Capítulo 6 Rosa malva
Puedo considerar nuestro encuentro como destino, puedo considerarlo como el sueño que siempre tuve, lo consideraré como me dé la gana, pero, ¿Cómo algo que quiero repetir? lo siento… la primera vez me lastimó suficiente.
Segundo día de clases, secundaria Seek, New York, martes 29 de septiembre, 2015.
La misma rutina.
Desperté, me duché, me puse ropa, me peiné, me cepillé, algo de maquillaje para ocultar mis pecas y serví mi desayuno; que terminé no comiendo, y finalmente me fui a la escuela.
Los abuelos intentaron que me riera en el desayuno, lo hice por ellos. Reí, aunque en ese momento quería llorar. La maldita costumbre me tiene harta, quiero hacer algo más que simplemente molestarme por cada pequeñez, más que llorar por cada minúscula cosa, más que ser yo.
De camino a la escuela paso por una floristería, sinceramente no sé porque entro, sin embargo, la manera de la decoración parece tan delicada que me llama de manera directa.
—Buenos días, soy Jane, bienvenida a Soul’s Spring, ¿Cómo puedo ayudarla?
—Yo —no sé qué responderle a la chica en silla de ruedas que está frente a mí—... quiero una flor.
Sí que soy idiota. Ni modo, que quisiera un Picasso o una pizza. Ella está hablando de que tipo de flor o lo que sea. Estoy en una floristería “¿Qué más podrías querer, Petra?”
La idiotez que me cargo...
—Entiendo —sonríe amable—, ¿Cuál es la ocasión? ¿Un enamorado? ¿Una fiesta? ¿Una celebración?
Muevo mi cabeza de lado a lado con timidez —Ninguna.
—Entonces, ¿Qué necesitas? —la chica con apariencia y atmósfera de paz sigue sonriendo.
—Tristeza —susurro—. Eso sí. ¿Y si quieres llorar, pero no sabes por qué? ¿Tiene algo para eso?
Ella guarda silencio un poco.
—Sí, creo que quieres una rosa malva. Tengo algo así.
—¿Una rosa malva?
—La tristeza en su máxima expresión floral —confirma con belleza.
¿De verdad existe algo así?
—Mira —ella toma una rosa de color morado claro, se veía delicada. Está rodeada de girasoles, claveles, quizás hasta camelias, vi unas magnolias, y debo admitir, que aunque los colores de las demás tienen sus encantos… el color de la rosa Malva puede cosiderarse el más melancólico, ¿Por qué nunca había escuchado sobre una rosa que fuese no romántica, no tierna, sino… triste?
—¿Por qué esa flor?
—Mi hermano las ama, según él denotan la tristeza de alguien puro. Simboliza la tristeza, la nostalgia, una estocada al corazón... Un sentimiento no expresado.
—La rosa malva… ¿Es muy vendida?
—Es de las menos vendidas, pero mi hermano las sigue comprando. Así que al igual que el resto de las flores que nadie compra, cuando les llega su hora él sale por la calle y las regala a quienes vea. Obviamente, la rosa malva es de la que más cantidad queda. Mi hermano las sigue comprando aunque casi no tiene demanda, es su favorita.
La tiento con la yema de mis dedos… ¿Por qué nunca me he encontrado con esa persona dando flores?
—Quiero una, por favor —susurro.
+
Una estocada al corazón… Sí que tiene razón la chica, porque mientras más la miro, más ganas de llorar tengo, ¿Cómo puede una rosa ser así? Es decir, a lo largo de los años he visto como los enamorados, los pretendientes, las celebraciones, en todo eso siempre usan rosas, pero… estas se ven perfectas para entregar en un funeral, o ante una pérdida, porque parecen como si alguien se le hubiera roto el corazón encima de una rosa blanca, y el dolor se le hubiese trasmitido…
Al llegar a la escuela, quizás pude haber disimulado un poco, pero cuando vi a Cecile en el grupo de Jules, sentada, sonriendo, viéndose perfecta, fue un pequeño recordatorio, y eso no me deja contenerme.
Hoy he aprendido que las rosas malvas me representan en la vida.
Por estar pendiente a ella, me he tropezado.
La flor… Hayes la ha pisado.
¿Cuál es su placer al molestarme?
—¡Hayes! ¡Mi rosa!
—¿Qué? ¿Esa cosa?
—Sí, esa cosa —le dije con enojo.
¿¡Por qué lo único que me estaba haciendo sonreír tenía que ser aplastado?!
—¡Déjame en paz, por Dios!
¿Cuál es el plan del universo para hacerme llorar?
—¡Ey! ¡Petra, espera! —me grita cuando salí corriendo.
No le presto atención.
Me escondo en el lugar menos habitado de este lugar: la biblioteca, entre el pasillo de los libros de autoayuda y las recetas de cocina, exacto, el sitio más solitario. Mis manos ya están frías, mi respiración comienza a agujerear su normalidad y ¿Así se siente caer? Esta era otra manera de parpadear, existía la positiva, que era cuando tu alma titileaba por felicidad, y existía la negativa, esta… cuando te apagas. ¿Cuándo volveré a encenderme?
Me siento impotente, triste, rara, rota, estrujada, dolida, ya quiero volver a ser niña, quiero volver a ser yo.
—¿Petra?
Ay no.
—Quiero estar sola —susurro volteando la cara.
—Petra —la voz de Clover se suma.
—¿Estás bien?
—¿Pueden dejar de preguntarme si estoy bien?
—Pero... ¿Lo estás?
—¡No! ¡No lo estoy! ¡Estoy harta de que me lo pregunten!
—Petra... —Sophie se acerca a mí y Clover me mira sorprendida.
Desde que nos conocemos nunca me han oído gritar, llorar sí, pero nunca gritar.
—Lo siento... —me disculpo sin dejar de llorar, en este punto no puedo dejar de hacerlo—, lo lamento tanto.
—¿Estás bien, Petra? —me cuestiona Clover algo paralizada y Sophie la mira casi angustiada —Lo siento.
—¿Quieres hablar?
—No...
—Bien, solo llora, estamos aquí, nena —se sienta a mi lado, sin miedo de manchar su hermoso vestido Anker blanco. Sophie siempre me entiende —Ven aquí.
Me recuesto en su hombro mientras ella acariciaba mi pelo.
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Editado: 26.09.2023