Miro el reloj en la pared, las luces ya están completamente apagadas por todo el complejo, no hay nadie más que yo y los guardias que custodian el lugar, mis secretarias se han ido también y sólo estoy yo, el trabajo y mi máquina de espresso. Me estiro un poco y luego vuelvo a sentarme en mi silla para seguir trabajando.
Mi celular suena y frunzo el ceño confundida al ver quien me llama, generalmente ni siquiera nos chateamos, es sólo él quien viene a invadir mi espacio, le doy a contestar.
—¿Hola?
—Hola ¿Cómo estás?
—Bien —contesto con desconfianza, pauso el video explicativo que me han enviado desde la fábrica.
—Diré que te creo ¿Estás ocupada?
—¿Sabes? —suspiro recostándome en la silla, tambien escucho su risita—. En realidad sí, estoy trabajando.
—En tu casa me imagino, ya es muy tarde para estar en la oficina.
—Pues —llaman a mi puerta y me pongo el altavoz—. Espera.
Me levanto y voy a abrir la puerta, pero lo que veo es mucho más sorprendente que una llamada. Su sonrisa me confunde y la manera cómo ha llegado es mucho más sorprendente.
—Aún es 10, feliz cumpleaños —me tiende el ramo de rosas con M&M ´s.
—¿Cómo? ¿Cómo es que estás aquí? —lo miro más que lo que trae entre las manos.
—Gracias a un avión y un auto, además no estaba tan lejos —blanqueo los ojos y sonrío divertida.
—¿Cómo es que sabes mi fecha de cumpleaños? La que está en internet es falsa, las cuatro que hay ahí.
—Pues, estuve en tu casa y vi unas fotos en el living, tu primera foto es la de tu día de nacimiento y también se la hora —me arrepiento de haberlo llevado, la verdad es que ahí hay unas fotos bastante comprometedoras que no saqué sólo para mantener el ambiente familiar.
—Interesante —Recibo el ramo y vuelvo a la oficina con él siguiendo mis pasos.
—¿Por qué vas con tacones si estás sola?
—Porque el outfit se mantiene hasta que me lo quite o me lo quiten —su risa me hace sonreír.
—¿Qué haces aquí hasta tan tarde? —me giro a verlo, recorre todos las imágenes que hay en la pared consiguiente a la puerta.
—Trabajo —deja salir aire pesadamente y me ve alzando una ceja.
—¿Por qué?
—Porque quiero trabajar —me siento en mi silla y evaluo su comportamiento ¿Qué hace acá? o ¿Qué es lo que quiere?
—Nadie en su sano juicio quiere trabajar por gusto.
—Pues yo sí, y ya sabes que no tengo juicio alguno.
—Eso es cierto, si estás loca —no sé si sentirme ofendida o alagada pues su entonación deja mucho que desear.
—¿Cómo sabías que estaba acá? —cuestiono interesada en saber su facilidad para localizarme, se supone que no estoy disponible para nadie excepto mis secretarias que tienen un contrato bastante estricto respecto a mi persona.
—Le pregunté a tu secretaria.
—¿A cúal? —una quiere ser despedida, no pueden revelar mi ubicación a nadie, mucho menos cuando estoy sola.
—A Mirtha —lo miro y está sonriendo, sabe y tiene muy claro que no las conozco por nombre, se resguardaron muy bien las espaldas.
—Ya —musito a la vez que regreso mi atención al ordenador para seguir trabajando, además de los archivadores a mi lado.
—¿Qué tal todo?
—¿Respecto a qué? —mascullo revisando otro discurso más, hay tres opciones y hasta el momento el primero no me ayuda en nada.
—Respecto a tu vida.
—¿Cómo va la tuya? —niego y busco algo para que el que hable sea él, su voz es mi marea en el océano llamado cerebro.
—Nada, simplemente un poco desanimado por el tercer puesto del podio, pero nada nuevo salvo el mal sabor de la derrota.
—No vi la carrera —confieso en un suspiro que no puedo contener, lo miro de reojo y lo veo sonreír a la vez que ve una foto de mi padre.
—Pues, estuvo interesante —asiento con la cabeza aunque no sé si me está viendo, hago una anotación en el discurso y paso al otro—. Ganó Leclerc, y segundo Max.
—Ya.
—¿Te sientes bien? —suspiro y entrecierro los ojos en su dirección, se que es lindo, pero hay algo que me hace desconfiar ¿Qué quiere de mí? Pues yo no sé qué quiero conmigo ahora mismo.
—¿Qué haces acá?
—No lo sé —confiesa y se sienta en una de las sillas frente a mi—. ¿Sabes? Es increible que podemos estar sin hablar por días y resulta que estás en mi mente incluso creando conversaciones inexistentes donde cada vez me interesas muchísimo más. ¿Cómo lo haces?
—¿Cómo hago qué?
—Ser inolvidable —contengo el aliento, y miro mis manos temblar sobre el teclado.
—No lo sé, creí que era inolvidable.
—No para mi. ¿No te pasa igual? —¿Tengo que confesar que es mi distracción mientras conduzco a casa? ¿Tengo que decirle que cuando pienso en él descanso de todo lo que pesa? ¿Tengo que decirle que ahora mismo me está desconcentrando con solo oír su voz? No sé si es bueno o malo todo esto, pero no sé si quiero que termine—. Vale, ya entendí. Me voy.
—¿Por qué?
—Porque estoy interrumpiendo tu trabajo —se levanta de la silla y de verdad se va, no quiero que lo haga estoy segura de eso, pero tampoco sé qué podría hacer si se queda.
—En realidad, pensaba en que podíamos pedir —cierro todas las ventanas abiertas en el ordenador y le doy a apagar, levanto la mirada y sonrío viendo que ha soltado el pomo de la puerta—. ¿Tal vez pizza?
—Por mi está bien.
—Y tengo vino —al fin sonríe y asiente volviendo hacia mi.
—Eso me agrada.
—Además, no me puedo acabar todos estos sin ayuda —levanto los M&M y ahora sí ríe abiertamente, me encanta.
Tomo mi celular y reviso la hora, mi pizzeria favorita sigue abierta, pido la misma orden de siempre mientras busco copas y algún vino que vaya bien con la que será la cena. Tomo el archivador que ha dado vueltas en mis manos sin ser realmente leído. Me siento en el suelo, para ser más específica, en la alfombra peluda que mi tía ha comprado, por desgracia es blanca y si la ensucio obligada a comprar otra igual.