Aproximadamente a las 5 de la mañana, sonó mi despertador con forma de hongo, ícono del famosísimo juego "Mario Bross". Debo dejar en claro, que soy gamer y me gustan muchos los juegos, quizás sea mi hobbie de tardes aburridas.
No sé si era porque viví encerrado gran parte de mi adolescencia, en la cual mi habitación era el trono de aquellas personas que evitaban la vida normal de personas adictas a las fiestas y descontrol. Pero a decir verdad, la única persona a parte de mi, que visitaba mi cuarto cada un día de por medio, era mi gran amigo "Kato".
En incontables ocasiones nos quedamos hasta horas muy tardes de la madrugada, para poder pasar niveles difíciles, resolver puzzles o matar cientos de enemigos para conquistar una que otra ciudad imaginaria. Nos hacíamos de cenar y compartíamos charlas inolvidables e interesantes acerca de todo tipo, fortaleciendo cada vez mas la buena relación de amistad que llevamos desde hace un par de años atrás.
Momento de una de las tantas frases de la abuela Yuto: "No olvides jamás que las relaciones con las personas se cuidan tanto, como si de eso dependiera nuestra existencia. Pues si jamas olvidamos a los nuestros, serán grandes apoyos en momentos difíciles ".
Y por ningún motivo, querría perder a mi mejor amigo. No creo que existiera otro ser más fabuloso y original en toda Asia. Kato, hijo de dos profesores de universidad Akumi y Dorato Kotetzo. Es un privilegiado más de los grandes aprendizajes y enseñanzas que éstos pudieran otorgarle.
Su altura es de un metro con ochenta centímetros, piernas largas y flacas, abdomen plano, ojos color marrón, nariz puntiaguda y labios gruesos. Su peinado es a lo que llama "originalidad de Kato" nombre que claramente lo ha puesto él para diferencar de otros tantos, aunque el nombre que se le da aquí en Nueva York es el de "Juyce Box".
Muy carismático, alegre y divertido. Jamás lo había visto llorar aún en tiempos difíciles como por ejemplo: cuando murió su pitbull llamado "Tobi" al ser atropellada por un vehículo, un fin de semana cualquiera en el vecindario. Aun cuando ambos se conocían por más de doce años, relación mascota - dueño.
Bueno, volviendo al presente y dejando de lado los recuerdos. Ya me lavé los dientes, bañe y ahora estaba en la sala esperando el té negro de la abuela.
Lo trajo a la mesa, se sentó y hablamos un rato:
-Yuto (Abuela): Sabes Hanzo, dicen que los comienzos pueden convertirse en aventuras exitosas y extraordinarias si tenemos una hermosa sonrisa en la cara. Dijo sonriendo tan grande, que sus dientes amarillos eran la muestra exacta de como sonreírle a la gente.
-Hanzo: Lo sé abuela, en la mayoría de las ocasiones lo hago. Es más, ¿te acuerdas de aquella azafata que nos guió hasta nuestros equipajes?. Le pregunté agarrando unas galletas.
-Yuto (Abuela): Si, claro que la recuerdo. Mujer blanca de labios pintados de un rojo tan ardiente que pareciera como si coqueteara con los pasajeros. Contesto entre risas.
-Hanzo: Bueno, a ella le sonreí mucho. Tanto que no pude dejar de hacerlo aún cuando veníamos en coche rumbo al edificio.
-Yuto (Abuela): Muy bien Hanzo, con una sonrisa y buen desayuno. Nueva York puede ser nada menos que un pez fácil de pescar. Dijo simulando que pescaba con una red.
-Hanzo: Bueno abuela. ¿Quisiera preguntarte algo? Antes de salir por esa puerta e ir en busca del empleo que solicité. Dije apuntando hacia la puerta que llevaba al pasillo del edificio.
-Yuto (Abuela): Puedes hacer miles de preguntas, si tu corazón lo requiere, mi joven nieto. Contesto tocando su pecho izquierdo.
-Hanzo: ¿Es verdad, que uno de cada diez personas asiáticas pueden triunfar en esta ciudad? Pregunte. Sin decirle que anoche, luego de buscar el trabajo, también busque la respuesta acertada a esta pregunta según Google.
-Yuto (Abuela): Hanzo, las experiencias son necesarias tanto las propias como las de otras personas. Pero no puedes guiarte en la vida con la venda en tus ojos, que no sean tus fracasos. Si te cegas por experiencia ajena, la vida te resultará un espejo de dificultades.
No sé si era la respuesta que más me había gustado o porque google hace tiempo atrás daba más malas noticias que buenas. Pero aliviando mi corazón, me levanté de la mesa, lave mi taza y le di un beso en la mejilla a la abuela.
Retirandome de la sala, con la mochila en la espalda salí por la puerta que me llevaba hacia el futuro.
Luego del viaje en autobús que duró unos treinta minutos aproximadamente, me bajé en la parada que estaba a unas dos cuadras del lugar donde sería la entrevista y posible trabajo.
Iba caminando asombrado por las vidrieras y los locales de todo tipo, magníficas piezas del monopolio yankee. Cuando un hombre, indigente en situación de calle, llamó mi atención.
Aunque su situación no fue una de las cosas por la cual lo miré, porque camino hacia aquí había visto a muchas personas en su misma condición.
Era un hombre asiático, lo reconocí por su color diferente al de la mayoría de habitantes en esta ciudad, y por sus inconfundibles rasgos que me asemejan a su persona.
Me acerqué y salude, lo cual él también hizo. Nuestro saludo fue el habitual, de Japón. Una leve inclinación hacia la otra persona.
-Hanzo: Hola, buenos días señor. Le dije.
-Desconocido: Buenos días joven. ¿En qué puedo ayudarlo? Pregunto.
-Hanzo: Antes que nada, quisiera presentarme. Soy Hanzo Akame. Procedente de Japón. ¿Con quién tengo el honor de hablar?. Le pregunté cordialmente.
Se levantó del suelo, en el que estaba sentado y se sacudió su ropa. La cual liberó cierto polvo que tenía.
-Desconocido: Buenos días Hanzo, mi nombre es Amida Atsushi. Al igual que usted jovencito también soy procedente de Japón. Tierra de mis antepasados familiares, que hoy en día descansan en paz en el abundante cielo azul.