El Reino de las Sombras
Sentía recorrer demasiado frio por mi cuerpo, mi rostro estaba cubierto con una capsula, me ahogaba con el CO2 acumulado, ¡no entendía!, cumplir los diecisiete años era una maldición, me secuestraron otra vez, ahora soy un rehén en mi ciudad, que hice mal, reprimí mis hombros y lloré de frustración, el mundo estaba conspirando para que siempre me pasen desgracias, aun soy una adolescente, ¿Por qué a mí?
—Princesa, al fin te encontramos —se escuchó una voz ronca, era de un hombre, llevándome con él, sus manos metálicas las sentí al instante que las sostuvo.
—No soy ninguna princesa, déjenme salir —grité e intenté soltarme.
—Ni pienses que te vamos a dejar —se burló, sus carcajadas retumbaban mis oídos. — Aquí nadie te puede salvar.
No sabía en donde estaba, mucho menos a donde me llevaba, sus manos duras, frías de metal, impregnadas en los muslos de mis brazos dolían, solo escuchaba el ruido emitido de una armadura que crujía al caminar, hasta que se escucharon varias voces cuando se detuvo y retiró la capsula de mi cabeza. Miré cautelosa, un trono apareció en frente de mí en el un hombre sentado en la cúspide, me encontraba en un palacio lo que hacía cada vez más confuso. Cada milésima de oro brillaba en aquel lugar.
— ¡Bienvenida princesa! —se acercó un hombre de cabellera castaña, con un traje que brillaba en oro, lo fulminé con la mirada.
—No soy ninguna princesa, déjenme en paz —grité sin cambiar mi mirada. Él se acercó hasta mí y me tomó de mi mentón.
—Princesa Miller, te has olvidado de nosotros —dijo mirándome fijamente, forcejeo mi rostro para retirar su mano.
— ¿En dónde estoy?
—En el reino de las sombras —susurró el que me trajo. Era un robot con voz de humano todo su cuerpo era de metal, todos los guardias eran de la misma manera solo cambiaba su voz.
Me quedé helada cuando escuché aquel nombre, estoy en el mundo del Príncipe, aquel hombre que brillaba en oro dejó salir una risa malvada.
—Mi querida y adorada ¿te has olvidaste a los mejores amigos de tus padres? —dijo el hombre de oro, tomando asiento en donde estaba en un inicio. — Llévala a su habitación —ordenó.
Otra vez cubrieron mi rostro con la misma cápsula, no entendía que tenían que ver mis padres con el hombre de oro, era confuso, entramos a una habitación, desataron mis manos y me retiraron la cápsula, me dejó en ese lugar y se fueron. Una habitación fría, toda su estructura rocosa, había una ventana con barrotes parecía una prisión me acerqué a ver si alcanzaba a visualizar lo que había fuera, todo el lugar estaba bajo las tinieblas, el olor a azufre era notorio. Recordé la vez que el príncipe de Groandelia describió a los innombrables. La manecilla sonó de la puerta, corrí hasta una cama que se encontraba y me cubrí con una manta.
—Princesa, te traje comida —esa voz la reconocí al instante, retiré la manta y me puse de pie.
—¡Sebastián¡ —quedé sorprendida al verlo. — Tutut.. —tartamudee.
—Te sorprendí —dijo, caminó hasta una mesa dejando la comida sobre ella.
—Por favor, ayúdame a salir de este lugar —sostuve su mano en súplica.
—No puedo hacerlo —arranchó su brazo.
Pensé un momento, Sebastián igual me reconocía, él tenía que ver con mi secuestro. Nunca me había imaginado que aquel chico que me ayudó en el instituto a llegar a la sala de profesores pertenecía a este mundo.
—Fuiste tú quién me trajo a este reino cuando las luces de la fiesta se fueron —lo golpeé en su pecho. El sostuvo mis brazos en defensa.
—Si, fui yo, tu amado te dejó sola, a pesar del beso que se dieron, que repugnante —murmuró con un rostro de disgusto. Cada palabra que mencionaba la iba analizando, el jarrón que se había caído, no fue por el gato, fue Sebastián, Ethan es el príncipe de Groandelia.
—Ethan vendrá a salvarme —le grité.
—La historia se va a repetir —dijo riendo.
—De que hablas ¿Qué historia? —reprimí confundida.
—Tu hermanita, ni tu amado no te han contado —tomó asiento. — Por eso estoy aquí, es una historia de amor trágica —se burlaba.
Tenía que estar preparada para todo lo que iba a escuchar de este idiota, nunca pensé que alguien así iba hacerme tanto daño. Se sentó al frente de mi, relamio su labio inferior, estaba preparando todo lo que iba a decirme.
—El Rey Miller cruzó el portal para experimentar la Tierra y se enamoró al pasar el tiempo en esa ciudad, naciendo de ese amor dos pequeñas niñas Celinda y Alana. Para una mejor vida decidieron traer a su reino, para tener un final feliz. Todos queremos el final feliz, hasta que se metieron con nuestro reino, nosotros también queríamos experimentar con el planeta Tierra hacer un mundo mejor —apretaba mis manos y lo escuchaba, el seguía hablando con gracia. — Mi padre fue amable con ellos y aun así lo asesinaron, tus padres debían pagar lo mismo, sé desató un conflicto entre nuestros reinos, ese final feliz se tornó en un trágico y triste final —su rostro reflejaba enojo.