No siempre cumples 17
La vida tiene sucesos imprescindibles que nosotros como humanos no percatamos, nadie puede saber el futuro ante estos actos, si alguien predijera el futuro sería un ser de otra dimensión, ¡Oh! Quién no quisiera tener súper poderes, siempre lo he pensado, si pudiera tener uno sería el de volar, me ahorraría tiempo para llegar al instituto, así podría dormir un poco más, no es mi culpa que no me guste levantar temprano, es una gran tortura.
—Alana despierta —los grito de Celinda o Celi como la llamo esos gritos hasta despertarían a los vecinos, mi hermana mayor tiene que usar toda su voz para sacarme del trance de mi sueño, mi cama no me quiere dejar salir tenemos una conexión mutua, pero es la hora de ir al instituto. ¡Querida te voy a extrañar! sonó cursi.
Abrí mis ojos, los rayos del sol atravesaban mi ventana nublando mi vista, caminé somnolienta hasta el baño para arreglar, mi cabello negro todo despeinado y eso que era pequeño llegaba hasta los hombros, vestí un pantalón vaquero, una camisa de tiras y un suéter holgado abierto, no utilizaba maquillaje solo me ponía protector solar era suficiente, caminé hacia las gradas los dormitorios se encontraban en el segundo piso.
—Feliz cumpleaños a ti, Feliz cumpleaños Alana —en coro la voz de Celi sosteniendo un pastel. Hoy 27 de abril estaba cumpliendo mis 17 años, todos dirían quiero una fiesta, un viaje o lo quesea, en mi caso no era así, desde que mis padres no están con nosotras odio mi cumpleaños.
—Gracias Celi, eres la mejor hermana —dije bajando las gradas, parando en frente de ella. Siempre me ha festejado aunque no me gusta, la quiero mucho y no quiero que se sienta mal.
—Pide un deseo y sopla la vela —dejó el pastel en la mesa.
Cerré mis ojos
“Quiero un súper poder”
Sé que es un deseo imposible pero me encantaría volar.
—Debes desayunar, se hace tardé para el instituto y para mi trabajo —dijo Celi dándome una rebanada de pastel.
Desde que mis padres tuvieron un accidente, asumió el rol paterno, a veces la miro y veo una tristeza en sus ojos, aunque ella sonríe para que no sintiera lo mismo, lo he tomado de la mejor manera, crecimos con el cariño de nuestros familiares. Cuándo Celi terminó la universidad en Psicología y consiguió un trabajo decidimos vivir aparte.
—Nos vemos tarde, no te estreses en el instituto es tu cumpleaños —se despidió dando un beso en la frente.
Esperaba el autobús en la acera, la parada quedaba a dos cuadras de mi casa, subí tan pronto vi a Sofía Davis su cabello color negro llegaba hasta su cadera, sus ojos marrones, vestía: unos jeans holgados, un top con una chaqueta toda hermosa, ella si utilizaba maquillaje pero un tono que la hacía ver natural, a su lado estaba Damián Walsh él chico rubio, ojos azules, vestía un jeans apretado, una camisa blanca, su chaqueta de cuero de color negro y unas gafas, el chico popular del instituto, ellos son mis mejores amigos. Los conozco desde el Kínder nuestros padres eran buenos amigos.
—Hola chicos —formé una sonrisa, caminando hasta donde estaban ellos.
—Hola, cumpleañera, siéntate aquí —Damián se retiró para sentarse al otro lado, en donde había un puesto libre junto a Samanta, permitiendo que yo sentara junto a Sofí.
—Ven cariño —dijó Sofí y me abrazó.
Llegamos al instituto caminábamos los tres hacia el salón de clase tomamos asiento nuestro lugar de siempre era en el medio de la clase se sentía una estabilidad, Sofí era mi compañera de asiento, la observé sacando algo de su maleta, con las manos puestas atrás de su espalda llevándolas hacia adelante sacó una caja y me entregó.
—Felicidades, no siempre cumples 17 —formando una sonrisa —.Abre te va a gustar —llevó sus manos hasta su pecho, sonriendo.
Era una cajita musical dentro de ella estaban unas alas que giraban en torno a la resonancia de la pieza musical de Beethoven "Füi Elisa", Sofí sabía que me gustaba el piano y especialmente las piezas musicales de Beethoven.
—Me encantó, muchas gracias Sofí —la abracé fuerte.
—Cariño mis huesos —murmuró formando una sonrisa. Ella sabía que me encantó su regalo.
La clase empezó, comenzamos con Literatura la profesora Anna Wayne siempre con sus emotivos poemas, le encantaba mucho la poesía. Terminó su clase y nuestra tarea hacer un poema. Así seguíamos las clases hasta llegar al receso. Nos dirigíamos a la cafetería Damián tomaba un capuchino con un emparedado, a Sofí le encantaban las donas sus favoritas de chocolate y yo un jugo de naranja mi favorito lo amaba acompañado con un emparedado.
Volteé mi mirada a la puerta de la cafetería en donde ingresaba Santiago Johnson amigo de Damián, pertenecían al grupo de atletismo, sus ojos color miel, su cabello negro azabache que llegaba hasta sus oídos, su piel bien cuidada, un chico perfecto. Eran la dupla de la perfección del instituto. Todas se morían por ellos.