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Campbell VS DNF
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Vanessa.
Mis ojos viajaron del reporte en mis manos al hombre mirándome fijamente desde el escritorio frente a mí. ¿Podía estar más nerviosa que furiosa? No lo sabía, pero lo iba a averiguar. —No hay ningún error. —espeté sabiendo que solo estaba molestándolo aún más.
— Revisa de nuevo, Campbell. —mi apellido en su boca solo me hacía querer golpearlo con mi zapato. Lastima que no era de tacón para enterrárselo en el ojo.
— Elijah. —suspiré, mordiendo mi lengua y sopesando las palabras que seguirían. —Ya lo revisé tres veces en los últimos treinta minutos. —asintió. —¿Y?
— Está mal. —fue lo único que atinó a decir, sin dejar de mirarme desde su lugar.
Escaneé su movimiento al tomar la botella de agua junto a su mano derecha y llevarla a sus labios, tomándose el tiempo de tragar lentamente sin dejar de observarme con atención.
— No lo está. —refuté.
Este hombre me estaba colmando la paciencia y eso era decir demasiado.
— Revisa de nuevo.
— No. —enarcó una ceja por mi audacia, e incluso yo misma me di un par de palmaditas mentales por hacerlo.
Si, no harás eso cuando tengas un pie fuera de su oficina, específicamente en la calle con todas tus cosas.
— Revísalo de nuevo, Campbell.
Mis ojos llameantes, se fijaron en él, completamente furiosa mientras me ponía de pie. —Deja de llamarme así.
— Te llamaré Vanessa cuando dejes de actuar como un miembro de tu jodida familia y te ganes un nombre en esta oficina. —me espetó sin inmutarse. Me estaba probando y el teatro que estaba armando le estaba funcionando porque poco a poco sentía como la calma que durante las últimas dos semanas me había tocado sacar, se destruía con cada palabra que salía de su patética boca.
Dos semanas.
Catorce días y aún no había podido hacer algo bien a sus ojos, a los ojos del señor perfección. Todo estaba regular, normal, pero nada perfecto. Siempre faltaba algo y tras quemarme las pestañas toda la noche, pensé que esta vez obtendría por lo menos algo mas que esta mierda de mirada audaz y reprobatoria que estaba recibiendo.
— Eres un idiota. —solté de mala gana sin poder contener el insulto. Claro que el hecho de que te dijeran la verdad a la cara no debería considerarse como tal.
Su carcajada se hizo presente. —Siéntate. —lo hice.
Sus pasos se acercaron mientras que se colocaba a mi lado, su dedo índice apuntando a un punto en específico del papel en mi mano. —¿Qué?
— Es una coma.
— Se eso, tengo ojos funcionales en la cara. —dije sin mirarlo.
¿Ahora me enseñaba los signos de puntuación?
¿Qué?
¿Estaba en primaria acaso?
— No va una coma, va un punto, Campbell.
— ¡Es lo mismo! —me puse de pie de nuevo, enfrentándolo.
Sus ojos grises se encontraron con los míos retándome a gritarle de nuevo. —No lo es. —bufó. —Tienes garras, pero eso no te llevará a ningún lado si sigues de terca impidiéndome guiarte. —permanecí en silencio. —¿Ves? Mucho mejor. Esa boca se ve mucho mejor cerrada mientras prestas atención a lo que te digo. —sonrió y mis ojos se entrecerraron en su dirección. —Cualquiera en mi lugar te habría despedido por gritarle, pero no lo haré, ¿sabes por qué?
Sacudí la cabeza.
Al ver sus ojos esperando una respuesta, simplemente suspiré. —No.
— Porque le prometí a mi hermano que te haría un nombre y lo haré. —soltó. —Ahora, ¿Qué te dije de esa falda?
Escondí mi sonrisa. Desde que me había espetado lo horrible que era mi ropa, eso solo incrementó mi deseo de seguirla usando. Estaba actuando como una niña, pero no me arrepentía. Si le daba cáncer en el ojo por mi falta de sentido para la moda, me daba completamente igual.
— Que te encantaba.
Rodó los ojos y se apartó de mi lado, volviendo a su escritorio. —Quiero el informe para hoy, completo, sin tachones y sin errores. —abrí mi boca para refutar, pero la cerré de golpe al notar que, si lo hacía, me mantendría aquí hasta que lo repitiera tres veces y ya eran casi las cuatro.
No lo terminaría, lo sabía. Por lo menos no dentro de mi horario laboral.
— Claro, señor Brown. —enarcó una ceja. —Idiota.
— Lo sé, eso suena más como tú. —sonrió. —Aunque debo decir que no esperaba que me lo dijeras a la cara y para tu martirio, incluso me gusta el apodo, me estoy acostumbrando a el. —río con desgano. —Fuera, Campbell.
Sin querer escucharlo más, salí de su oficina aventando los documentos cuando llegué a mi escritorio. La foto de Val y yo de hace cinco años en Australia dándome la bienvenida desde la esquina de la mesa.
Comprobé mi celular, resignándome segundos después a que no obtendría respuesta de mi hermana por tercera vez en este mes.
¿Qué demonios le había hecho?
Éramos gemelas, y un día simplemente nos volvimos desconocidas.
Su vida estaba en Milán y apenas si venía de visita de vez en cuando para hacer enojar a Jeremy o a papá. En este punto no sabía a ciencia cierta cual de mis dos hermanos odiaba mas al otro y como siempre yo estaba en la mitad.
— ¿Quieres algo de comer, Ness? —levanté mi mirada, encontrándome con los amables ojos de Tam. La recepcionista de Elijah había tenido la paciencia de un santo antes de que yo llegara si había tenido que tratar sola con el bastardo arrogante de la oficina tras de mí.
— No, el señor ogro me pidió un informe para hoy y no creo que me de tiempo de respirar mucho mientras lo arreglo. —bufé.
— A veces es un idiota. —se burló. —Pero es el mejor.
— ¿Solo a veces? Permíteme tener mis dudas. —volví mi atención a los documentos, sin saber exactamente por donde comenzar.
¿Por qué no me escapé de casa a los dieciséis?
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Editado: 18.08.2024