CAPITULO 15
Lanzas y Espadas.
E
n la actualidad, los Duendes más jóvenes tomaron de la mano a Demerise y Jana y las guiaron hasta un tronco que servía de asiento ofreciéndoles bayas y frutos cortados en una gran hoja redonda que usaban como bandeja.
Kobolde vendaba su brazo herido mientras la Diosa Circe cruzada de brazos caminaba de un lado para otro observando al grupo de jóvenes mortales. Ella había accedido a ayudarlos a recuperar el cofre con el Speráre pero a la vez estaba insegura sobre si ellos podían hacerle frente a los Trolls, se supone que los Dioses no deben intervenir con las luchas de los mortales, ella se estaba debatiendo en si debía ayudar a esos chicos ya que su participación podría acelerar aún más el Ocaso y poner en peligro su propia existencia.
Lux y Keiko notan la desesperación y la duda presente en la cara de Circe, el joven Guardián decide acercarse a la Diosa y le pide ayuda nuevamente para recuperar el cofre con el Speráre. La Diosa detiene su caminar y mira directamente a Lux a los ojos y le hace saber que está dispuesta a ayudarlos a enfrentarse a los malignos Trolls, pero el temor de intervenir en el libre albedrio y unirse a ellos puede apresurar la llegada del Ocaso, Circe les explica a los jóvenes Alders parte de la profecía donde se indica que los Dioses no deben involucrarse en las luchas de los mortales, no deben hacer uso de sus poderes para ayudarlos o de lo contrario hasta su propia vida estaría en peligro, solo podían manifestar su magia ante seres que realmente crea en los Dioses.
El príncipe de los Duendes interviene y le indica a Circe que no tiene nada de qué preocuparse, él se unirá a los chicos para ir tras los Trolls, solo le piden a la Diosa Hechicera que los acompañe, su presencia sería un punto a su favor ya que los malvados monstruos creerían que la Diosa está ahí para ayudarlos. Circe acepta y decide acompañarlos, pero les advierte que no intervendrá en su lucha, ella es una de las Diosas que por temor dejo el Valhalla y ha estado por muchos años ocultándose en distintos bosques de Carema tratando de alejarse y protegerse del Ocaso.
Kobolde se dirige a lo que parecía ser su trono y toma una larga vara con una piedra ámbar en su punta y adornada con varias hojas y plumas que colgaban de ella, en una lengua extraña incomprensible para los Alders, el príncipe da un pequeño discurso dirigido a todos los Duendes de su pequeña aldea. Jana sabía que el Duende hablaba en la lengua Ghuármun, y con cada frase que éste decía la joven chica le traducía al resto de sus compañeros.
--¡Él les dice a su pueblo que por varios años han vivido escondidos buscando la forma de salvarse del Ocaso, pero que ellos no son los únicos que luchan por sobrevivir, el Valhalla entero está arriesgándose para ayudar a los jóvenes Alders a salvar a todos en Carema, ya basta de esconderse, llego la hora de ayudar, los Duendes no serán unas criaturas que solo se esconderán en los bosques, ahora ayudaran a salvar a su mundo!— Tras traducir lo que gritaba el príncipe de los Duendes todas las demás criaturas gritaban y brincaban con júbilo en sus voces, todos apoyaban al Príncipe y los Duendes guerreros se preparaban para unirse a los Alders y pelear contra los Trolls.
--¿Están hablando el antiguo idioma de Carema?—Pregunta Keiko a Jana tras oír a la chica traducir las palabras del Duende.
--¡Así es, es el idioma que todos nuestros ancestros hablaban siglos atrás, pocos pueblos siguieron hablando esa lengua, lo único que predomino el pasar de los años fue nuestra escritura Kitara, conozco la lengua porque mi abuelo me la enseño!—Le explicaba nuevamente Jana a sus compañeros quienes la veían de forma extraña, a la chica parecía estarle gustando adentrarse cada vez más al mundo mágico.
Una docena de Duendes alzaron sus afiladas lanzas y formaron una especie de formación frente a la hoguera con las miradas hacia su Príncipe como esperando las órdenes para actuar. Kobolde les entrega a los chicos cuatro lanzas, largas y puntiagudas que al moverlas parecieran cortar el aire a su alrededor y la Diosa Circe asentando la cabeza parece afirmar el inicio de dicha búsqueda. Con desenfreno el príncipe de los Duendes levanta su lanza, y tras un grito de guerra da la señal a su pequeño ejército para adentrarse al bosque, Circe y los Alders siguen a Kobolde mientras aplausos y silbidos alientan a los guerreros que se dirigen a una inminente batalla.
El robo por parte de los Trolls había hecho que un extraño, único y peculiar grupo se formara, los 4 jóvenes encargados de detener el Ocaso eran guiados dentro de un oscuro bosque por una docena de guardias Duendes y su vivaz príncipe, seguidos por una enigmática Diosa que se debatía en intervenir o no si la situación se salía de control. La lluvia se volvía hacer más fuerte y la fría brisa soplaba con fuerza, la tierra mojada bajo los pies de todos hacia que su caminar fuera lento y con mucha dificultad, la única que iba de una forma ágil era Circe quien levitaba en el aire y esquivaba las ramas y el denso follaje con facilidad.