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Intensidad
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Elijah.
Repasé su espalda apenas cubierta hasta la mitad por la sabana blanca, su cabello caía a un lado y mis dedos se enredaban en el a medida que me acostumbraba a la sensación de tenerla junto a mí en este momento.
¿De verdad me había casado?
En efecto.
Mi anillo de bodas relucía en mi dedo anular mientras pasaba de arriba hacia abajo por su piel.
Una madrugada entera no me quitó la fascinación por su cuerpo tal como imaginé que sería. Tal y como se lo aseguré. Me volví un adicto no solo a su piel, sino a los sonidos que salían de su boca cada vez que se desmoronaba entre mis brazos, me volví un adicto a toda ella y de allí no había escapatoria, lo sabía.
Se removió en su lugar y lentamente aparté mi mano al verla incorporarse y dedicarme una sonrisa soñolienta que me aceleró el maldito corazón. Anoche no estaba borracha como la primera vez que la tuve junto a mí en una cama, pero la sensación de temor solo se esfumó cuando su mano se levantó y se paseó por mi pecho desnudo con timidez.
— Buenos días. —esperé a que ella hiciera el primer movimiento, tratando de que los recuerdos de la ultima vez salieran de mi cabeza. Sus labios tocaron con suavidad los míos mientras su mano sostenía la sabana contra su pecho. —¿Sucede algo? —ahora era ella la que mostraba preocupación.
Mi mano tomó su cuello y la atraje de vuelta a mi pecho, haciendo que soltara un chillido y dejara ir la tela que cubría su desnudez. —Buenos días, señora Brown. —su sonrisa apareció chocando con mis labios cuando la besé con fuerza. —¿Dormiste bien? —asintió alejándose un poco y tomando impulso en mi pecho para sostenerse.
— ¿De verdad lo hicimos?
Sonreí con suficiencia. —Llevo preguntándome lo mismo desde que me desperté.
— Bueno, anoche estuviste demasiado ocupado en otra cosa como para que la sorpresa te llegara. —se burló, mostrándome un lado suyo que jamás había visto. Una Vanessa juguetona y burlona me recibía cubriendo su timidez.
— No te escuché quejándote. —envolví mi brazo alrededor de su cintura e instándola a que se subiera sobre mí. Su coño desnudo chocó con la tela de mis pantalones de chándal cuando lo hice.
— Tam estaba llamando. —fruncí el ceño, dedicándome a repasar la piel que mis manos tocaban en su espalda. —No alcancé a atender. —se encogió de hombros restándole importancia.
— Ya la llamaré en unas horas. —asintió y el nerviosismo llenó sus ojos. —¿Sucede algo? —mordió su labio inferior incomoda e intentó bajarse para ser atrapada con fuerza por mis manos. —Vanessa...
— Papá también llamó. —sus ojos evitaron mirar los míos y esta vez se lo permití, si la obligaba a mirarme tardaría mas en decirme. —Me está esperando.
— ¿Para? —me tensé cuando fijó sus ojos en mí.
— Derek irá a cenar hoy. —mantuve la mirada neutral en mis ojos a pesar de que la mera mención de ese idiota me hacía querer reventar algo. —Le dije que lo pensaría ayer y sé que me buscará si no voy.
— No te pondrá una mano encima. —puse mi mano derecha en su cuello. —Eres mi esposa, Vanessa. Y no me gusta compartir. —sus ojos viajaron con furia a los míos mientras la sonrisa se extendía en mi rostro. —No pienses mucho en eso. —la atraje a mi pecho y besé su cabello. —De todas formas, no es como si pudiese dar con nosotros para variar.
— Solo es cuestión de que se entere de que me casé contigo. —afirmó. —Va a explotar de la rabia.
— ¿No quieres que se entere?
— Me gustaría esperar. —me miró, nerviosa. Probablemente creía que su petición silenciosa no me iba a gustar. No quería mantenerla en secreto, pero si me lo pedía eso haríamos. Prefería tenerla para mí solamente sin que nadie se enterara a tener nuestros primeros meses de casados llenos de problemas con el estorbo que tenía por padre.
— Si eso quieres. —besé sus labios obligándome a colocar una sonrisa para calmarla. —Llamaré a Tam. —me incorporé tensándome cuando sus piernas se apretaron contra mi espalda. —¿Sucede algo?
— Estás molesto. —reí con un tanto de ironía. —Elijah.
— No lo estoy. —dije con sinceridad. El hecho de que su padre nos diera problemas me ponía eufórico, pero la quería y aprendería a lidiar con eso. —¿Pides algo para desayunar mientras hablo a Tamara?
Asintió, pero aun así no me dejó ir. —Gracias. —fruncí el ceño y la encaré con curiosidad. —Por todo lo que hiciste por mí.
— No tienes que darlas. —me relajé un poco y besé su seno derecho. —Valió la pena. —me burlé, ganándome un suave golpe en la parte trasera de mi cabeza que solo me pegó aún mas a su piel. No me separé, solo recorrí su pecho con mi boca pegada sin tocarla, de tal forma que mi aliento daba directamente con ella sin un solo roce.
— No hagas eso.
— Yo no hice nada. —dije inocentemente. —Tú me pusiste aquí, además, —me obligué a alejarme y así poder apreciar su boca entreabierta mientras intentaba controlarse. —yo no soy el que me estoy aferrando a ti con mis piernas. —rodó los ojos y desenroscó las piernas. —Pide café, mucho café. —sonreí y besé sus labios dulcemente.
— ¿No crees que estás tomando mucho de eso? —enarcó la ceja mientras me miraba. Mantuve mis ojos fijos en su rostro y no bajé para encontrarme con su cuerpo desnudo. Tenía que llamar a Tam y por mucho que quisiera tocar, no quería que ella creyera que solo se trataba de sexo para mí.
— Pregunta si tienen escoces entonces. —me di la vuelta ante su mirada desaprobatoria y caminé a mi teléfono sobre la maleta en la esquina de la habitación.
Cinco llamadas de Tam me recibieron y una que otra de Edward. Mi hermano no entendía el significado de la palabra ignorar. Pensándolo bien tal vez si era buena idea mantener mi boda con Vanessa en secreto por un tiempo, él me mataría y la dejaría viuda si se enteraba que profané el cuerpo de la santa mujer que aguardaba en la cama donde habíamos yacido toda la madrugada.
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Editado: 18.08.2024