Y una nueva civilización nacerá en los valles donde dicen que todo comenzó, cuando la verdad, es que siquiera sabemos si fue así.
Todo se transformó y allí en la cueva que podría estar, no estaba, sino que ahora me encontraba en medio del desierto cerca de un oasis, al cual unas palmeras unidas, parecían que estaban preparadas para aguantar una tormenta, debido que los vientos que venían del otro lado de unas dunas eran bastante potentes, hice un giro de trescientos sesenta grados, y todo sin tener presente el mini paraíso con sus palmeras, y lagos era pleno desierto. No podía percibir el calor, gracias a mi traje, y su recarga de baterías, pero debía poner el piloto en apagado ya que la temperatura podría colisionar el equipo y fundirlo. La tormenta se avecinaba y no había remedio debía cubrirme, me dirigí a unos arbustos cerca del lago que no poseía una gran cantidad de agua, y en su insignificancia en medio del desierto es una gota de agua. Pronto el alarido de las arenas rosaba mi casco, comencé a recibir las ráfagas de infernales, en cuanto desconecté el equipo. La transpiración de los poros generó escalofríos de sudor, no quería que aumentara mi temperatura llevándome a producir una fiebre. Estaba en un viaje de regreso a mi hogar o eso proponía, y cualquier situación extra que lo interrumpiera, era ya un inconveniente. El vidrio del casco generaba reflejo de luz que producía en mi rostro quemando mi visón. Me lo quité a sabiendas del peligro cuando el ardor se hizo insoportable, y la brisa del viento calmó mi tenue dolor. Ya desde entonces no tenía problema con respirar, ni las precauciones, pues había activado en censor que con luz verde me avisaba que el aire es puro. No puede ser hay una ráfaga de arena gigante que se avecina como si fuera un tornado. No tenía donde escabullirme. Visualice todo alrededor, y el agua del lago era el único sitio al cual poder introducirme, ante la llegada de brutal incremento de arenas, corrí al lago, colocándome el casco, para la oxigenación, y poco a poco me sumergía hasta el fondo en una descomunal inmersión que protegiera del impacto de las ráfagas. El agua era dulce y limpia sin erosiones, ni suciedad contaminante producida de forma natural, o artificial, y tenía un fondo al cual estaba bastante profundo.
Asomé mi cabeza hacia la línea que divide el agua del aire, y el vendaval es tan brutal que hace las veces de ciclón en su inmenso incremento de redondel de partículas de microscópicas; piedras que forman las arenas. Era increíble ver como todo se iba gestando de forma destructiva en los alrededores de aquel mini jardín escondido entre dunas. Me preguntaba si habría moradores, o esos llamados nómades, como los que suelen habitar los desiertos. Los bereberes son famosos en el planeta tierra por sus incursiones en caravanas, y permanecer en las leyes del desierto como líderes que lo conocen todo. Tribus esporádicas que viven en toldos hechos de simple telas. Toman su Té al cual preparan con yerbas especiales, y tienen algunos rebaños de camellos, viviendo del comercio de especies. Conocen las estrellas, y la medicina natural, sus escritos son palabras de la oralidad de generación en generación. El desierto es de ellos, y ellos son el desierto, y me pregunto si habrán de existir. Ello lo sabré cuando las ventisca se reduzca a una simple ventada que no ocasione inconveniente alguno para caminar ¿Y dónde caminar es la pregunta crucial, luego de salir de aquí? El viento es muy pero muy intenso, ahora viene hacia el lago empujando las aguas de forma que se produzcan las olas destructivas, las palmeras se doblan hasta llegar al suelo y no parece haber un control, hasta que todo se destruya, vuelvo a sumergirme, y nado hasta el fondo para evitar el peligro. Desde arriba puede ver aún todo ese poder del huracán infernal que genera redondeles como el espiral que me ha traído hasta el desierto. Sigo recordando a las personas del podrían morar aquí, y como su manera de vida ayuda a todo el sector en una ruta como lo fue la ruta de la seda desde la antigua Roma pasando por la babilonia Sira, hasta Persia, y de ello la india hasta China. Cada vez que debo aguardar ante el peligro la historia me ayuda a olvidarme de toda situación degenerativa de cordura, y es locura decir ello, pues solo un orate en sus pensamientos y palabras puede escapar de la realidad recordando hechos y situaciones históricas. Debo aguardar tranquilo hasta que concluya la tormenta.
