En una selva del mundo, yace el cuerpo de un valiente
Otra vez en una jungla, y mis ideas se confundieron cuando estaba en plena era de la construcción de la tierra con esos dinosaurios corriendo alrededor intentando cazarme. Los insectos, y otros animales de gran tamaño. Aunque estoy en un lugar muy diferente. Por suerte y continuando los lineamientos generales deberé estar en otro segmento del tiempo. Actualmente según mis coordenadas de datación, me ubico en el espacio de una época del siglo XX, en las selvas de América del Sur. Es posible que me encuentre en los años sesenta, pero ¿Qué lugar será éste? Cuando me adentré en la selva, escuche sonidos. Eran voces de personas que hablaban un español un tanto fluido. De tez morena, y baja estatura. Sin querer rose una rama que produjo un ruido, inmediatamente los dos hombre se colocaron en guardia. Tenían fusiles de armas de guerra, por lo que supuse que no estaba en cualquier lugar, sino que era una zona estratégica. Un hecho notable había sucedido, y nuevamente me encontraba en el foco del contratiempo. Me fui agachando para evitar ser visto, pero la maleza, y la maleabilidad de mi uniforme no me permitían poder moverme con franqueza hacia un sitio seguro. Y de ello comenzaron los tiros a discreción dirigiéndose hacia mí.
No tuve remedio que correr como podía, de entre los árboles. Según sus vestimentas eran soldados de guerra, o de guerrilla. No importa ahora ellos iban tras de éste ciudadano espacial, y no podía dejar que me atraparen. Procuré esconderme bien entre arbustos, y ambos seguían su búsqueda, hasta que el fusil de uno de ellos apunto a mi cabeza.
- ¡Quieto! ¡O te vuelo en pedazos!
- Está bien, solo soy un viajero, nada mas
- ¿Así que viajero? - en seguida me golpeo con el fusil arrojándome al suelo
- ¿Qué ocurre Alfonzo?
- Mira lo que me encontré – y se ríe de forma despiadada.
- ¿Será de la guerrilla?
- No lo sabría, pero puede tener algo valioso
- Vamos a ver que tiene. Podemos deshacernos de él.
- Seguramente
Me habían colocado de forma que no pudiera moverme, inspeccionando mis pertenencias.
- ¿Vamos que más tienes? – y vuelve a golpearme de forma ladina. – fue cuando quise realizar una maniobra, pero su compatriota estaba apuntando sigilosamente
- Ni lo intentes, niño. Ni lo intentes.
- Ya vendrán los demás. Vamos a eliminarlo y nos llevamos lo que posea.
Deseaba que el tiempo se transformase, pues mis horas podían contarse en las balas de estos hombre.
- Hay ruidos entre esos arbustos. –
- Deja, debe ser alguna alimaña.
- ¡Perfecto!
El certero tiro dio en la frente del soldado raso que me apuntaba, al verlo caer su compañero apunto a varias direcciones, disparando sin cesar al percibir que la muerte correspondió a su malicia. Tome mi cuchillo, y no dude en terminar con él desde su cuello. Sorprendido se desvaneció en el suelo, y me arrodillé a respirar, pues no era mi intención acabar con él, algo en mi siniestro me impulso a realizar tal artilugio macabro. De repente desde los pastos, un hombre de boina y barbas rancias se hizo presente con otros soldados.
- ¿Está bien hombre?
- ¡Gracias!
Asintió.
- No eres de los nuestros, ni de ellos. Pero pareces amigable. Le advierto que aquí pronto habrá una balacera. No es lugar para usted, si es que no desea luchar.
- Jefe, los hombres están viniendo – manifiesta un centinela desde un árbol.
- Vamos a los puestos. Tome la necesitará compañero. –
- ¿Quién es un usted? ¿Dónde estamos?
- Alguien al que buscan para matarlo ¿No sabe dónde estamos? Es la quebrada de Yuro, aquí venimos soportando los ataques como podemos. Revolución se encuentra lejos de poder concretarse sin apoyo. ¡!!Cúbrase!!! - me dijo aquel hombre de boina y las balas que venían como dardos de muerte.
Increíble. Me había rescatado un contingente de guerrilleros en plena selva tupida al mejor estilo Vietnam. Pero no está allí, no era el ejército norteamericano, tampoco los hombres de sombrero y uniforme negro del Vietcong. Eran un grupo muy reducido de personas de barbas extensas, gorras. Sus rostros aclaraban a quien se tomase el atrevimiento de observarlos, pues sus miradas eran libres y así debía ser. Era el respeto en su máxima expresión.
- Ha tenido suerte compadre. – Comentan – los gringos están al acecho. Hay que robarse lo poco que le queda a uno de dignidad. – decía uno de ellos.
El hombre de boina fue quien tuvo la mayor certeza de lo que iba a suceder. Cuando su expresión facial hizo de si el gesto que fue tan parecido al advenimiento de una muerte como de libertad.
El contingente de los soldados comenzaron su aparición y el campo de convirtió en una galería de tiro. Algunos disparaban de todos lados, otros a los guerrilleros colgados desde lo alto de los vetustos de madera. Algunos intentaron escapar, pero les fue imposible. Cerca de un arroyo fueron ejecutados. Recogí un fusil y comencé a dar batalla como podía. Iba a precisión disparando a cada ser que se movía, sin embargo eran demasiados, y no podíamos contenerlos, inmediatamente frente a frente nos colocamos con el hombre de boina.
- Camarada, cúbrame la retaguardia. Hágame ese favor. ¡Che!
- ¡Seguro! – le dije con esfuerzo. –
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Editado: 11.10.2023