Pov Desconocido
Ese día podría matar a alguien.
Lo que le resultaba inconveniente porque se veía capaz de hacerlo y ya había pasado el suficiente tiempo en la cárcel para no querer volver a ese lugar. El que le dieran una oportunidad de limpiar su nombre siendo un jodida rata traidora era un mierda de la que debería estar agradecido aunque el trabajo últimamente se estaba volviendo más difícil de lo que esperaba.
Y ni siquiera tenía que ver con el hecho de ser un espía en una organización criminal con lo que se jugaba el cuello si era descubierto. Lo cierto que era que el encargo de su "jefe" era lo que amenazaba con hacerlo perder la cabeza.
Tenía que cumplir órdenes de dos imbéciles opuestos, uno podría decir que un general de la policía y un líder de una banda peligrosa no tenían nada en común, pero que tenían la misma maldita vena dictadora y la capacidad manejarlo por completo a su antojo. Estuvo cabreado por ser una jodida marioneta por un tiempo, pero comenzaba a llevarlo mejor hasta ese maldito día en que le asignaron perseguir a una niña de un lado al otro como un perro faldero .
Si, él había hecho muchas cosas feas pero tenía sus límites. Es por eso que no se dejaba de repetir que debía ser profesional en esto. Porque aquella sería su última misión, entonces sería libre y se podría ir lo más lejos posible de toda esa mierda en la que se vió envuelto de un día para otro.
Encima, su trabajo era tan aburrido que lo hacía desear ser uno de los estúpidos lamebotas del "jefe" que aunque a veces le metieran un balazo en el culo, por lo menos era más divertido que estar sentado todo el día mirando a una chica que tenía una vida de lo más ordinaria y normal.
Ella era ordinaria.
Si...Su cabello tan negro, qué se veía cedoso y brillante con la luz era una cosa de lo más común. Era delgada y esbelta. Encima su cara no tenía ninguna gracia porque se podría perder en el montón.
Aunque bueno, si tenía que ser sincero tenía que admitir que su piel se veía algo perfecta. Así como estaba seguro que todo su cuerpo lo sería...
No.
No.
Mierda.
Y esa era la maldita razón por la que ese encargo estaba sobrepasando sus límites. Sus pensamientos se desviaban y de repente se encontraba delirando e imaginando cosas que solo se le cruzarían por la mente a un acosador enfermo. Y él no lo era. Si. Era un criminal en sus tiempos libres pero no llegaría jamás ese nivel.
Él era diferente.
Así que desvió la mirada mientras la chica subía los dos escalones de la entrada de esa casa que había vigilado por más tiempo de la que un hombre cuerdo debería.
- Joder, mira, mira esas piernas. Que preciosidad... - y si, era el tonito pervertido de su inesperado compañero el que lo estaba haciendo sopesar sus opciones y considerar que tan mal le iría si mataba a alguien.
Apretó las manos contra el volante porque era lo único que podía hacer para no reventarle la cabeza a golpes. Y por si se lo preguntan, no. No era porque esa chica le importaba en lo más mínimo. Claro que no era porque se sentía protector con su encargo, a la qué tenía que vigilar todos los días. No. Sería por la simple satisfacción de hacer que ese imbécil cerrará la boca de una puta vez .
Pero no podía hacerlo. Golpear a uno de sus compañeros podría resultar sospechoso y arruinaría el trabajo de meses.
El "jefe" todavía no confiaba en él como el General esperaba, y ese era el motivo por el que tenía que soportar a ese idiota unos días más. Le dieron una explicación sosa cuando lo pusieron como su compañero que fingió tragarse para no alargar la situación, pero él era más inteligente que eso. Era nuevo en la banda por lo tanto era sospechoso de toda la fuga de información y las pérdidas esos últimos tiempos. Claro que el "jefe" no contaba con que su empleado tuviese tan poca capacidad cerebral y que el que lo estuviera vigilando no había impedido que él siguiese cooperando con la policía.
Solo tenía que jugar con su insaciable glotoneria y confiar en su crónica holgazanería para tener unos minutos a solas.
- ¿Tienes hambre? Conozco un lugar de comida mexicana
El calvo con tatuajes en la cara levantó la cabeza por fin interesado en alguien que no fuera su objetivo.
- No te puedo dejar aquí solo. Tengo órdenes.
Se notaba que intentaba parecer responsable pero quería que le insistiese. Así que le dió el gusto.
Todo por deshacerse de él.
- ¿Qué puede pasar? Ya viste que esa chica se la pasará todo el día dando vueltas en su casa.
Para su desgracia, se sabía toda su rutina. Los miércoles se quedaba con una profesora encerrada en una oficina una hora completa. Lunes, martes y jueves otra hora en otro salón practicando piano, lo sabía que porque un día la perdió de vista y tuvo que acercarse más de lo que le gustaría a una puerta entreabierta y por dos segundos pudo vislumbrar su rostro concentrado en el teclado.
