Luis proseguía con su entrenamiento bajo la guía y supervisión de su padre quien no resultaba ser nada fácil de complacer. Por cada error cometido Carlos era sometido a un cruel castigo del cual tardaba varios días en recuperarse. Caía inmóvil en su cama sin poder hacer otra cosa que no sea respirar durante un buen tiempo.
Ahora no cometía errores para no padecer esos castigos infernales. Más de diez años transcurrieron desde que llegó a la morada de su padre, luego de despedirse de su primo Valentín y de su amiga Abigail, esposa de su primo.
Su padre no sentía simpatía por ninguno de sus hermanos por tal razón él no podía entablar amistad con ningún familiar. Solo en su cuarto iba recordando uno a uno sus poderes y el duro entrenamiento recibido por su padre.
Ahora ya no tenía necesidad de entrenar porque su padre le enseñó todo lo que precisaba aprender, lo demás solo dependía de su persona.
Luis miraba la ventana, hacia la luz diurna a travez de los barrotes que su progenitor había colocado para evitarle la huída. Dios ¡Cómo deseaba salir!
Poder recorrer el mundo a su antojo, respirar la libertad que tanto ansiaba. Pero su padre lo mantenía encerrado en su morada y no le quitaba la vista de encima. Aquel anillo de oro y rubí era su grillete que lo mantenía subyugado a sus órdenes . Desvió la mirada tristemente de la ventana para centrarla en el espejo tamaño natural que tenía sujetado en la pared del frente de su cama. Unas ondas llamaron su atención, como si de repente estuviese mirándose en el lago. La superficie del espejo se movía como aguas apacibles de una laguna.
Luis se fue acercando a él lentamente sin despegarle la mirada, una vez que estuvo lo bastante cerca se detuvo. Fue elevando su mano para dirigirla hacia la extraña superficie del espejo. Sus dedos tocaron aquella helada superficie estremeciéndose al completo hecho que lo llevó inmediatamente a retirar la mano ya que sentía escalofríos recorrerle su cuerpo.
Pero aquello lo atraía como un imán, lanzó un hondo suspiro y miró la puerta comprobando que permanecía cerrada como de costumbre. Su padre tenía la manía de encerrarlo bajo llave durante las noches en su propia habitación.
El espejo fue transformándose, repentinamente su imagen dejó de ser el reflejo que él veía para convertirse en un prado verde bajo un celeste cielo. A lo lejos las montañas adornaban el lugar, parecía ser un sitio lleno de paz y tranquilidad. Podía oír el cantar de los pájaros, el sonido del viento al chocar contra los árboles y sus verdes hojas rozar entre ellas.
La sensación de libertad regresó a él una vez más golpeándolo en su dolorida alma ¿cómo eludir semejante oportunidad? Miró el anillo que llevaba puesto comprobando que el rubí ya no brillaba como antes debido a que iba apagándose a gran velocidad. Como si el mismo cambio que el espejo padecía influyese en el anillo infernal.
Luis elevó su mano izquierda esta vez para acercarla a la superficie del espejo, lo primero que sintió fue una descarga eléctrica recorrer su cuerpo como si se tratase de un pequeño escalofrío. El rubí perdió completamente su brillo, transformándose en una piedra opaca. Siguió alargando su brazo hasta conseguir traspasar su mano completamente sintiendo como si la superficie fuese de agua y él estuviera sumergiéndose en su helado interior. La retiró al instante para inspeccionarla en busca de posibles daños pero no encontró nada parecido. Su mano estaba intacta y él respiró hondo.
Inmediatamente vio cómo el anillo que tanto tiempo lo atormentó se deslizaba del dedo hacia el suelo donde la piedra recuperó su brillo anterior. Luis abrió enormemente sus ojos al tiempo que su corazón latía como un tambor ¡Al fin pudo librarse de esa joya infernal! Podía sentir cómo la presencia y el poder del padre se desvanecía ¡Era libre! Regresó su plateada mirada al espejo que seguía igual, sonriendo aún optó traspasarlo.
Introdujo su pierna derecha luego la izquierda sintiendo como si estuviese sumergiéndose en frías aguas del océano desapareció de allí.
El espejo cambió repentinamente para su sorpresa transformándose en una oscura y tétrica jaula de cristal negra. A través de la única ventana que tenía podía ver su propia habitación que se fue transformando frente suyo. Ahora se veía a si mismo durmiendo en la cama. La puerta se abrió para dejar entrar a su padre que se dirigió a él con maligna expresión.
¿De verdad creíste que podrías escaparte de aquí? – sus tétricas palabras conseguían asustarlo cada vez más - Ese espejo lo construí especialmente para ti, has estado molestándonos a mi hijo y a mi pero a partir de hoy no volverás a interferir -.
¿Qué estás diciendo? – dijo Luis sintiendo cómo su corazón latía con fuerza - ¿Qué…dices…?
¿Aún no te diste cuenta? - dijo con crueldad – Tu representas el bien, desgraciadamente te negaste a separarte de la otra conciencia – dijo señalando al Luis que dormía en la cama – Cuando los estaba creando tu te fusionaste con él pero gracias a este espejo pude separarlos. Aunque ambos son mis hijos, tú posees una cualidad que no estoy dispuesto a tolerar. No aceptaré tu molesta interferencia, ahora que pude separarlos podré hacer de mi otro hijo alguien digno de llevar mi sangre.
Recién comprendía todo, él era quien anhelaba la libertad, quien deseaba salir de ese tétrico lugar, siempre fue él quien sintió mucho cariño por sus parientes y jamás aceptó dañar a nadie. Pero el que ahora dormía en la cama era su opuesto aunque fueran hermanos gemelos. Por primera vez podían separarse aunque él ahora estaría encerrado eternamente allí. Golpeaba el vidrio del espejo desde el interior con desesperación sin conseguir romperlo. A pesar de ser su hijo y de poseer sus poderes cien por ciento iguales a él y a su gemelo, no tenía rastros de maldad en su interior y por tal razón su padre y hermano lo despreciaban.
Luis despierta – ordenó su padre y el joven así lo hizo - Bienvenido hijo mío
Gracias padre – contestó este con una siniestra expresión, luego miró a su hermano que permanecía cautivo en el interior del espejo - Por fin me liberé de ti, ahora podré ser el que siempre quise ser y tú te convertirás en un simple reflejo –
Vamos hijo, hay mucho por hacer – diciendo aquello padre e hijo desaparecieron de la habitación - Adiós Iván.
¿Iván? Ese ¿era su verdadero nombre en serio? Así parecía; contempló a su padre y hermano irse. Se contempló los dedos comprobando que no tenía la joya hecho que lo calmo porque no deseaba tenerla. Pero la influencia de su padre seguía controlándolo ya que en esos momentos se encontraba encerrado en esa prisión sin salida. No quería seguir encerrado, desde que su padre apareció en su vida todo se ensombreció. Por más que lleve su sangre él no era una mala persona ¿habría alguien capaz de poder ayudarlo?