Esos vendavales hacen caer hojas por doquier, y el lago se completa con una fuerza interminable de partes provenientes de los pocos pastos que se van depositando. Un insecto vuela alrededor del soplido, parece para mi asombro un escarabajo, lo mismo creí cuando estaba en las aguas ver peces nadando a mi alrededor escapando, luego una suerte de cefalópodo. Claramente se dibujaron en mí las opciones de que estaba o en un planeta muy similar a la tierra, o era la tierra misma. Si fuera ello, estaría feliz de saber que he llegado,
aunque no he de discernir en qué lugar me ubico, pues la evolución es muy diferente. La tormenta comienza a menguar su velocidad, y despeja su clamor convirtiéndose en una brisa calmada, es momento de comenzar a emerger de las aguas, al salir de allí mi casco se impregna de nuevamente de arena, y casi llegando a la orilla tiendo quitármelo para visualizar todo el panorama. ¡Qué Rayos! ¡Estoy tan confundido! ¿Qué rayos es esto?
Delante de mí, una cuadrilla de soldados que me apuntan con sus armas. Algunos con lanzas, otros con algunas armas más sofisticadas de hierro. Y detrás de ellos, un complejo en forma de ciudad toda realizada de barro y adobe. Las paredes con figuras de hombres altos de Barbas con una suerte de maletín en sus manos. Y todos estos individuos con sus cabezas rapadas. Levanté mi mano en gesto de saludo, pero continuaban apuntando, y sin querer se encendió mi batería, y un ruido potente los puso en alerta alejándose del sitio como si temieran. Lo mismo que con los nativos del hielo. Les pedí que guardaren calma que no era enemigo. Ambos comenzaron a comunicarse con otros, inmediatamente, salió una mujer de una tez morena, y cabello extenso, se acercó a mí intentando comunicarse. No podía entender su lengua, y por los visto tampoco sus palabras que parecían estar en arcilla como se manifestaba en una paredes del complejo de gran tamaño de lo que es la ciudad. Pronto me llevaron con sus líderes, a ver que podría ser un potencial enemigo. Estaba rodeado y no tenía ninguna intención de ejercer defensa alguna hasta tanto saber en qué recóndito sitio me encontraba. Todo era tan confuso, de una edad de piedra, a un desierto, y ahora al salir de las aguas me encuentro con una ciudad amurallada. Tenía una hilera de un lado y del otro de soldados semi desnudos, el sol abrazante me reflejaba el espejo de casco, y eso inquietaba a los hombres que extrañados miraban siguiendo a la mujer que delante de todo nos iba guiando. En un visaje a fin de no alarmarlos, me quite el yelmo espacial, como para que la impresión de lo que soy sea tan normal, a lo que impresionados se mantuvieron todos, al ver un hombre parecido a ellos. Todos los soldados, y pobladores se inmovilizaron en sus miradas al observarme. La mujer que no perdía la pista de mí, y se acercó, hasta dar conmigo, y acarició el cabello corto, desde un comienzo hasta la oreja, y luego la mejilla, como delineando mi rostro, tan parecido al de ellos. Señalo con unas palabras a los soldados, que bajaron las armas. Y luego con otra señal, nos dirigimos al palacio central. Era todo un camino recto desde el cual veía comerciantes, arroyos artificiales de agua, algunas plantas, y fortificaciones hechas de las mismas piedras del desierto que les proveía todo. Algunos
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Editado: 11.10.2023