Guerra de Dioses Vol. 1 (el Guardián de los Mundos)

Capitulo 7 (El Guardián de los Mundos)

CAPITULO 7

El Guardián de Los Mundos.

 

D

ejando el pasado atrás volvemos al presente, al momento en que los chicos siguen a la Diosa Gea al montículo donde estaba su trono. El trono de Gea era muy sombrío y rustico para una anciana tan delicada y hermosa como ella, era un trono de roca compuesto por varias lajas con pequeños brotes de hierbas en su asiento. Donde la Diosa reposaba los brazos cuando tomaba asiento en el trono, había extrañas escrituras talladas en la roca, jeroglíficos que hacían lucir ese asiento aún más antiguo y frio.

--¡No le teman a Qilin y a Kitsune, son muy dóciles con las personas de buen corazón, vamos, vengan aquí y toquen el trono!, ¡Aten a su corcel cerca de la fuente para que beba un poco de agua, estaremos fuera un buen rato!—Les indicaba Gea al trio de chicos que se acercaban al aposento donde la Diosa y sus guardianes los aguardaban.

Al subir lentos y temerosos, los jóvenes se acercan al trono, la anciana les indica que posen sus manos sobre el ancestral asiento, Lux y Jana se sitúan a cada extremo del trono y Keiko justo detrás del espaldar del mismo, mientras la pequeña gatita negra aferra sus garras en los brazos de Lux. Los Guardianes de Gea se sentaron a los pies de su ama, después de esto los ojos de la Diosa brillaron y ese brillos destello en toda la habitación, segundos después ya el trono con todos sus ocupantes habían desaparecido.

Mágica y asombrosamente el trono y todos sus ocupantes aparecieron en un hermoso jardín, arbustos y varios árboles frutales adornaban el lugar, un estanque con nenúfares era lo que resaltaba en aquel apacible y tranquilo jardín, flores enormes que se abrían ante la presencia de los visitantes dejaban salir de su interior pequeños cuerpecitos alados, eran pequeñas y brillantes hadas que salían de los capullos florales y revoloteaban por el lugar, conejos, ardillas, zorrillos y cervatillos salían de entre los matorrales a recibir a Gea, mariposas y aves volaban y se posaban de un árbol a otro como nubes de colores en el cielo abovedado de aquel sitio.

--¡Bienvenidos al Amazonas, mi pequeño rincón especial, mi santuario!—Explica la anciana mientras se levanta de su asiento y es guiada por sus guardianes hasta un tronco caído cerca del estanque.

--¿Cómo llegamos hasta afuera, como salimos del Templo?—

--¿Quién ha dicho que estamos afuera?, ¡El Amazonas es un lugar dentro de mi Templo, este es un pedazo de mí!—Decía la Diosa sentándose en el tronco caído acariciando al Qilin mientras el Kitsune bebía agua del estanque.

La Diosa Gea levanto sus manos e hizo aparecer un largo bastón hecho de una madera que daba la sensación de ser hasta más antigua que la misma Diosa. Alargo sus brazos con el báculo y toco la superficie del estanque con una piedra brillante que éste tenía en la punta. De golpe una explosión de agua salió del estanque y dos burbujas del tamaño de un sillón salieron de las aguas que se encontraban ondulando de forma vertical, las burbujas flotaron hasta donde Gea yacía sentada y al rozar el suelo se reventaron dejando mostrar dos figuras extrañas para los ojos de los jóvenes que aún seguían maravillados con la belleza y extravagancia de aquel jardín.

Aquellos seres eran dos pequeños niños que no parecían tener más de 10 años, uno era un chiquillo de cabello rojizo, vestido con pieles, con una pequeña coronilla en su alborotado cabello, una flauta dorada en su cintura y unas largas alas parecidas a las de una libélula las cuales sacudía para quitarse el rocío que las cubrían. La otra figura era la de una niña con cabellos y ojos como la miel, una tiara de diamantes que encajaba perfectamente en su delicada cabeza, una pequeña arpa de cristal con hilos de plata, un hermoso y delicado vestido parecido a los pétalos de una rosa que con las finas y frágiles alas de mariposa que tenía le daban un aspecto delicado y tierno.

--¡Ellos son Oberón y Titania, mis protegidos, y los que algún día se convertirán en los protectores del Bosque de Ávalon!—

--¡Si, si lo serán, ellos son los Reyes de las Hadas!—Decía Lux interviniendo en la presentación que Gea daba a sus pequeños aprendices. La pequeña gatita salto de los brazos de su ahora joven dueño e intentaba agarrar a los dos pequeños Dioses que se alzaron sobre el suelo.

--¿Pero cómo pareces conocer a todos en este mundo si tú dices venir de otro universo?—

--¡Veras Keiko, en mi mundo los Dioses y las criaturas mágicas que aparentemente viven aquí en Carema son protagonistas de muchas historias y leyendas, siempre me han fascinado las distintas mitologías de mi mundo, desde niño los seres fantásticos han estado presente en mi gracias a los relatos de mi abuela, hay cosas que desconozco pero muchos de los seres de aquí los conozco por sus mitos y hazañas!—




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