Por último, y esto era reciente, los encuentros con Daniel Goldstein (por supuesto que lo investigó) luego de las clases. Aunque no quería pensar en ese pintorsito de cuarta.
- Vamos hombre, también tengo hambre.
El calvo hizo como si lo estuviera pensando y decidió que el horario de trabajo era buen momento para los tacos. No tardó en bajarse de su camioneta sigilosamente y meterse por una intersección para no ser visto.
Por fin pudo respirar bien. El perfume barato del tipo le daba náuseas.
Cuando volvió su vista a la puerta se sorprendió al ver su pequeña figura saliendo de la casa, miró la angustia reflejarse en sus ojos y luego desaparecer de nuevo entrando a la casa. Sonrió cuando ella abrió la puerta de nuevo y está vez caminó hasta la acera con gesto decidido.
- Interesante - dijo en voz alta.
Era la primera vez que la veía salir de la casa sola y sin que hubiera un Uber o un taxi afuera esperándola.
La chica se detuvo unos segundos la calle mirando hacia la nada y por un momento temió ser descubierto. Aunque era imposible dado que el auto que le asignaron era muy discreto, con vidrios polarizados y estaba estacionado junto a otros en un lugar de parqueo. Pasaba desapercibido. Avanzó unos mettros luciendo muy insegura, para después, como poseída, cambiar de postura y alzar la cabeza caminando erguida.
- Está chica es una joya - no pudo evitar decirlo risueño.
No podía seguirla en el auto por la baja velocidad a la que tendría que ir para estar a su altura.
No tuvo más opción que caminar unos metros atrás de ella y asegurarse de que no lo viera
Casi no pudo creerlo, incluso y para su vergüenza, se sentía un poco orgulloso de ella, parecía estar ganando una batalla personal.
Mientras intentaba simular que era un simple transeúnte y perseguía a una pobre chica que no había hecho nada malo para merecer el tener un vigilante todo el tiempo encima de ella, se preguntó que carajos estaba haciendo con su vida para terminar así. Aunque pronto se arrepintió.
La introspección no era nada agradable. Así que se concentró en ella.
Sabía su nombre, pero decirlo o siquiera pensarlo se le hacía demasiado personal. Darle un nombre sería darle un espacio en su vida, como si ella de alguna manera fuese parte. Prefería mirarla como lo que era, un simple encargo.
Le resultó curioso que aunque mantenía la frente en alto, miraba con nerviosismo a todo con el se cruzaba.
Al mirarla por detrás también apreció algo que ya había notado antes: su andar era ligero, casi felino. Incluso resultaba atractivo para cualquiera.
Estaba seguro que era el tipo de persona que llegaba a una habitación y nadie la oía. Era casi como si se esforzara en ser invisible a pesar de estar a plena vista. Pero sus intentos eran inútiles, ella no sabía que aunque tenía una cara muy común, en realidad llamaba la atención, su presencia era imponente a pesar de lo frágil que se veía, simplemente era imposible quitarle los ojos de encima. Él mismo no se libraba de estar cautivado por ella.
No. ¿Cautivado? ¿Que le estaba pasando?
En fin.
Se movía entre la gente como un maldito ninja y hacía que de vez en cuando la perdiera.
Ella parecía ser la presa en una cacería que solo estaba en su cabeza. Le parecía irónico que no supiera que de hecho estaba en una.
¿Era un poco masoquista encontrarse fascinado en ese juego que ambos jugaban pero del que solo él era consciente? Si por supuesto que sí. Pero había aprendido últimamente lo complicado que era obligarse a sentir y comportarse de la manera correcta.
Si. Siendo un criminal te das cuenta que es más fácil arruinar todo que ir aferrado a la delgada línea del bien.
Por fin se detuvo frente al supermercado y entró. Esperó un minuto antes de ir tras ella.
No la miró directamente. Procuró vigilarle con el rabillo del ojo y curiosear en los pasillos contiguos por los que ella paseaba.
Se detuvo cuando se quedó parada dándole la espalda, frente diferente tipos de pastas. Su campo de visión a través de las estanterias que dividían cada pasillo era limitado.
Se podría decir que era lo más cerca que había estado jamás. Sabía que era arriesgado pero qué carajos. Se moría de curiosidad por verla y si tan solo se moviera un poco, ella también lo vería.Entonces dejaría de ser un desconocido.
Mierda "¿Eso de dónde salió?" se reclamó de nuevo.
No le gustó para nada la reacción que tuvo su propio cuerpo cuando se puso de puntillas para alcanzar la marca que estaba en la parte más alta y un pedazo de piel debajo de su blusita blanca quedó expuesto.
- Que puto enfermo...- se dijo para si mismo y dió la vuelta en otra dirección.
