He venido al cementerio, otra vez. Pero no tengo el valor de enfrentar la tumba de Petya ahora que sé que es mi papá. Tampoco la de Nora, ahora que él no está.
He venido al cementerio, otra vez y me quedo solo mirando desde la acera sin adentrarme en el podado cesped verde y las grisáceas lápidas.
He venido al cementerio, otra vez pienso en él.
¡Cómo desearía jamás haber venido ese día!
Hubiese perdido el conocer a Thomas, perdido el tener la oportunidad de besarlo, pero… también me ahorraría este nudo en mi pecho. Siempre supe que la canción Tears in heaven me llevaría a un lugar que jamás podría sacar mi corazón, pero… no creí que fuera la ruptura.
Veo unas pocas, menos de tres personas, salir del lugar y mis inmóviles piernas se cercioran de seguir así.
Entre ellas me llama la atención una delgada figura, pálida y tierna, de pelo negro largo y vestido blanco. Está bajando con cuidado una rampa en su silla de ruedas.
Es Jane.
Jane Bernard.
Cierro los ojos con dolor cuando recuerdo el día de nuestra cita, que la conocí. Los aprieto cuando eso me lleva a pensar en el día que Demien y Clover dejaron de ser amigos, porque ese día la mencionaron y ese día Thomas lavó mi pelo.
Sus manos por mi lacerada piel… son como su presencia sobre mi lacerada alma.
No pienso abrirlos por varios segundos, pero entonces, decido verla, porque es lo más cerca que estaré de él.
—¡Petra! —me llama con su dulce y melodiosa voz.
Preparo mi mejor sonrisa.
—¿Jane? —se acerca y para evitarle esfuerzo a sus brazos entonces camino yo hasta ella también, nos encontramos en el intermedio del lugar, apenas yo teniendo que adentrarme unos pequeños pasos dentro de los límites del cementerio.
—Que gusto verte, Petra.
—Lo mismo digo.
—He venido a darle a mamá las buenas nuevas… aunque ya él vino.
Ah, sí, las buenas nuevas.
—Ya veo…
Juego con la camisa larga que llevo puesta.
—Y… ¿Cómo has estado?
—Bien —respondo rápido—. Estoy bien…
—¿Qué haces en el cementerio…?
—Suelo venir a relajarme aquí —le digo—. Sí.
No quiero contar que vengo a ver a mi padre biólogico, no quiero que Thomas se entere de esas cosas.
—Es bastante tranquilo —me contesta mirando hacia dentro—. ¿Cómo te has…?
—Lo estoy manejando —zanjo su buena intención—, estoy manejando todo, Jane, gracias.
—Lamento que tengas que pasar por esto.
—Yo también.
—Sé que debes juzgarlo… yo también lo haría, ¿Sabes? Yo… me da miedo que creas que él es malo. Thomas es… ¿Cómo lo digo? Es la persona más delicada de conozco. Y sé que quizás fueron las secuencias de sucesos menos ideales, pero…
—Jane, lo aprecio —le digo, poniendo mi mano sobre su hombro.
No llores… no llores, Petra.
—Estaba destrozado al irse.
No parecía.
—Petra, lloró toda la semana que tuvo antes de irse.
—¿Por qué llora si cumplirá su sueño? —intento que mi voz no sea irónica, pero… no funciona.
—Porque te perdió.
Prefiero el silencio cuando sé que las palabras me harían llorar, así que eso le doy.
—Aunque una decisión sea lo que sabes que quieres, igual puede doler.
Duele más saber que fuiste la decisión que no se tomó.
—Ese sueño significó todo para él. Siempre ha sido así. No sabes las veces en las que se quedó desvelado esperando esa convocatoria, o cómo estudió cómo loco. Su sueño le ayudó a salir de la adicción cuando de verdad creí que perdería a mi hermano. Petra, tiene dos años sobrio y… se propuso cumplir aquello.
Me lastima escuchar esto. Porque, uno, yo casi hago que no cumpla su sueño, dos, no hice que me eligiera a mí.
—Crees que es mentira, pero mira —rebusca entre su bolso rápidamente y saca un libro, delgado y grande—, esta es nuestra madre…
Con miedo extiendo mi mano hasta el objeto y entonces, en la página que ella me señala veo a una mujer hermosa, con piel porcelana y cabello ondulado y largo; idéntica a Jane, solo que la última lo tiene completamente lacio. Ella está sosteniendo una banderina, un pequeño logo y entonces, un diminuto Thomas juega con unos juguetes de jardinería a su lado. Ella se ve feliz de hacer esto. Ella se ve contenta y plena.
Es el logo de la universidad de Londres.
—Y mira esta… —Señala otra página. Esta vez está solo ella. Sostiene una carta junto a su cara, con una sonrisa que casi atraviesa sus huesos maxilares— aquí recibió la beca, unos años después… Tras muchos intentos, al final, fue aceptada en el programa que siempre quiso.
Mis ojos se aguan. Nora en serio quería esto.
—Y esta última —pasa tres hojas con una mano temblorosa—; justo aquí, apenas unos pocos meses después de que tomamos esta foto, la quimio comenzó a hacer efecto sobre su cabello, estaba más delgada, todo lo vomitaba, lloraba cuando dormíamos o mis hermanos lo hacían… mamá en serio sufrío sentir que moriría y sentir que moriría sin cumplir su sueño.
Y es cierto, se nota. La sonrisa de las otras dos fotos ha bajado. Aún intenta estar ahí, pero ya no es tan fuerte como las de antes. Igual sostiene una banderina al lado de su cama, con el logo de la universidad y el logo de la facultad. Un pequeño Thomas está sentado al lado de ella, justo debajo de la banderita y la señala, en sus ojos se ve la promesa de algo…
—Thomas la vió morir —me dice—, no apelo a tu humanidad ni a misericordia. Solo… no quiero que odies a mi hermanito —toma aire—. Él la vió morir. Papá ese día me fue a buscar a práctica de ballet, solo Demien y él estaban con ella. El doctor nos dijo que no la dejaramos sola, porque en cualquier momento partiría… nos quisimos dar prisa, pero no fue suficiente. La última persona que la vió fue él, él escucho sus últimas palabras. Demien dormía y mamá le dijo que no lo despertara, papá no estaba, yo no estaba, los abuelos no estaban… solo él. Y ella le pidió que no fuera como ella, que cuando pudo en su juventud, por miedo, no siguió el consejo de su esposo y no cumplió su sueño. Cuando decidió hacerlo… ya no pudo. Ella le dijo que siguiera sus sueños hasta que despertara de la vida y entonces, pudiera morir en paz.
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Editado: 26.09.2023