Emma Bradley
Me desperté y la punzada en el costado de mi cabeza se hizo presente, gemí de dolor en cuanto quise levantarla un poco más para ver el lugar donde me encontraba. Fruncí el ceño cuando me acostumbre a la oscuridad que producían las cortinas cerradas, a la par percatándome de donde estaba.
Fui ahí cuando caí en cuenta de que aquel lugar le pertenecia a mi querido hermanito.
Yo estaba... En el cuarto de Christian. En la cama de Christian, más bien.
Pero el dueño de esta habitación ni siquiera se encontraba a mi lado. Suspiré pesadamente y queriendo salir de la cama, lo conseguí. Antes de poner los pies en el suelo la puerta se abrió y Christian apareció con una bandeja de comida.
—Despertaste.
—Me duele todo. Supongo que no te aprovechaste de mi. —Este río y dejando la bandeja sobre la cama se arrodilló ante mí pasándome unas pastillas y un vaso de agua.
—¿Acaso estás dudando de tu encantador hermano?
—Para nada, solo quería cerciorarme de que aún puedes soportar el tenerme aquí y no hacer nada, ¿Cómo es que le dices? Ah, cierto. Autocontrol. ¿Es eso lo que dices tener? —Mirándome fijamente, le sostuve la mirada.
Por mucho que Christian me atrajese, aún existía en mi aquella incomodidad de tal solo pensar que ambos habiamos nacido de la misma madre.
Aquel dolor de estómago, que mucha gente diría que es asco.
—Jamás te tocaría Emma —Fruncí el ceño, ¿Molesta? ¿Acaso se le había acabado el amor por mí tan rápido?.— A me..
—No me digas, de todas formas me da lo mismo. Mientras más alejado de esos estupidos pensamientos, mejor para mí. —Le ví suspirar y levantandose del suelo, pude tomarme las pastillas junto al agua que me habia ofrecido.
Mientras bebía el agua le miraba atentamente. Él muy cretino si que era un Dios, y era eso lo que más detestaba y me jodía a la vez, se parecía mucho a Alexander, el porte, la presencia, la postura de un puto dios griego, pero mi mejor amigo era gay, y no podia jugar con eso. En realidad no quería lastimar a Christian.
Negué bajo su mirada, no percatándome de ello. Dejando el vaso, él volvío a abrir la boca.
—¿En qué piensas?
Negué nuevamente y haciendo una mueca cogí la tostada de linaza que reposaba sobre el plato en la bandeja y le dí una mordida.
—La verdad en nada. Mi cabeza está a punto de explotar, y la cosa es que no me acuerdo de nada. —Mordiendo nuevamente la tostada le miré, Christian quien yacía con los brazos cruzados pero al escuchar mis palabras, sorprendido, las bajó lentamente.— ¿Qué? No me vengas a decir que abusaste de mi y ahora no me acuerdo.
—¿Qué pasa si así hubiera sido? —Habló cogiendo la taza de café humeante.
—Diría: —Esperé a que se llevara la taza a la boca antes de hablar, una vez que lo hizo, le solté:— Ven y hazme lo mismo que me hiciste anoche. —Susurré con voz seductora, bromeando.
Este al escucharme escupió todo el líquido, causando que yo explotara en carcajadas, bueno en realidad en dolor y risa a la vez. Las ganas de reírme me producían peores puntazadas que cuando me levanté de la cama, pero aún así me valió ver su cara seria, tratando de encontrar algo que decirme, esto me hacia olvidar el martirizante dolor de cabeza.
—No pasó nada entre tú y yo, pero sí pasó con Tiffany, debo decir que no eres mejor que ella. —Sonreí, sabiendo lo que hacia.
Mi hermanito querido quería dejarme en jaque, pero yo sé jugar mejor que él. Disculpa yo soy aquí el sexo femenino, la que cae no voy a ser soy yo.
Gateé sobre la cama y me acerqué al costado en donde el se encontraba. Y jalándole de la corbata le acerqué a mi boca.— Hermanito, lo que no puede darte Jiraffany, puedo dártelo yo. No digas que ella es mejor que yo. Hermano no te engañes, sé perfectamente que por dentro estás a punto de retractarte. —Jalando más su corbata, rocé levemente sus labios con los míos.— Ella no provoca en tí lo que yo sí. Ella no te llena, como yo si te podría llenar, y no lo puedes negar.
Sonreí mirandolo directamente a los ojos, viendo como no me equivocaba en nada de lo que le dije.
—¡Mi niña! —Me aleje de inmediato viendo aparecer a mi padre en la puerta— ¿Dónde estabas?
Sonreí como niña buena, y antes de levantarme de la cama y echarme a correr a los brazos de mi padre, me volteé a ver a Christian quién no apartaba la mirada de mí.
—Jaque mate, idiota. —Susurré, para luego correr a abrazar al ser que me odiaría por el resto de mis días si se enterase de aquellos impuros comentarios que le acabo de decir a su hijo.
Sí, a su hijo. No a su yerno.
Unas horas después
—Chicos venid.
Escuché el llamado de mi padre desde mi habitación. Así que sacándome velozmente los audífonos, corrí hasta la puerta, donde Christian apareció saliendo del baño.
—¿Qué sucede? —Pregunté
—Ni idea. Pero puede ser que nos comenten el aniversario de la empresa, que lo harán en navidad. —Murmuró pensativamente apoyado en el umbral de la puerta con los brazos cruzados.
—Y no tenías ni idea.
Chris rió y saliendo de su comoda posición, me indicó con la cabeza que acudieramos al llamado de nuestro padre. Bajamos las escaleras, yo detrás de él, y caminamos a paso lento hacia el salón donde se encontraba aquel matrimonio sonriéndose mutuamente, sin saber lo que verdaderamente estaba pasándole a sus hijos.
Al vernos bajar cada uno se sentó junto a ellos, Christian al lado de mamá y yo sobre las piernas de mi papá, como toda una niña de papi. Toda una señorita obediente, que no debía tener pensamientos impuros hacía su hermanito.
—Verán chicos, el aniversario de la empresa por esta vez será en la misma fecha que navidad. Los socios lo han decidido. —Mire a Christin y le sonreí, había tenido razón.
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Editado: 04.01.2021