Cuatro años después.
Josué tenía diecinueve años, era la hora de comenzar, de cumplir su propósito. Envío un mensaje al padre Fernando para que venga al rancho. En menos de quince minutos llego, Josué no se encontraba en casa y sólo podía estar en dos lugares. En la colina entrenando o en la tumba de su familia.
Fue allí donde lo encontró de pie en la tumba se acercó y le pregunto - ¿Para qué me has llamado?
Josué contesto fría y suavemente – ya es hora padre… hora de cumplir mi palabra.
Angustiado le contesto – en serio lo vas hacer.
– Para esto me he entrenado… he sobrevivido… para vengar sus muertes. Desde mañana inicio.
El padre abogó, pidiendo que no lo haga. Sabía de lo que era capaz Josué, ahora era más fuerte controlaba toda emoción, hasta su frialdad, su sensación de muerte. Lo ocultaba, y al liberarlo era más intensa que nunca. Incluso cuando falleció don Jacinto el padre trató de hacerlo recapacitar, pero fue inútil. Josué había asistido, pero nadie lo vio.
– Padre podría verme a doce kilómetros arriba del pueblo mañana a las diez.
– Y… el rancho… tus animales.
– A mis dos cabezas de ganado… una vaca y un toro… los dejaré sueltos… podrán desplazarse a su libertad… a mis aves en la cocina de leña dejó diez quintales de maíz.
– ¿Y tú, hijo?
– Tengo un dinero para mi viaje… ahorros de todos estos años… además hace tres años descubrí, que mis padres tenían un dinero guardo… debió haber sido de mi mamá estaba con una carta, de su abuela, que sería mi bisabuela. Lo conté hay trecientos noventa y seis mil dólares… tomaré una parte y una parte de mis ahorros. Espero verlo mañana padre – retirándose de la tumba, el cielo comenzó a nublarse. Ese mismo día liberó a sus reses, acomodo los sacos de maíz para las aves, tomo diez mil de sus ahorros y otros diez del dinero de su mamá.
En la noche en sus sueños, las sombras de su mamá, papá, hermano, abuela y abuelo se le presentaron y cada uno le decía – es hora de cumplir tu palabra, cumple el propósito que te dimos… ya no hay vuelta atrás. Se mantuvo en silencio, escuchando sus voces sin responder, toda la noche los escuchaba.
Al amanecer sólo alimentó a sus aves, entro en su cuarto saco una mochila negra. En ella puso dos paradas de ropa negra, con el dinero en una funda plástica. Se cambió con un jean, camiseta y chaqueta con capucha todo negro, al igual su calzado acorde a la situación requerida. Salió de casa asegurando todo, subió a la colina, observando una vez más su hogar poniéndose en dirección al encuentro. Estuvo antes de tiempo, arrimado a un árbol junto, la carretera minutos después la camioneta del padre apareció. Bajando del auto habló.
Estoy aquí… ¿Qué quieres? – su tono de voz era irónico, y molesto por la decisión de Josué
Su bendición padre – arrodillándose rogó por la bendición de un siervo de Dios.
– No tienes, que hacer esto.
– Es mi propósito… usted sabe que, para esto, he vivido… por favor Padre démela.
El padre se acercó dándole la bendición, Josué levantándose dio las gracias y se volteó.
No hay nada, que pueda hacer – intercedió una vez más.
– Se en lo que me meto… pero… antes de encontrar al asesino y matarlo… ayudaré a personas de abusadores… o cualquier delincuente que abuse de los demás. Se… que matare a un hombre… tal vez… Dios me condene por eso… y quiero que tome en cuenta estas acciones… y me permita ver una vez más a mis padres y mi hermano, antes que me condene.
– Seguiré rezando… para que entres en razón y actúes por la verdadera justicia…
– Padre, mi venganza… es mi justicia y es verdadera – con estas palabras se marchó, el padre Fernando igual, regresando al pueblo.
Josué aún tenía treinta kilómetros antes de llegar a la ciudad de Los Cedros caminando todo, el camino no había prisa por llegar y el momento más oportuno para delincuentes es la noche. A las tres y veinte arribó al pueblo Virgen Del Carmen un poco más grande que el suyo, no encontraría nada allí, sin embargo, lo recorrió recobrando energías. Tardó tres horas en cubrir todo el pueblo, pero esta vez la gente al cruzar con él no se alejaba, aprendió a ocultar el ambiente de fría muerte y liberarlo en momentos oportunos. Mostrándose como alguien normal, pero no lo era.
Llego a la ciudad de Los Cedros cerca las ocho de la noche, comenzó a explorar la parte norte buscando información o alguien a quien ayudar, sin embargo, no encontró. La media noche se aproximaba. Debía buscar donde dormir, caminaba por la calle buscando un hotel o algún sitio seguro. Al avanzar cuatro sujetos aparecieron de un callejón oscuro está era la oportunidad de Josué, de comprobar sus habilidades en la vida real, saco su celular y ver si reacción. Fue lo que pensó comenzaron a seguirlo, aunque no volteara a mirar sabía que lo seguían. Los sujetos se posicionaron uno corrió y lo bloqueó al frente y cada uno de los restantes a la derecha, izquierda y atrás.
El de enfrente dijo – buenas noches… parece que llevas algo pesado.
El de la izquierda habló – nosotros podemos cargarlo
Apártense de mi camino – respondió Josué calmadamente