—¡No me lo puedo creer! Por fin iremos a la montaña del sur, veremos donde nací, estoy impaciente por llegar—Yuko entraba emocionada al tren de la ciudad Crisocola.
—¿Por qué vamos en tren? Podemos ir en coche como siempre—Preguntó Melody.
—Porque el coche esta en el taller y no podemos ir a pie serian muchas horas caminando—Dijo Amunet.
El tren tenía 20 vagones donde incluyan varios para los asientos, dos de comedor, uno para la cocina y otro para un comedor con sofás y con una pequeña barra de bar.
—Es un tren de lujo, ¿como lo hemos podido pagar?—Preguntó Edith.
—Con el sobre que nos enviaron, había mucho dinero ahí—Dijo Lyra.
—Este es uno de los más rápidos de la isla, seguro que estamos ahí en menos de dos horas ¿queréis comer?—Las niñas estaban hambrientas así que se fueron al comedor. Les tomaron nota y esperaron pacientes la comida.
El comedor era dos vagones juntos conectados por una puerta corrediza. Los manteles de las mesas eran blancos, la alfombra roja llenaba todo el vagón. El tren empezaba a ponerse en marcha y se podía apreciar, los arboles descubiertos que llegaban a las ventanas del tren.
—A ver si nieva y podemos hacer una guerra de bolas de nieve.
—Eso sería maravilloso, otro juego para ganaros.
—No te creas tan lista, hay algunos juegos que no has podido ganar todavía—Dijo Lyra.
De repente un bebé tiró su muñeca inconscientemente y una de ellas se percató.
—Se le ha caído al suelo—Dijo Yuko.
—Ya lo recogerán sus padres—Dijo Lyra.
—Pero no le están haciendo caso.
—Están comiendo, el muñeco no se irá a ningún lado—Dijo Melody.
—Debería ir a recogérselo—Dijo levantándose, mientras se iba hacia la mesa el camarero ya venía con las comidas. —Hola—Lo cogió del suelo, era un conejito blanco de felpa, con un lazo rojo.
—Oh gracias, no sabíamos que se le había caído, muchas gracias.
—No hay de que—Dijo despidiéndose.
La madre era pelirroja con el cabello corto y rizado, llevaba gafas circulares y pendientes a juego de color carmesí. El padre llevaba sombrero, era medio calvo y con bigote ancho, llevaba un traje marrón claro casi avellana. Mientras que el bebé era un niño de cabello castaño claro, ojos claros y piel clara, llevaba una camiseta roja con un peto blanco y zapatos a juego. Los tres tenían los ojos marrones rojizos.
Empezaron a comer y tranquilamente pasaron un cuarto de hora…
—Señores pasajeros, nos han comunicado que hay un ladrón entre nosotros—Dijo el maquinista por el altavoz. —Vamos a tener que revisar uno por uno las pertenencias de cada uno.
—¿En serio? ¿Quién es el tonto que ha robado en un tren en marcha?
—¡Oye tengo una idea! ¿Por qué no ayudamos nosotras a atrapar al ladrón?
—Déjame adivinar, ¿como aquella vez que descubrimos las estatuas de cristal? ¿O aquella vez que decidimos revelar quién era la dama de la noche? ¿O aquella vez que quisimos encontrar el reloj de oro de los gemelos? O aquella vez que…
—Ya, ya, ya te he entendido, pero si, una más a la lista ¿Qué me decís?
—¿Tu qué dices mamá?—Preguntó Ilonka.
—Como vosotras queráis, pero os advierto, no os metáis en problemas, no estamos en Ópalo, en la ciudad todos son más… sofisticados.
—Ya lo he notado. Está bien Edith, tú ganas, ahora solo falta que nos dejen ayudar—Dijo Melody. Yuko le dio el trofeo a la señora Amunet para que se lo guardase.
—Niñas…—Dijo el maestro Dragón, era un holograma que salía del trofeo de cristal.
—Que me vas a contar…
Las cinco decidieron salir de ese vagón no sin antes observarlo todo, pasaron por un pasillo antes de entrar al vagón del comedor. En ese pasillo estaba lleno de cuadros de conejos.
—Nada sospecho por aquí—Dijo Melody.
—¿No os parece extraño que hayan muchos cuadros de conejos?—Preguntó Lyra.
—Extraño no, peculiar sí—Respondió Edith.
—Es lo mismo.
—No, no es lo mismo, Peculiar es algo propio de una persona o animal, algo característico, mientras que extraño es distinto a lo habitual, algo raro o exótico.
—No sé si lo veis, es muy pequeño pero yo veo números escritos debajo—Dijo Yuko.
—Sí, los veo, pero son muy pequeños, la gente no se fija en eso.
—Quizá son para marcar algo—Dijo Ilonka.
—12-1 y 21-19-1-9-3-9-15-14—Leyó Yuko.
—Aquí hay más. 5-20 y 9-14-13-9-14-5-14-21-5—Leyó Melody.
—Solo han estado en dos cuadros, porque los demás no tienen ¿no?—Negaron. —Alomejor esto es una pista.
—¿Una pista de qué? ¿Crees que los ladrones han puesto estos números para identificarlos?—Preguntó Lyra.
—Quien sabe, alomejor son tontos y quieren que les pillemos—Dijo Ilonka.
—Tú sí que eres tonta—Susurró.
—¡Te he oído! Por si no te acuerdas puedo leer la mente.
—Lo sé Ilonka, llevas desde verano echándome la culpa, ¿crees que no me sentí mal aquel día que perdiste el oído? Pues sí, me sentí bastante mal.
—Pues no lo parecía.
—¿Que os pasa a vosotras dos?—Preguntó Melody poniéndose en medio.
—¿Habéis escuchado eso?—Preguntó Edith. —Creo que alguien nos está observando.
—Yo no escucho a nadie.
—Quizá tenga algo que lo proteja como pasó con Zyne—Dijo Yuko.
—Quizá son los ladrones—Dijo Edith emocionada. —Vamos a ver quién es o que es—Dijo acercándose a las cortinas rojas que separaban los vagones.
—Yo no estoy muy segura de acercarnos a las cortinas—Dijo Yuko. Edith las apartó de repente, no había nadie, solo un pequeño conejo negro con los ojos azules como zafiros.
—Solo es un conejo, ¿cómo es que hay un conejo suelto?—Preguntó acercándose a él. El conejo saltó y se fue en la dirección que iban. —Vamos a seguirlo.
—¿No os parece familiar esto de perseguir a un conejo?—Preguntó Yuko. No le hicieron caso y todas se fueron de vagón en vagón en busca del conejo. En un momento Ilonka quiso ir al baño, ya no aguantaba más y se separó del grupo.
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Editado: 14.08.2021