Corrió sin detenerse, no quería mirar atrás aterrada con el rugido del vendaval que la seguía arrasando arbustos y árboles a su paso. Quería gritar, pero no tenía fuerzas en los pulmones, era como si le aplastaran el pecho; distinguió una luz al frente entre unos árboles.
-Tiene que ser la salida del bosque, estoy segura de ello...
Llegó al final del sendero, saltó entre los árboles, un aire caliente con un olor nauseabundo golpeó su rostro, sintió un vacío al otro lado bajo sus pies. Cayó rodando por una pendiente inclinada y se sintió quedar sin aire, cuando su columna dio contra algo, el dolor le recorrió por toda la espina vertebral. Arista vio colores tras los parpados y aspiró una bocanada de oxígeno, se incorporó jadeante, anduvo unos pasos y fue como caminar de repente en el aire mientras sus ojos se adaptaban. Pestañeó, la oscuridad comenzó a despejarse con luces que crecían y disminuían, al pasar a un lado y al otro, escuchaba algo, un sonido familiar como el de una bocina. Su vista se adaptó.
-¡Ay Dios!- se hiso a un lado de la vía, al ver el coche que casi la arrolla, luego pasó otro y otro más. Estaba en medio de una carretera, era noche y llovía- Pero ¿Cómo es que llegue aquí? ¿Realmente estoy en mi mundo, habré vuelto y por qué no estoy mojada?
Miró la lluvia que caía desde el cielo, no la sentía ni en la mejilla. Entonces escuchó la bocina del camión y se quedó petrificada, mientras su nombre pronunciado por alguien en la distancia se mezcló con el ruido del vehículo cada vez más cerca. Cerró los ojos.
-Thantil...
-Despierte... señorita Cortés, despierte.
Abrió los ojos, todavía estaba en el bosque y en el mismo claro donde habían estado luchando las bestias, estaba confundida y se preguntó cómo es que seguía allí o cómo volvió. Su mirada se encontró con unos ojos verdes. La persona que la miraba divertido desde arriba, era el mago de la compañía, se encontraba sentado en una raíz de cristal junto a ella; una mano descansaba en una rodilla y la otra se aferraba al magnífico bastón dorado que tocaba el suelo. Arista estaba recostada contra el tronco del árbol brillante, enviándole algo de calor.
-¿Señor Goldray, qué... qué ocurrió?- inquirió, entonces se sentó de golpe- ¡Las bestias, el zorro y... y el bicho rojo ese... el musli!...
-Miusli, señorita Cortés- la corrigió el mago, con una sonrisa cálida- y no se preocupe, no le harán nada. Tiene suerte de que el zorro fuera más perceptivo que el miusli, al presentir el peligro se esfumó; y también es una suerte que yo estuviera cerca o habría sido la cena del felino.
-¿Entonces usted...?
-Sí, la salvé- el hechicero le señaló el miusli sin vida, totalmente calcinado en el sitio donde ella había estado tumbada con el conejo brillante antes de huir.
-No comprendo, no entiendo qué sucedió, yo vi el bosque moverse o algo así y recuerdo que corrí ¿Por qué estoy aquí?
-Usted nunca corrió, señorita, cayó presa de los efectos de un conejo del sueño- Goldray se llevó el fleco rubio hacia atrás, lo que ocasionó que el capuchón de la túnica de color marfil descubriera su cabeza- el animal huyó una vez el miusli le gruñó, los capullos en sus colas son flores que al abrirse liberan una fragancia dulce y adormecedora. Así que cayó en un sueño.
-Pero fue muy real, incluso me lastimé la espalda ¡Ay!- Arista sintió otra vez dolor en la columna, al intentar moverse.
-¡Oh! En cuanto a eso, le pido disculpas- dijo él, y ella lo miró sin comprender- veo que no lo entiende; verá, usted dice que fue real todo lo que vio o sintió, sin embargo, para todo hay una explicación. Cuando el miusli estaba por morderle el rostro, llamé su atención y con un simple hechizo la aparté del animal aunque no fui muy sutil, y dio contra el árbol.
-Ya, pero y ¿Cómo explica que me faltara el aire?- quiso saber ella, tratando de mantener la calma y no reclamarle el que la arrojara contra un árbol como si fuera un saco de patatas. Era un hechicero y no quería que la convirtiera en rata, si es que era capaz de hacer eso.
-El miusli tenía una pata sobre su pecho- le explicó Goldray- ¿Qué no le dije que estuvo a punto de morderla?
Arista rememoró el sueño, la sensación de que le aplastaban el pecho, el mal olor que debía de provenir de las fauces del miusli y lo único que no era real aparte de lo que veía era la lluvia -Por eso no la sentía, pero...
-¿Y el bosque? estoy segura que realmente se movió antes de correr, es decir, antes de quedarme dormida.
-Y aún se mueve en algunos lugares, usted gritó y lo despertó. Solo los magos podemos calmarlo, por eso este claro está tranquilo nuevamente. Ahora basta de cháchara- Goldray extrajo algo de un macuto que llevaba cruzado- ¿Podría beberse éste elixir? Le ayudará con el dolor que le causé. Por los huesos no se preocupe, la protección que lleva puesta tal vez no la salve de la sensación de un golpe, pero le protege muy bien de uno, aunque no de una espada- Arista frunció el entrecejo, el mago parecía divertido con su situación- vamos, tómese la poción.
Ella miró un poco desconfiada la botellita verde que el hechicero le ofrecía, éste le sonrió amistosamente; entonces cogió la botellita quitó el tapón, olisqueó, el aroma le resultó amargo, pero bebió el líquido que no sabía cómo olía, en realidad el sabor era dulce y parecido a la hierbabuena.
Thandil fue arrojado contra un olivo, dio de costado y cayó al suelo. Se mordió el labio inferior y arrugó el rostro cuando el dolor recorrió con un frío por todo el brazo derecho adormeciéndolo por un momento, hasta la espada había soltado con el cosquilleo que le causó en los dedos; miró en dirección a Nerón quien se lanzó a un lado esquivando el golpe del dragón, con unas huesudas garras. El guardián del sueño era alto al pararse en sus dos patas traseras, pero no más que los árboles del antiguo bosque, su cuerpo asemejaba al de un dragón sin alas, su cabeza es una mezcla de ramas, hojas y roras con escamosos cuernos de ciervo platinados, de los que pendían hojitas y rositas blancas; el resto era musgo verde brillante a modo de piel y huesos grises, sus ojos oscuros pozos sin brillo y de sus costillas expuestas se escapaba un vaho negro.