Gueto de Agujas

Andrea, recuerda quien fue.

Hacia la fila para retirar de los cajeros aunque ya sabía con cuánto capital contaba trescientos treinta y cuatro con cincuenta, bastante nerviosa la angustiaba la necesidad, la necesidad de no mostrarse necesitada ante el alto mando o pagaría las consecuencias.

 

La pequeña niña rubia frente a ella la miraba aterrada y se aferraba con arrojó al ropaje prístino de su madre, le recordaba tanto a sí misma años atrás. Alrededor cada cual en su nebulosa, el deber ser, ser fríos tanto como la temperatura de las 4:44 de la madrugada que es la hora común de empezar la jornada después de las nueve es hora de mediocres.

 

De vuelta a la fila y las manos sudorosas que rápidamente eran secadas por la espeluznante congelación, introdujo sus datos y el número en la pantalla ya lo conocía trescientos treinta y cuatro con cincuenta, escaso, miro a su lado y su semejante corría con mejor fortuna, a decir verdad una suma cuantiosa, ella ni se enteró del hurto ni las maneras en que esa tarjeta bancaria llegó a su poder.

 

Se retiró de la agencia arrepentida del acto, sobre ella caía cuál puñal la mirada madura de pupilas dilatadas de dicha hija.

 

Regreso a la agencia y temblando dijo haberse encontrado la tarjeta tirada, los operadores dijeron que no había problema que antes debía pasar por la encuesta. Ella jamás se imaginó que saldría su némesis.

La llevó aparte o la lástima la pisada de sus lustrosas, gruesas y negras botas plásticas fue cuando tropezó con la pared, la tomó de la cabeza y empezó a despojar su indumentaria, si fueras testigo describirías la escena abusiva, siendo estás requisas habituales, fue innecesario revisar sus cavidades.

Forzada a volver al acomodó la solución a sus problemas llegaron fugaces. Yacía acostada frente al contenedor de desechos, tomaba alimento salubre del basurero más no lo engullía, enfrentó su miedo, morir o pasar hambre. La policía llegó tarde, cosa normal en todos los mundos y entre ellos la susodicha, pensaba podría postearla una y otra vez.

De súbito Andreíta ofreció una bandeja de entremeses esos cuidadosamente seleccionados de los desechos y los ofreció a la bruja del cuento.

- Tome comida, la comida no se desprecia Omega 433, pero eso ya lo sabe —sonrió bastante lúcida—

La receptora sintió hartazgo vomitando el contenido de su estómago y allí sentada al otro lado Andrea veía correr el karma de la medicina recetada, porque era prohibido despreciar un gesto noble, encontró un agujero en el sistema solo que utilizaron unos aparatos enormes de examinación, es evidente más dolorosos. Al acabar indagaron sobre el deber de la degradada ministra.

- ¿Escasea sus bienes, operadora Cappa 518? —no sabiendo que recordaba su antiguo nombre y los anteriores derechos de ser tratados valiosos—

- Sí.

- Solucionado —mostraron una pantalla con sus datos y la nueva suma— ¿Requiere transporte?

- Sí, así es.

 




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