Nuestra historia es compleja, por lo que trataremos de contarla con cuidado, para que su mente pueda procesar toda esta locura. Me llamo François Delacroix y mi compañero es Friedrich Mikelsen. Fred (como le suelo decir) es un hombre de pocas palabras. En parte por su historia, que ya desarrollaremos. Pero empezaremos por mi historia, que es menos complicada.
Todo comenzó básicamente desde que soy un bebé. Nací y fuí abandonado en Grenoble, una ciudad de Francia cercana a los Alpes. La ciudad es conocida por sus museos, universidades, centros de investigación. También he oído que es una base de los Juegos Olímpicos de Invierno. La ciudad tiene teleféricos que la conectan con el cerro La Bastilla.Cuenta con una población superior a los 150 mil habitantes, pero además es el centro de un conglomerado de localidades que suman más de 600 mil habitantes.En esta ciudad llueve casi 106 días por año, y también registra nevadas en los cerros. Debo reconocer que me abandonaron en un lugar muy bonito. Resulta que fui colocado en una canasta con algunas frazadas y eso fue todo, sin nota de despedida, sin nombre, sin contactos. Nunca he sabido el porqué y realmente a esta altura de mi vida me dá igual. Lo interesante es que desde el momento en que fui abandonado mi vida cambió radicalmente y jamás he tenido una "vida normal" como el resto de las personas. Ahora, prepárense porque lo bueno está por empezar. Esto sonará extraño pero fui rescatado por un hombre que es como un ninja. Aclarare algunas cuestiones: él no es un ninja, sino más bien un guerrero de una orden milenaria. Su nombre es Paul Delacroix (de allí mi apellido) y fue quien me crió y me convirtió en quien soy hoy. Él suele decirme a menudo que yo me crucé en su camino por alguna razón extraña… lo suele atribuir al destino, a que todo pasa por una razón. La verdad es que no se si se trata del destino, de Dios o de la pura casualidad del caos del universo, sino que lo que importa aquí es que me crió como un hijo y por eso siempre estaré agradecido. Pero también crió a un guerrero, un guerrero destinado a algo tan importante y secreto que nadie podía saberlo. Cuando íbamos a Grenoble o a alguna pequeña comunidad cercana al Templo, no podía hablar de quién era ni de dónde venía. Tan solo debía evitar establecer contacto con las personas y si por algún motivo se daba una conversación, tan sólo debía mentir. Y eso era todo. No había muchos niños en el templo, ya que la mayoría eran más ancianos o simplemente eran adultos. Estar allí era algo nuevo para niños como yo y decidieron entrenarme desde que era pequeño, para que cumpla con el gran propósito del Templo. No me adelantare porque tengo mucho que contar primero.
Abril de 1998- Templo Sagrado, Alpes Franceses.
Paul salió a buscar provisiones para el templo y quede a cargo de Cyrille Beaumont, quién me ayudaría a entrenar. A veces solía pensar que Cyrille era un poco callado pero me agradaba. Recuerdo que me llevaba a escalar la montaña, hasta poder ver las ciudades que había cerca de la cordillera. Siempre me contaba cómo había llegado allí y siempre me gustaba oír sus historias.
-Cuando era más joven, mis padres habían muerto en un accidente de autos y yo quedé solo en el mundo. En cierta forma no encontraba mi propósito y decidí irme de mi pueblo, huir hacia las montañas… y encontré el templo- decía, recordando aquellas épocas. - Aquí me recibieron, me alimentaron y me entrenaron… Me dieron un propósito y eso salvó mi vida.
Contaba de muchas travesuras que hizo durante su adolescencia por aquí, con su mejor amigo Grégory Leclair, a quién llamaba Greg. Y luego conocieron a mi padre… a Paul, ya que no conozco a mi padre biológico. Y los tres eran el trío del desastre. Los más ancianos andaban detrás de ellos todo el día, pero con el paso del tiempo se volvieron grandes guerreros y hoy defienden al templo de las amenazas. Son los tres mejores guerreros que se ha visto en mucho tiempo y eso ha permitido mantener el templo seguro y oculto del mundo. La realidad es que su ubicación es remota, y es raro que alguien encuentre el templo. Suelo pensar que si el Templo no quiere ser encontrado, no lo encontraras. Pero a veces es aburrido estar aquí. Siempre fuí de ese tipo de personas que es curiosa por naturaleza y siempre busca saber más, ver más, experimentar más y conocer todo lo que me rodea. Según Paul, los niños naturalmente son curiosos pero yo superaba todos los límites. Si había un pico de la montaña más alto, quería llegar a él; si veía un animal nuevo para mí, me acercaba para verlo. Era sermoneado todos los días por mi padre, por los ancianos del Templo. A veces Cyrille me sermoneaba pero no era su estilo: él solía aconsejarme, empatizaba conmigo y eso era agradable. En fin, Cyrille me dijo que debíamos ir a entrenar con un Sanshaku bō, que es un bastón de un metro aproximadamente. Me ensañaba algunos movimientos que me permitieran controlar el bō como una extensión de mi cuerpo, para tener total control sobre él. Practicabamos básicamente movimientos de rotación y desplazamiento con el bō. Al principio solía ser frustrante, ya que yo quería aprender a luchar contra otras personas. Cyrille, con la mayor paciencia del mundo, solía decirme que los guerreros sabios no pelean por impulsos, y que jamás buscan una pelea innecesaria o injusta. Él me recordaba que aprender todo esto no servía para herir a los malos sino para proteger a los buenos, usando la fuerza de los malos en su contra. La pelea de un guerrero es más mente que cuerpo, y si tu mente esta en paz, tus movimientos fluyen con paz. Así, puedes sentir cada latido de tu corazón, cada inspiración y exhalación, cada sonido que te rodea. También puedes sentir esto de tu rival, sentir sus miedos, sus enojos, sus debilidades y fortalezas. Lo único que debes hacer es tener paz en tu mente y serás mucho más eficiente que alguien cegado por el enojo y la ira. En esos estados, la gente no puede pensar con calma, con paz, sino que se nublan sus sentidos y su combate se torna ineficaz, y eso es lo peor que puede hacer un guerrero. A mi me tomó un tiempo entender esto: en parte porque solo era un niño, y por otro lado porque mi necesidad de saber más y acaparar más siempre vencía mi lado racional y pacífico.