Halliester Bay Academy (academia para chicos problemáticos)

7. Señor ano flojo.

        Cada vez que el tipo hace el mas mínimo movimiento la cama cruje y a mí el corazón se me hace bola. Yo tengo que encontrar una forma de escapar de aquí, pero ahora mismo estoy pasando por un bloqueo creativo acerca de mis ideas de fuga.

         Escucho pasos y voces que cada vez están más cerca, mi primer instinto es meterme bajo de la cama o lanzarme por la ventana, aunque me contengo de ambas cosas.

         Me subo al colchón y me hago un ovillo.

         La puerta se abre de repente.

         —Sí, y le salían tentáculos por la boca, la nariz y las orejas...—dice uno con entusiasmo.

         —Tienes que buscar ayuda psicológica ¿Lo sabes no? —dice otra voz, una más suave pero profunda—, aparte, no nos importa con que te hagas tus pajas.

        —Seth sabe de lo que hablo ¿No es cierto, Seth? —vuelve a decir la primera voz.

        —Soy de descendencia coreana, pesado, el Hentai déjaselo a los japoneses. —interviene una tercera voz.

        —¿No son todos lo mismo? —pregunta la primera voz, entre risas.

        —Ja, ja, que gracioso.

         La litera de al lado comienza a crujir y los tres se han quedado en silencio unos segundos en los que he dejado de respirar.

         —Pero si regresó el señor ano flojo —un fuerte golpe hace que la litera se balance un momento—¡Estuvimos limpiando esa mierda, por casi dos días!

         Mi cuerpo se levanta instintivamente, no sin antes pegarme en la frente con una de las barras de metal que sostienen la cama de arriba.

         —Maldita sea ¿Cuál es tu problema? —me quejo, cubriéndome la frente con ambas manos, el dolor me recorre el cráneo— y ¿a quién llamas ano flojo?

         Me siento a la orilla de la cama y los miro con un solo ojo mientras me foto la frente con una mano.

         Hay dos chicos sentados frente a mí y uno en la cama de arriba, tecleando en una laptop a una velocidad fuera de lo natural.

          —Mierda, creo que me va a salir un bollo —mascullo para mí.

          —¿Ah? Tú no eres ano flojo —reflexiona el tipo. Junta las cejas.

         —¿Quieres dejar de decir eso? —pregunta con fastidio el chico asiático que está sentado en el suelo, con la espalda recargada de la cama.

        El otro lo mira desde arriba.

        —¿El qué?¿Ano o flojo?

       El asiático rueda los ojos.

        —Ambas —interrumpe el de la cama de arriba, sin dejar de teclear ni mirar la pantalla que se refleja en sus anteojos.

        —Como sea, tú no eres Colton —sigue el primero, volviéndome a mirar.

        Se levanta, estirando su cuerpo alto y atlético, se sostiene de la cama de arriba y se inclina para verme de cerca, más bien demasiado de cerca, me da la impresión de que espacio personal es un concepto que este no conoce.

        —¿Quién eres tú? —entrecierra sus ojos marrones, que están preocupantemente cerca de mi cara.

        —¿Quieren cerrar la boca? —una queja que viene desde encima de mi cabeza.

         El acosador se aleja, se desarregla el cabello oscuro que trae húmedo y mira la cama encima de mí.

         —Pero si es Axton —comenta— ¿ya volviste?

       —No idiota, soy un fantasma —masculla el rubio de los tatuajes.

       Primero veo sus piernas justo frente a mi cara y más tarde todo él desciende desde el camarote hasta estar del pie en el suelo. Por alguna razón este hombre le tiene alguna fobia a las escaleras o algo. Una especie de complejo de Spiderman.

         —¿Dónde te habías metido, Ax? —pregunta el asiático.

        —Por ahí —dice Axton.

       —Cierto, tú te fuiste a trabajo comunitario este fin —habla el que me acorralaba—, Axton pasó el sábado en la jaula.

        —El mejor guardando secretos —suelta Axton sarcásticamente.

        —¿Que secreto, compadre? Si se enteró todo el mundo —dice el muchacho de la camiseta blanca—, bueno, menos Seth, pero él siempre está de otro lado.

       —Como digas, Landon —sisea Axton.

      —El asunto es que este piromaniaco de porquería incendió la bodega de la tienda de su padre —un nudo se me forma lentamente mientras el tal Landon avanza en la historia— ¡En plena inauguración! Este hombre es mi puto héroe.

       Landon se balancea para abrazar a Axton del cuello, ahora ambos me tapan con sus espaldas.

        —¿Y lo enviaron a la cárcel? —escucho la voz del tal Seth.

       —¿Que te acaba de decir? —el chico de arriba, que solo suelta una oración o dos de vez en cuando interviene nuevamente.

        —Pues sí pero...¿Por qué hiciste eso? Quiero decir, después de lo que hablaste con tu papá creí que habían hecho un buen trato...

       Axton se arranca a Landon de un codazo en la costilla.

       —Eso no fue lo qué pasó, ya se lo dije a este bruto —aclara Axton.

       —Cabrón — se queja Landon.

       No me queda muy claro si llora o se ríe por el golpe, pero poco a poco se vuelve a sentar en el colchón de enfrente, sosteniéndose de un lado.

        —Axton se montó toda una historia donde una supuesta chica misteriosa le tiró el porro y lo hizo reventar la bodega —cuenta Landon.

       Trago saliva.

       —Pero fui por él a la comisaría —sigue— y adivinen qué, solo estaba él. Diles por qué, Axton.

       Axton se cruza de brazos y resopla antes de hablar.

        —Porque cuando me levanté ya se había ido. —refunfuña.

      Landon lo señala con los ojos bien abiertos y una sonrisa de dientes afilados.

       —Se volvió loco, se los digo.

       Seth niega con la cabeza y aprieta los labios.

       —¿Y la conocías de algún lado? —Pregunta Seth.

       —Una de tus ex locas, podría ser —agrega el de la cama de arriba, no despega los ojos de su laptop ni medio segundo.




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