Haría falta una diosa para sacar un clavo

El primer viaje

Habían pasado ya dos horas desde el incidente con mi maleta y el haber llegado al hotel a simplemente esperar, después de leído ya casi todas las revistas del pequeño mesón ya me encontraba un poco acomplejado por la espera, pero, no era tanto como la de mi acompañante quien ya para entonces había bebido varias tazas de café negro y se encontraba como una gelatina tiritando.

  • Veo que nunca antes habías bebido el café colombiano—  comenté algo aburrido— es mejor si vas a dar una vuelta por el hotel.
  • ¿Qué hay de ti? — miró ingenua—
  • Puedo esperar un poco más — levanté mi brazo y lo apoyé en el espaldar de mi sillón— además no me gusta caminar demasiado.

Ciertamente estaba más que cansado pero el caminar no era la mejor opción con mi débil constitución, dejé que la muchacha fuera a tomar algo de aire mientras yo estaba por revisar mi última revista hasta que de pronto un murmullo estremecedor impactó en mis oídos, los estudiantes habían regresado al hotel y uno de los profesores se acercaba a recepción para verificar el estado de las maletas. Me alcé entusiasmado en intenté inventar todo un fraseo para explicar el incidente y recuperar mis cosas cuando algo fuera del hotel llamó mi atención, la muchacha de pronto estaba acorralada por dos hombres corpulentos con tez bronceada y rostros que espantarían al más puro de los ángeles. Le están coqueteando; pensé por un momento mientras sentía como mi boca esbozaba una terrible mueca, era de lo más normal considerando lo despistada y sensual forma de ser de la joven, pero era patético pensar que lo hombres no eran capaces de inventar un solo cortejo que ella fuese capaz de entender como tal.

  • Eres una lindura ¿sabías?
  • Lo sé — sonrió ilusa— gracias es muy amable de su parte.
  • Pareces una chica lista— dijo el hombre sonriendo sarcástico— porque no vienes con nosotros y te diviertes un rato—continuó con un tono más grave—.
  • No, gracias— respondió la joven completamente serena— debo esperar por mi equipaje.

En todos mis años de vida jamás antes había conocido a una chica que no entendiera semejantes indirectas; pero que nivel de distracción, pensé unos segundos mientras inconsciente me acercaba al lugar, en mi mente determiné la razón por la cual involuntario había caminado a su auxilio dejando de lado mi meta principal; no era por que estuviese preocupado por ella en absoluto, de hecho, en parte era mi culpa haberla mandado a caminar sola. Sí, no es preocupación ¿Cómo podría serlo?, en realidad solo me irritaba la forma de intentar seducirla, mientras que ella ni se inmutaba por los falsos halagos que solo intentaban llevarla a la cama.

Quedé parado a unos metros de distancia, lo suficientemente cerca para escuchar sus insinuaciones, pero tan lejos para evitar involucrarme; debo aclarar aquí que no soy ningún cobarde sin embargo tampoco deseaba entrometer mi seguridad física a un duelo contra sujetos que doblaban enormemente mi débil estructura. Esperaba que la joven fuera al menos hábil para escapar de aquellos pretendientes, pero la situación solo empeoró cuando otros muchachos se acercaron, era obvio que la escena pintaba para que fuera a su lado, tomé su mano irrumpiendo a todos y la halé lo más rápido que pude esperando que nadie nos siguiera. Continué caminando sin mirar atrás, pero sentía a los perseguidores detrás de nosotros hasta que logramos entrar al hotel y el grupo de pretendientes se disipó tras el reflejo del cristal, nunca antes había hecho semejante cosa por una mujer, y mi cuerpo demostraba ese hecho con grandes bocanadas de aire junto con ligeras gotas de sudor gélido siendo expulsadas tanto de mi frente como de mis manos.

  • ¿Estás bien? — interrogó Carmela, preocupada por el repentino inclinar de mi cuerpo para respirar mejor— luces pálido.
  • Como no voy a lucir así — dije entre jadeos e intentando tragar saliva— ¿te das cuenta en el aprieto que me metes?
  • ¿aprieto? — repitió intrigada— me llevaste hasta aquí corriendo y sin decirme que pasaba.
  • Enserio eres tan…— me contuve ofuscado un instante — ¿acaso no te fijaste que esos idiotas te coqueteaban? — exploté mientras sujetaba sus delicados hombros con firmeza y sacudía ligeramente— pudiste correr peligro ¡se más consciente!
  • ¿Qué te sucede?, claro que sabía lo que querían no soy estúpida
  • ¿Entonces pensabas irte con esos hombres? Así sin más rodeos te hubieran asaltado o algo peor
  • Claro que no — respondió levantando un tanto sus ánimos— puedo defenderme sola, estudié defensa personal— afirmó— si intentaban algo más los hubiera noqueado en segundos.

Al mencionar sus habilidades quedé estupefacto, me sentí un completo tonto al suponer que era una criatura completamente indefensa; a quien engaño, yo era el indefenso allí, pero mi vergüenza iba en aumento cuando todos los residentes del hotel a nuestro alrededor habían visualizado el espectáculo y eso incluía al grupo de estudiantes que no paraba de mandar chiflidos y uno que otro chascarrillo. Pese a ello no quería denotar mi vergonzoso acto por un impulso juvenil sin precedentes, así que tome aire y me reincorporé lo más sereno posible indicando que no es suficiente sus habilidades rente a un grupo contra uno.

  • Puede que sepas como defenderte, pero eso no te hace exenta al peligro— coloqué mi mano sobre su cabello— más aun siendo tan joven.



#24390 en Novela romántica
#15310 en Otros
#4458 en Relatos cortos

En el texto hay: comedia, romance de epoca, romance y desamor

Editado: 24.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.