CAPITULO 11
Escapando del Fuego.
E
n algún lugar entre las nubes flotaba el gigantesco e imponente Valhalla. En la parte trasera del enorme Castillo, había elevación de rocas de donde caía una hermosa y sonora cascada de agua con un extraño tono color rosa, parecía una cascada de vino burbujeante que luego se convertía en una pequeña laguna rodeada de pequeños arbustos de fresas y moras, en algunos puntos en las orillas de la laguna había columnas y pilares de mármol y ramas de enredaderas que se enroscaban por todas las columnas creando diseños hermosos que eran adornados con botones y capullos de rosas azules, había asientos hechos de cristal cuyos diseños eran únicos entre si y pequeñas fuentes con estatuillas lanzaban sus chorros a las aguas de aquel raro paisaje, justo al lado de una fuente la Reina Ainara admiraba el paisaje y las mariposas que revoloteaban sobre las flores.
--¡No te preocupes tanto mama, si tú dices que esos jóvenes nos salvaran estoy seguro que si lograran hacerlo!—Le Dice el Príncipe Odín a su madre ofreciéndole una copa con Ambrosia, el líquido del cual estaba hecha la laguna, un líquido que le permitía a los Dioses mantenerse fuertes y mágicos, las aguas de la cascada de Ambrosia estaban cargadas de las creencias que los mortales depositaban en los Dioses, por ello debían conservarla y tomar un poco de esas aguas para seguir existiendo.
--¡No estoy preocupada por los nuevos Alders, estoy preocupada por los Dioses, muchos ya se están desesperando y creen que el Ocaso llegara pronto, la muerte de Anastasia abrió las puertas del Tártaro, si el nuevo Guardián no aprende las 7 magias estaremos perdidos!—
--¡Sabes que ningún ser puede dominar todas las magias, y mucho menos la oscura, Anastasia no pudo y no creo que su nieto pueda lograrlo, apenas lleva dos días en Carema, además ya Buda les fue a explicar lo que deben saber sobre las 7 magias!—
Justo después de decir esto un torbellino de arena y fuego aparece detrás de la Reina Ainara y de Odín, y los cuerpos de Buda, Fobos y Deimos caen inconscientes en el césped de aquel pacifico paisaje.
--¡Maldición!, ¿Qué rayos sucedió?—Corrió Odín para ayudar a su herido amigo. --¡No te acerques madre!—
--¡Estoy bien amigo, estoy bien!— ¡Debes encerrar a esos dos, aún están con vida!—
Odín se levantó dejando a Buda recostado en el suelo, se acercó a Fobos quien estaba tirado boca abajo, y de una patada le dio la vuelta para poderlo ver a los ojos.
--¿Por qué atacaron a Buda?, ¡Contéstame maldito o te convertiré en polvo!— El Príncipe levanto su puño para atestarle un golpe fulminante al malherido e inmóvil Dios.
--¡Odín detente, esta indefenso!—
--¿Indefenso madre? ¡Estos son los traidores que se aliaron al Ser Oscuro, estos son los traidores que no dudarían ni un minuto en arrancarte el corazón y llevárselo a su amo, ellos no merecen tu piedad!—Gritaba Odín furioso mientras señalaba a los heridos cuerpos de Fobos y Deimos.
--¡Su hijo tiene razón, ya usted no es mi Reina, le sirvo al Ser Oscuro, y haremos todo lo posible por destruir a los Dioses del Valhalla!— Se reía Fobos mientras se retorcía de dolor. Pero sorprendentemente y sin esperárselo Deimos se pone de pie y lanza una rayo de fuego directo a Odín y la Reina.
Pero fue un intento fallido, de la nada un shuriken en forma de flor de metal choca contra el rayo y lo desvía. Sobre una de las altas columnas una hermosa figura con cabellos largos y radiantes como el sol, vestida como una Diosa guerrera y sosteniendo un puñado de shurikens en sus manos estaba Valkiria, una de las Diosas de la Guerra.
--¡Sabía que no podíamos confiarnos!—Grito Odín mientras usando una velocidad sorprendente corrió hasta Deimos golpeándolo con tanta fuerza que su cuerpo choco contra una de las columnas del macizo mármol quebrándola en dos.
--¿Se encuentran bien?— Preguntaba la hermosa y ágil guerrera. Valkiria era una chica que comandaba un ejército de jóvenes Diosas preparándolas y entrenándolas para luchar, llevaba una botas de cuero hasta sus rodillas atadas por una delicada cinta de terciopelo, una falda de flecos plateada que ondeaba al viento al igual que sus rubios rizos, sus ojos de un azul tan claro que casi se confundían con espejos que admiraban el cielo y unos guanteletes de seda llenos de las flores shuriken y que dejaban al descubierto sus dedos.
--¡Si, estamos bien, pero Buda necesita ayuda!—Decía la Reina mientras se acercaba al rechoncho Dios quien estaba gravemente herido con golpes, laceraciones y quemaduras en todo su cuerpo.