Llego al sitio donde se harán las grabaciones, aún no ha llegado nadie, me duele la cabeza y mi cafetera no funcionó ¿Por qué? No tengo idea, hasta ayer funcionaba. Mis asistentes llegan cinco minutos más tarde al igual que las demás personas que están listas y dispuestas para trabajar, gracias a la colaboración y acciones de Robert Hamilton y su gran despliegue los costos de grabación son mínimos, el transporte de los autos corre por cuenta de otro accionista más y así las cosas se dan de la mejor forma posible.
—Hoy se vende lujo —dice 4 a mi lado—. Y tu novio aterriza en una hora.
—Bien, apenas lleguen pueden ir a vestuario —digo viendo cómo todo va tomando forma.
Muerdo mis uñas y espero con calma, pronto la gente comienza a llegar, pero la entrada de los Hamilton es simplemente increíble, ellos son de otro mundo. Pero la chica cargando a un bebé y la otra embarazada me hacen sonreír, sobre todo porque los tres chicos mayores simplemente alaban a sus chicas, para ellos ellas son Diosas.
—Bienvenidos —saludo a todos mientras una de mis chicas me pasa mi café espresso—. Gracias.
—Recibimiento a lo grande ¿No? —dice Robert sonriendo y asintiendo en dirección a 3, que ahora tiene su atención en otro sitio nuevamente.
—Como corresponde —saludo a todos con un beso en la mejilla—. Pueden ir a la zona de vestuario, alguna de mis asistentes estará ahí, yo tengo que seguir aquí esperando a que la gente llegue.
—Muchas gracias —dice la chica más alta y de ojos entre azules y verdes, antes de seguir el camino se asegura de que su esposo tome su mano.
—Señorita Di Vaio —saluda el chico con una sonrisa, levantando la vista de su celular, su esposa se ríe casi en burla de su novio—. Espera, Becca ven ¿Cómo estás?
—Muy bien, un poco cansada ¿Tu? ¿Ya estás trabajando?
—Sí.
—¿A ti no te… —La chica sonríe y suspira viendo a su esposo.
—¿Si es que no me molesta que todo el tiempo vaya pendiente del celular? ¿Trabajando?
—Sí, eso —carraspeo al notar mi voz, me delataría.
—Pues no, él tiene su trabajo y yo lo tengo que respetar como él respeta el mío, es extraño porque pareciera que no me presta atención, pero en realidad está pendiente de mi y nosotros tenemos nuestros tiempos de pareja —dice ella mientras que el chico apoya su cabeza en la de ella y sigue escribiendo en su celular casi por frente a ella—. Hoy por ejemplo, sólo va a trabajar hasta que terminemos de grabar esto y luego ya tenemos el día libre para hacer lo que queramos.
—¿Pero nunca se les complicó?
—Trabajamos en los mismos horarios, ahora es que yo estoy de vacaciones pero él no —asiento y sonrío, puede que me haya expuesto al hacer esas preguntas, pero quería saber—. Voy a seguir…
—Pasa.
Me acabo mi café y busco unas galletas antes de ver cómo ya todos se están alistando, mi celular suena y sonrío al ver el nombre.
—Hola niño.
—Hola guapa —sonrío y niego en un suspiro, antes eso me encendía, ahora me suena ridículo e incómodo—. ¿Ya estás trabajando?
—Obviamente, bien sabes que no hago nada más que trabajar.
—¿Y tu novio?
—Por ahí.
—¿Cómo? Creí que seguías soltera.
—Verdad —murmuro notando que cometí un error, le he revelado información a quien más me vende por mucho que diga ser “amigo”.
—Bueno, me alegro de que alguien haga feliz a tu corazoncito —la ironía de esas palabras, es extraño escuchar que él diga eso ahora—. Espero que lo cuide, porque de lo contrario bien puedo ir a ofrecer golpes con Ale y Mariano, espera ¿Ellos saben?
—Si lo saben, oye, te tengo que colgar porque estoy muy ocupada —miro tras de mí donde mi asistente señala disimuladamente—. Te llamo cuando tenga tiempo.
—Sí. Suerte.
Veo a la caballería llegar y sonrío con suficiencia cuando aunque sean 6, me miren fijamente y se acerquen a mí a paso firme, mi mente y corazón me gritan que soy más fuerte, que puedo con ellos, mi autoestima está a mi altura y no me refiero a la minion. Dos de mis asistentes se acercan y pronto también vienen algunas meseras del servicio de catering.
—Impresionante, Marion —dice uno de ellos contemplando el espacio.
—Gracias.
—¿Los autos no tendrán planos en el exterior?
—Esos planos se graban a penas el auto pueda entrar en movimiento —explico viendo la hora—. Son veinte minutos y se comienza a grabar.
—¿Los chicos de Formulo 1?
—Aterrizan en veinte minutos, luego no sé cuánto más les vaya a tomar.
—Marion —miro a mi asistente 2 y voy cuando disimuladamente me señala uno de los autos.
—¿Qué pasó?
—Estaban bien —señala la rueda pinchada—. Cuando llegaron todo estaba de maravilla, ahora se ve en la toma y no tiene repuesto.
—Que alguien vaya por una rueda nueva, tiene veinte minutos.
Por suerte no hay más imprevistos y se comienzan a ensayar todas las tomas, Robert Hamilton domina el momento como quiere, mueve cámaras, iluminación y hasta les ordena a sus hijos que hacer y que no las veces que él quiere aún estando él mismo dentro de una secuencia.
Se cambia la rueda del auto y por fín puede comenzar la grabación, al final para todos resultó ser una divertida situación aunque a mi casi me lleva a cenar con mis padres, el silencio reina en el lugar, salvo por el ruido de los ventiladores y los tacones de las chicas Hamilton. Hasta que suena mi celular y me alejo un poco para atender con calma, siempre mirando la escena.
—Dime.
—La cafetera no funciona —mi risa queda ahogada porque estoy por reír cuando alguien me abraza por la espalda, luego puedo relajarme y girar entre los brazos sólo por reconocer su nuevo perfume.
—Lo sé —musito antes de recibir los labios de mi novio.
—¿Cómo se supone que me tomaré mi café? —juro que esta chica me está haciendo la mañana o mediodía.