Ya que estaba por el lugar podría comprar algunas cosas que necesitaba, por el ejemplo una cuchilla de afeitar. Le gustaba llevar siempre su barba bien cuidada pero se había descuidado con eso de ser un perro guardián.
No recordaba la última vez que pisó el gimnasio o hizo ejercicio como se lo debía (Cuando se sentía a punto de desmayarse era suficiente)
Paseó por el supermercado llevándose tres cosas más y volvió en su búsqueda con cuidado de no encontrarsela por accidente.
Entonces el sonido de una risa femenina lo hizo detenerse.
No había escuchado el sonido de su voz tan nítido hasta el momento pero apostaría todo lo que tenía a que era ella.
Vaya. Su risa no estaba tan mal. Incluso se descubrió sonriendo por lo contagiosa que era. Vibrante.
Se asomó entre las estanterías buscando el motivo de su risa y bueno, resultó que estaba acompañada de un tipo con cara de que se metía buena mota y que se creía que era gracioso hacer voces.
-Siento mucho la impresión que te di -
decía ella - Últimamente no soy la misma. Pero créeme, estoy esforzándome por volver.
Maldita sea. No quería oírla hablar sobre como se sentía. Ella no debía ser una persona.
Pero al mismo tiempo...
"¿Quien carajos era él para merecer el que ella le hablara con esa confianza?"
- Entiendo. Pero ¡Hey! Si alguna vez tienes ganas de hablar o de reír un rato solo tienes que llamarme. Entre los chicos y yo podemos pasar un buen rato. Hacemos fiestas muy seguido.
- Lo voy a tomar en cuenta. Gracias por el ofrecimiento. Nos vemos.
Por supuesto que no iba a ir a ningún lado con ese tipo.
La había observado lo suficiente para saber que así no ocupaba su tiempo.
No iba a fiestas, a excepción de esa noche en la que... No quería pensar. Salía solo cuando iba de compras con sus hermanos y cuando se encontraba con Goldstein.
En sus horas libres se sentaba en un sillón justo a lado de la ventana y leía un libro aproximadamente unos treinta minutos hasta que se quedaba dormida.
De todas las fotos que estaba obligado a tomar de ella y su familia, en la que dormitaba con un libro en las manos era la que más veces la había revisado. La foto tenía algo que de alguna manera, le transmitía paz.
La chica pagó y salió con una bolsa en cada mano. Esperó a que desapareciera antes de pasar por la caja y hacer lo mismo.
Se preparó para tener otra persecución al estilo asesino serial al salir del supermercado.
Y sus ojos, que para ese momento ya se familiarizaron con ella y eran capaces de encontrarla en medio de una multitud. Se toparon con una situación que lo complicaría todo.
- Mierda ¿Que habilidad tienes para atraer a imbéciles? - hablar solo era lo suyo desde que se la pasaba horas encerrado en una camioneta.
Esa sensación tan conocida para él recorrió sus venas. La ira era su mejor amiga desde que era niño. El problema era que a menudo lo hacía cometer idioteces que tenían consecuencias. Prueba de ello era el tiempo en la cárcel.
Estaba jodidamente fuera de su control.
Lo intentó. De veras que intento dejar pasar al viejo hijo de puta que seguia a... Diana, a quien no le miraba el rostro pero podía ver su espalda tensa y el modo desesperado en que intentaba alejarse. Pero el tipo seguía acercándose a su oído con una sonrisa asquerosa diciendo quien sabe que clase de mierda. No. Diana no debía soportar más de eso en su vida.
Hizo falta solo que se atreviera a tocarla para que él dejara de ser el mismo.
A la mierda todo. Lo arreglaría como pudiera después.
Sus pies se fueron acercando con decisión hacia Diana, dispuestos a romper las malditos manos que estuvieron encima suyo.
Tenía el puño listo en su mano cuando de repente ella lo empujó con fuerza. El movimiento sorpresivo agarró con la guardia baja al tipo que seguramente no se imaginó aquello y su culo golpeó el suelo.
- ¡Zorra! - le gritó a la espalda de Diana que se alejó corriendo.
"Buena chica" pensó.
Las personas que atestiguaron todo apresuraron el paso y él supo que en definitiva también habría un lugar en el infierno para aquellos que solo veían y no intervenían en situaciones como esa.
Él en cambio, se ganaría su puesto por lo que estaba a punto de hacer.
Le ofreció una mano a aquel desperdicio humano ayudandolo a levantar.
- Estas zorras... Ya no se aguantan nada - dijo como si él pudiera entenderlo tomando su mano.
Mientras se levantaba, aprovechó el impulso para dar el primer golpe.
Y fue en ese instante en el que su puño impactaba en su nariz, cuando supo que la protegería a toda costa.
Y que esa decisión sería su perdición.
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Editado: 31.03.2024