Estaba en mi habitación, ensayaba un beso por mi propio brazo. Mechita, Lauri y yo veíamos la telenovela de la tarde y nos había comenzado a preocupar, el no saber cómo dar nuestro primer beso.
Aunque ninguna de las tres tenía novio aún, anhelábamos que llegara ese momento y nos preguntábamos quién sería la primera. Teníamos solo doce años, pero muchas de nuestras compañeras ya se jactaban de salir con chicos y hablaban de la importancia de saber besar.
Yo lo que hacía era ensayar por mi propio brazo los movimientos que solía ver en las telenovelas, me aseguraba de que nadie me viera, por supuesto, pero ese día me había olvidado de cerrar la ventana, que era por donde Tomy hacía su aparición constantemente en mi cuarto.
—¿Qué demonios haces? —fue su pregunta cuando me vio.
Yo tardé en voltearme a verlo, creo que la sangre de mi cuerpo se me subió a la cara y me puse más colorada que un tomate. Mi corazón comenzó a latir acelerado y no supe qué responder.
Tomy entró por la ventana como siempre, y se sentó en mi cama.
—¡Creo que deberías dejar de hacer eso! —grité enfadada.
—¿Hacer qué? —inquirió él confundido.
—Entrar sin avisar. Podrías entrar por la puerta —añadí.
Tomy frunció el ceño y negó, no lo comprendía. Hacía muchos años atrás, un día que mi madre me castigó y me prohibió jugar con él por dos días, nos dimos cuenta de que él podría entrar a escondidas. Saltaba la muralla bajita de hacia atrás de la casa, y se escabullía hasta mi ventana, que no era alta, así que yo solía dejarla abierta para que él ingresara.
Obviamente mamá y papá nos descubrieron un tiempo atrás, pero no le dieron importancia. Hasta hacía unos días, que escuché una conversación de mi padre con mi madre.
—Mi papá cree que ya no debes entrar a mi cuarto —dije repitiendo lo que había escuchado—. Dice que ya me estoy volviendo adolescente y que tú eres un chico y yo una chica —admití.
—Siempre fui un chico y tú una chica. ¿Qué ha cambiado ahora? —inquirió sin comprenderlo.
—Supongo que ya tengo pechos y uso sostén —admití y él se echó a reír.
—¿Y? ¿No es eso normal?
—Bueno… supongo que le preocupa que hagamos cosas aquí —susurré.
—¡Qué asco! —exclamó él y puso cara de que iba a vomitar—. ¡¿Qué cosas podríamos hacer?! —preguntó.
Yo solo me encogí de hombros. Tampoco entendía mucho el miedo de papá, mamá le había dicho que hablaría conmigo, pero hasta ese entonces, no lo había hecho.
Tanto Tomy como yo ya sabíamos algunas cosas en esa época. Cosas de adultos, como solíamos decirlo. Habíamos aprendido sobre sexo en la escuela y también cada uno había hablado algo con sus respectivos padres. La mamá de Tomy le había dicho que debía respetar a las chicas y que el sexo era algo que debía ser consentido por ambos, que nunca debía hacer nada con una chica que no quisiera estar con él y que debía cuidarse, para no embarazar a nadie. A mí, mamá me había hablado de la regla, que en aquel entonces aún no me llegaba, y me había dicho que el sexo era algo que debía ser practicado con amor y cuando conociera a la persona indicada, también me había dicho que debía cuidarme, entre otras cosas.
Tomy y yo nos contábamos todo, así que habíamos compartido también aquellas conversaciones con nuestros padres, y como ninguno de los dos sabíamos cómo se hacía aquello en realidad, decidimos buscar algún video en internet que nos explicara un poco la cuestión. Pero apenas lo vimos, nos dio asco, y mucha risa, así que dejamos de verlo y no volvimos a hablar del tema.
Hasta esa tarde…
—Entonces, ¿qué hacías? —preguntó.
—Nada… —respondí.
—¿Desde cuándo no me cuentas todo? —quiso saber y yo negué.
—No es nada importante, Tomás.
Solo le decía Tomás cuando estaba enfadada o se ponía pesado, así que no insistió.
—Venía a buscarte para ir a jugar futbol a la plaza, ¿quieres venir? —preguntó.
—¡Claro! —respondí y luego de sacar los botines y las medias, lo acompañé. Él salió por la ventana y me esperó afuera y yo fui a despedirme de mis padres.
—¡No tardes! —dijo mamá—. En una hora estará la cena.
Fuimos a la plaza y jugamos con unos amigos del barrio, yo era la única chica, pero siempre había sido así. Me trataban como a uno más de ellos, decían sus groserías y hacían sus bromas pesadas frente a mí como si no estuviera, o como si fuera parte de ellos. Los varones eran algo asquerosos, debía admitirlo, les gustaba hacer competencia de pedos o eructos, y aunque yo me reía, me seguía pareciendo asqueroso.
Por eso, esa tarde, cuando acabó el partido y comenzaron con sus juegos estúpidos, le pedí a Tomy que me acompañara a casa.
—Debo irme ya, mamá me pidió que no tardara —dije y él asintió.
Caminamos en silencio mientras la noche ya había caído. Eran tiempos de calma, vivíamos en un pueblo chico y tranquilo. Y cuando estábamos en la esquina de nuestras casas, vimos a su mamá besándose con un hombre.
—¿Quién es? —inquirí y ambos nos escondimos tras un arbusto para poder observar.
—Se llama Sergio y creo que es su novio —murmuró con algo de tristeza.
—¿Te pone triste eso? Tu papá ya tiene novia, creo que es justo para ella que rehaga su vida —respondí.
—Lo sé, pero… supongo que no había perdido las esperanzas de que volvieran… El hecho de que mamá esté con alguien lo cambia todo —admitió.
—Supongo… —admití.
Tomy bufó y se sentó en el suelo, recostándose por una pared, siempre atrás de los arbustos tras los cuales nos ocultábamos. Sus ojos se pusieron rojos y una lágrima se quiso escapar. Él no lloraba nunca, era fuerte y siempre se mostraba frío, parecía que nada lo lastimaba, que nada lo perturbaba, pero yo sabía que eso solo era una coraza. Conmigo no era así, conmigo era dulce, cuidadoso y tierno.
—Estaba probando a besar —dije entonces como una tonta, no sabía cómo animarlo así que pensé en distraerlo.