Halliester Bay Academy (academia para chicos problemáticos)

20. El fruto del anticristo.

         Kast desapareció después de que seguí a Sor Beatrice a la oficina de la directora y me di cuenta de que no, él no ha hablado con ella, al menos no de momento.

        Procedo a hacer un baile sumamente ridículo entrando al cuarto nuevamente a pesar de que Seth y Landon siguen en él, Axton, Grayson y Liam han desaparecido. Brazos arriba, un par de golpes con las caderas, puñetazos al aire y hasta algo de twerking intenso.

        Los dos me observan, luego entre ellos se dan una mirada con las cejas juntas y para finalizar me vuelven a ver a mí y al espectáculo que me estoy montando, pero que no me importa en lo más mínimo, ya nada importa.

         —¡Eso es novato, muévelo! —me anima Landon.

         Lo tomo de la mano y lo atraigo para que se levante. Él me acompaña a bailar sin hacer preguntas, a pesar de que hace poco nos estábamos retando a muerte.

        A Seth se le sale una risita.

         —Oye, Jorden ¿se puede saber qué te pasa? —pregunta—, nadie nunca sale tan feliz de la oficina de la madre Aurora.

        —Pues yo sí —aclaro sin dar más detalles.

        Me lanzo sobre la cama dura y ruidosa a la que no me termino de acostumbrar y la abrazo con fuerza, después de todo esta es la despedida (a si, por cierto, Grayson se ha encargado de conseguir un colchón nuevo para mí hace poco). No más castigos, no más tipos intentando matarme, no más penes en la cara por las mañanas.

         Una mísera semana, aunque se ha sentido como una puta eternidad. Yo he sido fuerte, he aguantado a este infierno sin ningún rasguño y podría seguir haciéndolo, pero, Janna finalmente ha entendido que no puede vivir sin mí.

        Yo gano, siempre gano.

          Cuando la noche cae finalmente paso por completo de bañarme y hasta disfruto mi olor a sobaco por el simple hecho de saber que podré volver a ducharme en casa. No más tener que bañarme a la intemperie o esperar para hacerlo a oscuras a mitad de la noche. Solo ha pasado una semana y este lugar me ha traumado por completo.

        La mañana llega y soy la primera en despertarse, la molesta campana no ha sonado y no escucho a nadie lanzando bacinicas de orina, por lo que supongo que los fines de semana la rutina es otra.

        No me preocupo por arreglarme, simplemente me pongo los anteojos, me paso la mano por el cabello y cojo mi bolso de manos con mucha cautela mientras los chicos aun roncan, principalmente Landon, que parece se tragó un tractor.

        Doy un vistazo a mi alrededor, Landon está abierto de patas en ropa interior, Liam es reservado hasta para dormir, pues está cubierto de pies a cabeza, y con un retortijón en el estómago me empino un poco para alcanzar a ver el camarote de arriba. Axton no está, ya empezaba a acostumbrarme a ese misterio suyo y a su carácter de mierda, pero supongo que esta vez sí es un hasta nunca definitivo.

         No me gustan las despedidas, y que se yo, estos chicos me agradan, por lo menos algunos de ellos, pero es mejor así, desaparecer tan rápido como he aparecido.

        Miro las otras dos maletas que traje, las que preparó Janna, supongo que ya no voy a necesitar las cosas de chico que traje ahí, volveré a ser Jorden, Jorden chica, la no tan femenina pero que por lo menos no tiene rabo.

         Una de las monjas me acompaña por todo el pasillo hasta la salida sin invocar palabra.

         Al final de las escaleras Wyatt está recargado de la cajuela del coche, me ve con una media sonrisa y una ceja levantada.

        No digo nada hasta que estoy del todo fuera del alcance de la vigilancia de la señora.

         —¿Y? —empiezo, parada delante de él—¿Qué tal la vida sin mí?

         —Es un jodido paraíso —dice Wyatt.

        —¿Me extrañaste?

        —Ni un poco.

         Me abre la puerta del coche. Estoy tan feliz que podría saltar.

         Llegamos a casa en un santiamén.

         Suelto mi bolsa en la entrada y camino hacia la pared.

         —¿Ahora que se supone que haces? —pregunta Wyatt al verme aferrada a la puerta.

         —Abrazo la casa ¿Algún problema? —digo, abrazando y acariciando la pared y la puerta con los ojos cerrados, casi siento que se me sale una lagrimilla de felicidad.

        —Pensé que Janna te había enviado ahí para que te repararan, pero volviste más demente que antes. —Wyatt entra a la casa ignorando mi escenita.

         Termino de darle amor a los muros y corro hasta estar en medio del salón principal.

        —¡Estoy de vuelta, perras! —grito, el eco hace que mi voz se incremente.

         —Interesante... —murmura él.

         Subo corriendo las escaleras hasta llegar a mi cuarto. Mi cuarto, mío, mío y solo mío. Mi primer instinto es lanzarme al suelo y retorcerme sobre la alfombra para finalmente quedarme abierta de brazos mirando el techo.

         Estoy en casa.

         —Pero que escándalo, de verdad —se queja una voz que viene de mi baño.

         Levanto la cabeza sin pararme del suelo, la puerta se abre y de ella salen unos pies mojados que caminan hasta donde estoy. Recorro su complexión desde las uñas de los pies color rojo ofensivo, las piernas bronceadas perfectamente depiladas, una figura de muerte cubierta por una de mis toallas purpura y llego hasta su cara de confusión.

         Sus ojos marrones se abren más de lo normal y después se acerca un poco con la boca un poco abierta, sin entender.

         —¿Jorden?

         Me siento en el piso rápidamente y después me empiezo a levantar con torpeza.

         —¿Camille? —de pronto yo parezco más sorprendida que ella.

        Las dos soltamos un grito agudo que estoy segura podría romper más de una ventana y levantamos los brazos al aire.

         La toalla que lleva puesta se desliza, pero eso no la detiene para atraerme a ella y fundirnos en un abrazo.




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