Kato me despertó rápido y fuimos corriendo a la calle. Me costaba entender todo lo que estaba sucediendo, porque recién abría los ojos y mi amigo, tan alterado como si hubiésemos robado un banco, me esta obligando a hacer un poco de actividad física de una forma muy frenética.
Cruzamos la calle, las personas nos observaban como si en cierto sentido seamos tan parecidos a un monstruo. Sus miradas penetran mi traje y estacan a mi corazón. Metí una de mis manos al bolsillo del saco, y sentí una planta de tallo grueso. Mire y la saque, es un girasol. Acompañada de un papelito que dice lo siguiente. “Ven, rápido”.
El cuerpo comenzó a pesarme, me cuesta levantar los pies y los zapatos comienzan a molestarme, la respiración entre cortada de Kato y como se limpiaba el sudor de la cara con sus manos, y ese gesto de que debemos seguir avanzando.
Luego de unas diez cuadras, nos detuvimos en una parada de taxi. Había un único taxi, parece uno de esos vehículos extremadamente viejos, la chapa esta picoteada en la gran mayoría de la superficie, las ruedas totalmente embarradas como si han de recorrer las mas temibles calles lodosas del mundo aun estando en estas calles de asfalto que nada de parecido tenia con aquellas tierras.
Las puertas se abrieron cuando iba a hacerlo, nos sentamos en ese asiento con tierra y roto en pequeñas partes. En las esquinas del techo hay telarañas, el hombre no nos dirigió la mirada, el espejo retrovisor estaba roto, acelero y comenzamos a pasar muchas calles, hasta llegar a nuestro destino, el hospital.
Las enfermeras parecían muy alarmadas. Corrían por todos lados, gritaban, agarraban libretas, llevaban sueros, llevaban camillas de un lado a otro. Apenas pudimos abrirnos paso hacia la habitación dónde se encontraba Lisa.
Los gritos y llantos de una mujer, se volvían mas fuerte cuando nos acercábamos. Esa voz, ronca, profunda y capaz de llegar a cientos metros, la conocía. Hable con la propietaria, la indague con preguntas acerca de Lisa, me acompaño y yo a ella, en esos momentos duros.
Al llegar a la puerta, me detuve, mi corazón se paró, ella se volteó a verme y negado con su cabeza mientras abrazaba a Lisa, o al cuerpo de ella, entendí que había pasado. Lisa se ha ido, ahora sí, lo que sentía antes al pasar y estar en esta habitación se había esfumado, desaparecido como si un mago hiciera un truco y luego, se hubiese ido. No sentía nada, de ese cuerpo frío al cual mis llantos le caían sin cesar, sus parpados estaban caídos, mis besos en su mejilla se tatuaban, la estoy abrazando de tal manera que pareciera me cubriría el cuerpo con el suyo.
Kato me abrazo y lloraba, todos nos rompimos. La madre apoyaba su mano en mi hombro, y entendía mi sufrimiento. A pesar de todo, no estaba listo para que se vaya tan repentinamente. Lisa es aquella persona que iluminaba muchas vidas, ustedes no son capaces de entender siquiera, el vacío existencial que recorre cada parte de mi cuerpo.
Ella era la luna en mis noches, el sol que teñía mi piel con su calor, el abrigo que me protegía del frío invierno, la luz que necesitaba en mis días oscuros, el sabio que necesita todo buen aprendiz, las costumbres y valores que te hacen ser una buena persona, el paisaje que hace mas bello tu vida, en pocas palabras…ella era mi todo, y aún a pesar de cada pronostico y aunque en donde viven las almas, sabia con antelación que ya había muerto, mi corazón es incapaz de soportarlo y entenderlo.
Mi mente divagaba en los recuerdos que tenía con ella, en lo feliz que me sentía y veía. En lo grandioso que puede hacerte sentir una persona, sentía que volaba por los cielos a su lado, tomándola de la mano, viéndola sonreír y todo mi ser sonreía con ella. Entendí justo en este momento, que la crueldad de la vida era esta, fría, desobediente, maldita e indiferente a todo aquellos que sientes, no hace distinciones, no busca ningún objeto en particular, no te termina porque te lo mereces, no saca las cartas de la manga para darte otra oportunidad, no le importas, no le interesa tu historia y mucho menos tu pasado. Si llego tu turno, grita, llora y despídete bien, porque la muerte no conoce de sentimientos.
Las horas transcurrieron y quise mantener mi traje. La razón era obvia, lo utilice para estar con ella y celebrar que estábamos juntos dándonos la mejor noche de todas. Aquella que no volvería a menos que estuviese dispuesto a todo por ella.
Las personas entraban a su casa, donde estábamos con Kato bebiendo cervezas mientras, además, calmaba mis llantos incesantes que parecían no terminar nunca. Lo observábamos todo, personas que ni sabían exactamente quien había sido ella en todo este tiempo porque permanecían mas lejanos a lo que ella se había convertido.
Sus rostros tristes, angustiados con ojos rojos de tanto llorar, no llenarían jamás el vacío que la dejaron al no estar presente en su vida. Por mi parte la ame desde el primer momento que la conocí, la necesite durante todos mis días y la quise formar parte de mi vida. De lo que sería y transformándome en alguien mejor para ella, porque de eso se trata esto. De darte cuenta que debes intensificar con todas tus fuerzas los cambios necesarios y eliminar hábitos que destruyan a quien está a tu lado.
Diablos que se ve muy hermosa, y no podía decírselo, eso me mataba por dentro. Ella ahora mas que nunca, me necesita y puedo sentirlo. Porque ahora ha cortado todos sus lazos con este mundo y debe sentirse más sola que antes.
Su madre, con un vaso de vino en manos. Se acercó donde nos encontrábamos, se sentó en una silla a mi lado, de esas sillas plateadas con un buen asiento muy elegantes.
Julissa: Solo quería que un día despertará y vuelva conmigo. A lo que éramos desde nuestros inicios estando solas.
Hanzo: Lo sé. De seguro ella hubiera querido lo mismo y seguramente, debe estar tan triste por no seguir aquí.