¿Acaso eso que huele es humo o ya de plano me volví completamente loca? No, no es humo, no exactamente.
Salgo de mi último examen con los sesos fundidos, aquella olvidada y polvorienta neurona en existencia, sí, esa que se aferra a la vida a pesar de que ya no le queda fuerza, ha hecho todo a su alcance, y gracias a ella hemos llegado hasta aquí. Ultimo día de clases y de exámenes, soy oficialmente una superviviente.
Me recargo de espaldas contra la pared fuera del salón y dejo salir el aire, creo que he tomado ese examen sin respirar y recién me estoy dando cuenta, por esa falta de oxígeno constante es que mi pobre cerebro ya no da para más.
Los demás chicos también empiezan a salir, no tardan en hacer alboroto, finalmente han terminado los exámenes, esos monstruos terroríficos que nos tuvieron comiéndonos las uñas toda la semana pasada y estudiando hasta cagar ecuaciones y formulas.
Me enderezo para marcharme, necesito un buen baño y una larga siesta, no estoy muy de humor para celebrar las vacaciones de verano. Me paro en seco al ver a Sor Beatrice y otra religiosa tratando de calmar las cosas en el pasillo.
Me mira y yo a ella, pero no me sostiene la mirada por demasiado tiempo.
Sor Beatrice, ha pasado un tiempo desde que la vi por última vez, he estado muy ocupada como para pensar en ella y a la vez ella se ha encargado de desaparecer de mi radar, lo que, si me tomo un momento para analizarlo, podría ser sospechoso, hasta cierto punto. Ha pasado de empeñarse en hacerme la vida cuadritos a simplemente ignorar el hecho de que existo y aunque eso debería ser algo relativamente bueno, tengo un mal presentimiento, aunque con pocos fundamentos, la verdad.
Por otro lado, su sobrino no ha tomado las mismas decisiones que ella, pero ojalá. El teléfono en mi bolsillo vuelve a vibrar, no lo saco, sé perfectamente que es Iva, ha estado haciendo mi vida un infierno desde la mañana; justo cuando pensé que Landon era un ser insoportable, aparece este mocoso para obligarme a retractarme. Es un puto grano en el culo.
Me cuelo entre la multitud para ver si con algo de suerte llego al dormitorio sin ningún altercado, pero la oleada de chicos en el corredor es asfixiante. Todos gritan, corren, se abrazan, no pueden ocultar lo felices que están de poder largarse de aquí al menos por un par de semanas.
Debo admitir que también siento una especie de paz descomunal al imaginarme a mí misma en mi casa, lejos de estos locos y las monjas por unos días, nada sería más revitalizador para mí ahora mismo, pero ni siquiera tengo la fuerza suficiente para celebrar.
Al entrar al dormitorio me sorprendo un poco de ver a Grayson, Liam y Landon allí, sus voces llenan el cuarto y las cosas de todos vuelan por los aires y se esparcen en el suelo, mientras que hacen sus maletas.
Landon me ve de reojo tan pronto pongo un pie dentro, es el único que le ha puesto algo de atención al hecho de que estoy aquí, sin embargo, decide seguir en lo suyo sin ninguna reacción en particular.
Desde aquella conversación en el laboratorio y la extraña escena con Axton, Landon ha estado bastante distante, aunque en realidad ninguno de nosotros ha tenido tiempo para pensar en otra cosa que no sea estudiar para los exámenes; Grayson incluso terminó en la enfermería por estrés y agotamiento, cosa que no sorprendió a ninguno de nosotros.
A pesar de comportarse extraño, Landon se encargó de entrenarnos a mí, a Shawn y a otro grupo respecto a química, biología y matemáticas, aun no me creo que el mono con retraso sea al mismo tiempo un cerebrito, incongruencias de la vida, e injusticias también, esa inteligencia la pude haber tenido yo, a él ya le toco la belleza insultante.
—¿Aun no empacas? —siento una mano que aterriza gentilmente sobre mi cabeza.
Me hago a un lado para dejar pasar a Seth.
—¿Empacar para qué? —investigo.
—Iremos a casa de Landon esta noche, como cada año —explica Liam, quien extrañamente no está pegado a su laptop, aunque tampoco es que parezca entusiasmado por doblar su ropa.
—Ah —suspiro—, no tenía idea. La verdad es que no creo que vaya —mascullo, mirando a Landon de reojo.
Por alguna extraña razón, todos los presentes en el cuarto se paran en seco, dejan de hacer lo que hacían y me miran con algo de preocupación, bueno, algo no, mucha preocupación. Siento una extraña punzada detrás del cuello, como un terrible e infundado presentimiento. Se miran entre ellos, excepto Landon, él se ha quedado paralizado observando el interior de su bolsa. Es como si yo acabara de soltar la idea más absurda de todos los tiempos.
Me quedo tan quieta como lo demás. Llevo mi vista de uno al otro, buscando una respuesta, ¿Qué fue lo que dije que los dejo así?
No tengo tiempo de reflexionar demasiado en el asunto, pues una almohada vuelva por los aires y aterriza en mi cara. Me tambaleo sobre mis pies, agito la cabeza y en ese corto tiempo—y de manera sobrehumana—Landon ha aparecido de la nada frente a mí. Se me queda viendo desde arriba y luego me envuelve del cuello con el brazo. Me aprieta fuerte, tan fuerte como siempre. En un día cualquiera, esa maldita manía suya me molestaría, pero de pronto, creo que me resulta tranquilizador.
—¿Por qué no repites eso que acabas de decir, ah? —gruñe, apretando un poco más.
—No creo que...
—¿Desde cuándo se trata de lo que crees? Nadie en el grupo se pierde la pijamada anual en mi casa antes del verano, es de mala suerte —me informa—¿Acaso quieres que alguno de nosotros muera en el campamento? No sabes a la fuerza que te enfrentas, maldito novato, no tienes respeto.
—Es tan cursi que lo sigas llamando pijamada, ya no somos niños —comenta Liam, no sé cuándo ha regresado a su computadora, pero al menos ha terminado de empacar.