Hanna

Capítulo XV

Hanna

Necesito que esto acabe, descansar de todo este caos y recuerdos olvidados. Mi mente viaja a mil por hora buscando en la laguna de recuerdos la dueña de esa voz.

Pequeña monita.

¿Quién eres? y ¿por qué siento que te conozco?

-Madre- la estruendosa vos de Jonathan hace que de un brinquito en mi lugar- es suficiente por hoy, Hanna necesita descansar.

La mujer de cabellera rubia lo mira con impotencia- ¿No querías que recordara?

-Ana, tu hijo tiene razón- el señor a su lado dice con intención de calmarla.

Y yo, bueno, yo me siento como pez fuera del agua y aunque tenga unas enormes ganas de saber por qué esa mujer se me hace muy familiar, ahora lo único que quiero es largarme de aquí y dormir una eternidad, me siento agotada, tanto física como mentalmente hablando y lo último que me apetece es seguir descubrir más cosas sobre mi pasado.

Además, sigo detestando ser el centro de atención.

<<Quiero desaparecer y reaparecer en mi cuarto o en un lugar libre de molestias>>

Y como si el idiota leyera mi mente, toma mi mano entrelazando nuestros dedos y nos guía hasta la salida de mi casa, ignorando los gritos de Cole y miradas desaprobatorias por parte de - la que creo que es- su madre. De inmediato mi piel se pone de gallina y el nerviosismo me invade, es inevitable sentir ese cosquilleo que hace que mi corazón acelere su ritmo.

<<Joder Hanna, cálmate ¿de cuándo acá te has puesto de esta manera con el idiota cerca?>>

-Desde que descubriste lo que eres y que el ser que te tiene tomada de la mano es ni más ni menos, que tu compañero de vida.

-Gracias amiga, por contestar- pongo los ojos en blanco.

-De nada mi pequeña humana amiga- se burla.

-Solo…cállate.

Ella se ríe y cierra el link.

 

 

 

 

Quien diría que al cruzar el bosque- el cual visitaba cuando no podía dormir y no tenia ganas de montar mi moto e ir a mi lugar- se encontrara toda una población de, lo que supongo, son cambia formas. Mis ojos barren el lugar encontrándome con varias personas, algunos niños juegan con una pelota a las atrapadas mientras los adultos ban caminado con tranquilidad por la calle de tierra.

Las casas son de madera y no tan grande como las que estoy acostumbrada a ver en la ciudad, porque eso es ¿no?

Dios, ya no sé qué es real y que no entre todo esto. Parece salido de un libro, mi vida, parece salida de un libro y no sé cómo sentirme al respecto.

-Ven, hay que cruzar esa calle- el idiota señala con la cabeza.

-¿Esto era a lo que Cole se refería con casa para invitados? -aun no puedo creer que viviera tan cerca de un lugar como este y no me hubiera dado cuenta.

-Siempre llevabas puesto tus auriculares- me recuerda mi loba.

-¿Eso que tiene que ver?

-Tiene que ver con el hecho de que funcionaban como bloqueo.

-¿Cómo bloqueo? Solo eran auriculares- digo lo obvio.

-No Hanna, esa cosa bloqueaba tus sentidos, por eso no podía comunicarme contigo y no pudiste dar con la manada- Leila cambia su tono de voz a uno más serio.

-Ósea que…alguien le coloco algo, algún conjuro, hechizo o que se yo ¿a mis cosas? –

-Eso creo.

Vale, ahora resulta que alguien quería que olvidara una gran parte de mi vida y dejara a un lado lo que realmente se supone que soy. ¿Es que esto no puede ser más ridículo y enfermo? Quien quiera que fuese el mal nacido estaba claro que no tenía más nada que hacer y se empeñó en joderme la existencia. Claro, porque no vasto haber perdido a alguien importante en mi niñez y de la peor forma posible, o estar en un maldito hogar de acogidos, es donde pase un maldito calvario con mi pequeño hermano y sin mencionar que trate de la mierda a la persona que -se supone- estaría destinado a ser con quien pasara el resto de mi vida por el hecho de ser objeto de diversión de alguien que no tiene una jodida vida social.

Vale que yo tampoco contaba con una, pero no por eso me voy a ir por la vida decidiendo y jugando con el destino de los demás.

-Pequeña- Jonathan le da un apretón a mi mano aun unida a la suya- ¿Pasa algo?

Sacudo mi cabeza algo aturdida- no, solo ando un poco cansada.

El sujeta mi mentón con su mano libre, girando mi rostro con delicadeza y agachándose un poco hasta que esos grisáceos que tanto adoro y que, en este momento me transmite una paz inmensa, conectan con los míos buscando alguna pista que le diga lo que mi mente esconde.




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