Gp Amore

Capítulo 30

Me miro al espejo, no he tenido tiempo sola para nada, ni siquiera para descansar. El contorno de mis ojos luce terrible y demasiada gente ha llegado a “Acompañarme” mientras el velatorio de mamá se lleva a cabo. Mi familia llegó ayer y sienten todo como si fuera irreal, de mucha ayuda no han sido. 

—Marion, no puedes tardar demasiado —pide mi asistente 1, quien ha venido tan pronto la llamé.

Sonrío tomando los lentes de sol de Harry Winston. 

—¿De blanco? 

—Así me podrá ver entre todos los que vienen a verla, realmente quiero que me vea —digo moviendo mi cabello tras mis hombros.

Acomodo mi blazer y oculto el bordecito del top de encaje bajo la cinturilla del pantalón de tiro alto con el que voy vestida, me percato de que los tacones tengan los centímetros necesarios de tacón para que el pantalón no arrastre y se ensucie. Me he pintado los labios de mi color solamente y un poco de gloss, algo natural, y voy con lentes de sol porque el maquillaje no ha sido suficiente para cubrir lo mal que lucen mis ojos, por lo demás, me he planchado el cabello porque así se me hace más cómodo llevarlo justo ahora. Termino de darle su lugar a accesorios, todos de la colección Forget-me-not de Harry Winston, la traducción le da sentido, esta vez me he preocupado hasta el último detalle, es por ello que los zafiros le dan el toque de color a todo ya que mis ojos no hacen un buen trabajo.

—Vamos —suspiro y mi asistente me sigue, Ricc y Carlo esperaban por nosotras en la puerta. 

En el estacionamiento me monto junto con mi asistente 5 que esperaba y se esmeraba en capturar momentos para hacer su trabajo con los medios, Ricc es quien conduce y Carlo va a su lado. No tardamos nada en llegar a la Catedral de San Nicolás, hay gente por todos lados, medios e incluso han venido personas que ni dan por mi pero que aprovechan esto como pantallas. Ricc aparca y mi asistente 1, que me ha hecho compañía por su alto nivel de control de mis emociones, abre la puerta y baja antes de que Carlo haga lo mismo y me ayude a salir del vehículo.

—Señorita Di Vaio.

—No hay declaraciones de momento, por favor, respetar —exigen mis asistentes y los otros dos guardaespaldas—. Espacio, por favor.

Llego a la entrada de la catedral y por supuesto antes de entrar me inclino persignándome, ante todo la religión con la que he crecido, miro el ataúd en el medio al frente antes del escenario, con cuatro lámparas y rodeada de algunos arreglos florales que han traído. La familia de mi madre me ve llegar y por supuesto, me desaprueban tanto como siempre han hecho. Quisiera sonreír con suficiencia, mostrar que esto no es más que un simple papeleo, pero de verdad hay algo roto en mi interior que no me deja gozar de la superioridad que tengo controlando esto.

—Marion —frente a mí se planta Robert Hamilton, quien en poco de conocerme siempre me ha respetado y me ha considerado como una par—. Mi más sentido pésame para ti.

—Muchas gracias, Robert, de verdad gracias por venir.

Digo tomando su mano para luego aceptar el abrazo que me ofrece, acaricia mi espalda y me cuesta muchísimo no llorar, pero me mantengo tan serena como quiero. Llego al frente y mis primos se acercan desde la derecha, ellos van de negro como la mayoría, creo que si los veo ambos van a estar locos sin saber que pretendo.

—Espero esta sea la última vez que hacemos esto, Miryam —declaro inclinando la cabeza a sus pies.

—¿Qué haces de blanco? —cuestiona Mariano ahora divertido tocando mi hombro.

—Es el funeral de mi madre, una vez fui de negro y ya le guardé luto, ahora no es más que una simple despedida.

—Ahora dilo sin la necesidad de que Drake venga a contenerte —lo golpeo y este ríe cuidadosamente—. ¿A qué hora empieza la misa? Necesito ver el GP de hoy, es la mejor pista para ver acción, porque, cómo es fácil todos corren a la par.

—Ya falta poco.

—¿Tienes tu discurso?

—Perfectamente planificado —admito viendo a mis asistentes, quienes han hecho muy bien su trabajo, porque si fuese por mi la enterraría sin tanta parafernalia, pues hasta tuve que autorizar a abrir la tumba antes de tiempo para sacar una urna vacía.

Me siento entre mis abuelas, quienes toman mi mano y permanecen en silencio, creo que ellas ya ni consideraban a Miryam y están aquí sólo por mí, quienes sí lloran son mis otros abuelos y la mayoría de la familia natural de la fallecida. Cuando llegan a instalarse en el escenario todos quienes impartirán la misa respiro profundo y me preparo mentalmente.

Todo pasa en cámara lenta, se me hace eterno y cada vez más creo que toda palabra sobra, ella no es una blanca paloma, ni siquiera debería hacer esto, no se merece que nadie esté aquí, hacer este show en su nombre me hace mal, aunque me acerque a muchas cosas más también.

—Invitamos a Marion Di Vaio, la hija de quien fue nuestra hermana Miryam.

Me levanto y acomodo mi saco, sonrío viendo su imagen en la cabecera del ataúd, me vuelvo a persignar ante la virgen y la cruz y subo las escaleras hasta el podium y acomodo el micrófono buscando la carpeta con las hojas de discurso. Cada rostro para mí es desconocido, pero me agrada tener tanto espectador.

—Buenos días a todos los presentes, no quisiera tomar demasiado de su tiempo, pero creo que mamá merece ser despedida como corresponde —carraspeo y fijo la vista en los papeles para leer y concentrarme en tomar mi rol—. Mucho tiempo de mi vida ella no estuvo a mi lado, tal vez fue el miedo el que nos llevó a estar lejos la una de la otra, pero siempre la sentí tan cerca de mi corazón que intuía que ella estaba aquí. Ahora te has vuelto a ir de mi vida, pero que sepas que te recordaré cada minuto, llevaré conmigo hasta el último recuerdo, porque a través de tus actos me formaste, forjaste y guiaste mi vida, por ello te agradezco cada segundo que pisaste tierra. Espero puedas descansar al lado de mi padre, espero que se amen tanto como aquí, espero me recuerden para el momento de mi partida poder ser aquellos tres que caminaban por la arena observando el atardecer. Por el momento, los mantendré vivos en mis recuerdos, pero sobre todo, en mi corazón —hago una pausa y finjo una lagrima ¿Por qué no puedo llorar cuando lo necesito? Maldición, que ni una lagrima cae a pesar de formar el nudo en mi garganta para romper mi voz—. Te amo mucho, mamá.




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