Paso numero dos:
El cliché de dar regalos es un intento desesperado de amistad. Pero puede funcionar si no sabes conversar.
Sólo, no te atrevas a regalarle un oso de peluche más grande que un ser humano a la persona que te gusta ¡Digo! Futuro amigo. Por favor.
Seguir hablando con él/ella y demostrar tu interés indirectamente puede ser una mejor opción.
(No nos hacemos responsables por posibles inconvenientes por haber hecho caso a los consejos de una novela juvenil)
(...)
Daniela golpeó con fuerza mi escritorio, para después mirarme con una radiante y enorme sonrisa.
—¿Podrías no golpear mi mesa?
—¡Te adoro!.
—¿Disculpa? —Alze una ceja con confusión.
—Ayer tuve una buena conversación con el nuevo —dijo emocionada, logrando sorprenderme un poco. Creí que no lograría nada de nada con ese chico—. Qué por cierto, se llama Rayan. Es un nombre raro. Él me dijo que su madre se lo puso porque es el nombre de un personaje de una novela y él ...bla bla bla bla.
—Ah ja ja... —Solte una risa nerviosa mientras bajaba la mirada. Hablaba demasiado y muy rapido.
Ni siquiera se porque la ayudo. Verla y escucharla hablar tanto sobre ésto me hace pensar si en verdad quiero ayudarla. Porqué bueno, ¿Yo qué se de estos temas? Nada de nada. Pero ella sigue hablando, tan emocionada que no puedo pararla.
—Por cierto. Hoy estará en el gimnasio, ya que tienen educación física. ¿Puedes preguntarle de mí? —suelta de repente, haciéndome reaccionar de una vez. La miró en silencio.
—¿Eh...?
Pone sus manos sobre el escritorio, preparándose para hablar de nuevo.
—No tengo tiempo para hablar con él ahora, en unos minutos tengo una clase de inglés yyyy... se que tú también tienes educación fisica. Y no me lo niegues, ¡estás en el mismo salón que él! —dijo con una gran sonrisa. Otra vez una sonrisa incomoda de mi parte.
— ¿Acaso acosas nuestros horarios? —Bromee.
—Tus amigas lo hicieron por mí.
—Ah...
Siquiera pudieron preguntarme...
—Bien, ¡confio en ti! —Me guiño un ojo y salió con rapidez del salón. Justo después él timbre sonó. Suspiré y miré la puerta del salón, en silencio, no muy segura de que hacer.
¿Aqui vamos...?
—Tampoco estoy obligada a hacerlo realmente, no le dije que en verdad lo haria... —guardé mis cosas y salí del salón.
[...]
—¡Okey!, hoy tienen suerte chicos — Empezó a hablar el maestro. Yo empecé a ver alrededor, intentando encontrar a aquel chico—. Tengo que entregar algo a dirección y hacer otras cosas, por lo tanto, hoy no tendremos una actividad específica —El alivió de la clases sono por todo el lugar—. Pero asegurense de hacer alguna actividad, cómo jugar con algun balón o algo; éso si llega a venir algun docente. ¿Entendido?
Él maestro asintió al escuchar el "¡Sí, maestro!" de todos, para luego retirarse de ahí.
—Tal cómo en la secundaria. Parece qué justo los astros se alinearon... qué suerte... —Dije sarcastica. No debiste confiar en mí Daniela.
Suspiré y empecé a caminar por ahí. Quizás si me pongo en una esquina lo encuentre, no se ve que sea alguien que tenga ganas de hacer deporte. Quizás esté sentado en una banca cerca de aquí o en algún otro lugar con sombra.
Mi atención se centro de repente en el suelo, al sentir algo golpear ligermente mis pies.
Era un balón.
—Lo siento —Un escalofrío me rodeo por completo. Esa voz.
Qué
Suerte...
Negué con la cabeza en silencio, pero para mi sorpresa él no parecia tener intenciones de irse, incluso empezó a hablar.
—Es la segunda vez que me topo contigo de esta manera, lo siento —Iba a responder pero él siguio hablando—. ¿Estás con alguien? —dice y yo lo miró sin entender. Su pregunta me confundió; Y la seriedad en sus ojos y voz hacia que entendiera otra cosa.
Negué con la cabeza. Eran tonterias.
—No.
—. . .
Desvíe la mirada, el silencio formado era incómodo. ¿Por qué me habló entonces?
—¿Cómo le dices a alguien qué quieres te acompañé para no estar solo? y evitar que ¿te molesten a cada momento?
Abrí los ojos con sorpresa, fue algo directo y al mismo tiempo no. Reí.
—No digas nada, entendi el mensaje —Pude ver como sonreía ligeramente, casi nada. Pero sonreía.
Pasó una de sus manos por su cabello y se dio la vuelta.
—¿Quieres sentarte?.
¿Porque... no me esta ignorando a mí?
Pensé mientras me limitaba a asentir con la cabeza en silencio.
(. . .)
—¿Por qué decidiste hablarme a mi? —Empeze a hablar después unos largos minutos de absoluto silencio.
Él me miró callado unos segundos más hasta bajar la mirada y responder;
—Eres la única que no alargó de más la conversación al toparte conmigo.
Tan normal que ni siquiera logró sorprenderme, sólo me hizo sentir rara. ¿Desde cuándo eso es bueno? Es la razón por la que me costaba conseguir amigos. Pero aún así, quise seguirle el tema.
—Ah... Es algo molesto, ¿no es asi? —solté en voz baja, volteo a verme al momento—. no me molesta que intenten hablarme, aunque sea por interés. Pero que te hagan preguntas tontas o metan temas incomodos... arruina la situación —sincero, mientras empiezo a mover mi pierna derecha con algo de nervios—Aveces puede hacerte sentir mal a ti mismo por no poder hablar con los demas...
—...
Y él sólo guarda silencio, mirándome lo suficiente serio para ponerme algo nerviosa.
—Al menos es mi caso... —dijo rápidamente —. Ah... lo siento, dejare de hablar.
—No —soltó, más rápido de lo qué pensaba, casi nervioso. Agachó la cabeza, mirando al suelo de nuevo mientras yo lo miraba confundida—. Esta bien. Sigue.
Me quede en silencio por un momento. Realmente me a dejado muy confundida.
Quizás deba cambiar de tema un poco.
—Entonces... —susurre, él volvió a mirarme, esperando atento mis palabras—. si es así... ¿Por qué aceptaste hablar con Daniela?