté de la cama y tropecé al caer, me dolió un poco, pero retrocedí lo más que pude. La mujer me miraba como si fuese un bicho raro.
—Lamento si te asuste, soy Rebecca la asistente del doctor Todd —se presentó, frunciendo las cejas rubias.
—¿Y el doctor Peter? —pregunté nerviosa.
—Me envió para prepararte así él puede mostrarte el lugar, te traje ropa y en un rato vendrá la comida. No te haré nada, lo prometo —dijo levantando ambas manos a los lados.
Me levanté y me acerqué a ella, asintiendo.
—Si Peter te envío significa que eres buena, como él.
Ella hizo una mueca, pero luego me sonrió y señaló la ropa en la cama.
—Es el uniforme de los niños que están aquí, allá está el baño. Cualquier cosa presiona este botón junto a tu cama y alguien vendrá a ver que necesitas —me explicó antes de salir por la puerta.
Arrugué la nariz, ella se comportó algo extraño cuando mencioné a Peter, ¿no se llevan bien? Quizás son como mi perrito y el gato de la vecina, pobre Peter. Ojalá Rebecca no le arañe la cara como el señor Pelusa a mi Kunni. Lo extrañaba, pero seguramente pronto lo vería.
Tomé el traje y fui directo al baño, casi nunca me bañaba sola. Le tenía miedo a la tina, no sabías que monstruos podían esconderse debajo de la espuma así que mamá solía ayudarme a bañarme, siempre me reprochaba el hecho de que no podía hacerlo sola, pero al final siempre me ayudaba.
Cuando abrí la cortina lo primero que noté fue que solo había una tableta electrónica para la ducha muy parecida a la de las películas, no había tina ¡gracias a los unicornios de colores! Lo otro que capté rápido fue que en el suelo había un pato de plástico y una sirena de muñeca junto a una nota.
[Para el sujeto 15.
Dr. Frankz Heinsword]
Fruncí las cejas algo extrañada, ¿qué es un "sujeto"? Le resté importancia y recogí los objetos del piso, los coloqué en el lavamanos y me quité la ropa. Entré a la ducha y cerré la cortina detrás de mí. Presioné el botón verde para dejar que el agua tibia me recorriera el cuerpo, luego presione el botón rojo que detenía el agua y me enjabone de pies a cabeza evitando que cayera sobre mis ojos o entrará a mi boca. Cuando me enjuague por completo salí y envolví mi cuerpo en una linda toalla violeta que estaba sobre el retrete.
Me sequé por completo y comencé a vestirme: Primero me coloqué la ropa interior y amarré mi cabello —o hice el intento— en una cola de caballo, después metí las piernas en el traje de cuerpo completo negro con franjas violetas de los lados y por último metí ambas manos en las mangas largas y el traje automáticamente subió la cremallera de atrás.
Me puse los botines que estaban junto a mi cama, pero en el momento que tenía que amarrar los cordones me mordí el labio.
—El conejo va detrás del cazador, ¿o era el cazador detrás del conejo? —murmuré al aire.
Resoplé, aún era complicado para mí atarme los cordones. En ese momento necesitaba ayuda para amarrármelos, entonces recordé para que servía aquel botón rojo que brillaba, presioné el botón junto a la cama y me senté a esperar que alguien viniera. No pasó mucho cuando la puerta se abrió y el doctor Peter entró por ella.
—¿Te encuentras bien Liesel? —preguntó, algo nervioso mirándome de pies a cabeza.
Bajé la cabeza y jugué con mis dedos, tomé una bocanada de aire y lo dije tan rápido que siquiera yo me entendí:
—Séqueesparaemergenciasperonoseatarmeloscordonezyosola.
Él se acercó a mí y frunció el entrecejo.
—No entendí absolutamente nada Liesel, repítelo lentamente.
—Mamá solía explicarme como amarrarme los cordones, que el cazador debía ir tras el conejo ¿O era el conejo tras el cazador? ¡Ash! ¿Me ayudas, por favor?
Peter rodó los ojos y se agachó frente a mí atando ambos zapatos en un dos por tres.
—Ya está listo —dijo satisfecho.
Cuando estoy por agradecerle una mujer entra con una gran bandeja y mi estómago ruge.
—Se ve que tienes hambre —bromeó.
La mujer se apresuró en dejar la bandeja y se retiró.
Ambos son sentamos sobre mi cama y yo agarré un Sándwich que estaba relleno con mermelada.
—¿Estás lista para el recorrido por las instalaciones del área nueve? —preguntó agarrando una galleta de fresa.
—Mo lo je, ¿ez divertidu? —dije de manera inentendible con la boca llena.
—¡Traga primero Liesel! —carcajeó con la boca llena de galletas.
—¡No es justo si usted no lo hace! —exclamé divertida cuando ya tragué.
—Haz lo que digo, más no lo que hago —musitó guiñándome el ojo.