Era un nuevo día y pronto conocería a lo que Lidia se refería con problemas.
Después de terminar el primer periodo de clases, mis amigos y yo nos encontrábamos en el comedor, el ambiente era apacible al situarnos en una mesa un poco alejada de la aglomeración de mis otros compañeros.
No estaba en especial hambrienta pero realmente ansiaba un poco de alimento para tener energía en las clases restantes. La mayoría había pedido un desayuno ligero porque todavía era un horario temprano. Bebía un poco de jugo de zanahoria, que era mi favorito; disfrutaba de la bebida dulce hasta que pude vislumbrar a una persona dirigiéndose a nuestra mesa.
—¡Hola! ¿Les importaría que me siente con ustedes? —Lisandro amablemente solicitó con su habitual tono alegre.
—Claro, no hay problema. —Amelia esta vez sí fue capaz de responderle a Lisandro, ya no se notaba su nerviosismo de ayer.
—Gracias. —Logré ver el sonrojo de Amelia ante la respuesta de Lisandro—. Mmm... Rosalie, ayer ya no terminé de hablar contigo pero quería preguntarte nuevamente si aceptarías mi invitación como forma de agradecimiento. —Se dirigió a mí tomando asiento.
—Ya te dije que no es necesario que te molestes. —Intenté explicarle a Lisandro, no me sentía demasiado cómoda abusando de la generosidad de alguien.
—Rosalie, me sentiría muy mal si actuara como si nada hubiera pasado, al menos déjame agradecerte un poco.
—Tampoco puedes presionarla. —La dulce voz de Nathan me hizo sentir más segura, por lo que decidí aceptar la invitación de Lisandro.
—De acuerdo, pero no tomaré mucho de tu tiempo.
—Está bien, gracias. —Lisandro hizo una pausa—. Yo te avisaré de la fecha y el lugar. Disculpen por la molestia. —Efectuó un ademán retirándose.
—Fue un poco extraño que Lisandro se dirigiera aquí. —En este momento no podía ocultarle más a Nathan lo que había hecho, tal vez él también se molestaría por mis acciones irresponsables, pero aun así ya era el momento de decirle la verdad.
—Bien. —Me preparé; solté un suspiro—. Ayudé a Lisandro antes de que sufiera un accidente —concluí a medias, era demasiado miedosa para decir toda la verdad.
—¿Un accidente? —Por un momento sentí el cambio de intensidad de la mirada de Nathan.
—Sí. —Intenté sonar serena—. Lamento no decirte.
—Ya lo entiendo; me alegra que estés bien. —Casi suelto otro suspiro de alivio; por poco y siento el enfado de Nathan, pero nuevamente relajó su mirada.
—Realmente lo siento.
—No te preocupes, lo bueno es que no sucedió nada malo. —Nathan me regaló una sonrisa, haciendo que me tranquilizara.
Nathan es muy amable, debería de confiar más en él. Ya me ha demostrado que puedo hacerlo.
Terminó el primer descanso y nos dirigimos a nuestras aulas. El siguiente periodo resultó un poco largo porque tendría que repasar Historia de Europa, Literatura y Economía; de las materias más extenuantes y complicadas.
—Amelia, no olvides estudiar, recuerda que debes mejorar tus notas para participar en el torneo —dictaba Lidia.
—Ya lo sé.
—Rosa, ¿por qué llevas tantos libros? —Lidia fijó su mirada inquisitiva en los libros que guardaba de mi casillero.
—Para estudiar.
—¡Eso también es demasiado!
—¿Por qué?
—Porque no tomas descansos, inmediatamente esfuerzas tu mente a almacenar mucha información.
—Yo no lo veo mal, también es una forma de distraer la mente —reflexioné ante el comentario de Lidia.
—De acuerdo, hagan las cosas a su manera —bufó Lidia con resignación.
Concluí de acomodar mis libros y cuadernos para cerrar mi casillero.
—Me despido, las preparaciones se hacen cada vez más pesadas —mencionó Amelia con un ademán, antes de dirigirse al estacionamiento.
—Hola Rosalie. —La sombra acercándose me sobresalto, se trataba de Lisandro—. Tranquila, no fue mi intención asustarte —añadió en seguida al notar mi reacción.
—¿Cómo no hacerlo?, ¡si te apareces de esa manera, a cualquiera le da miedo! —Le recriminó Lidia, que se situaba a mi lado.