Una vez más, cerrar los ojos significa revivir los dolorosos detalles de aquella fatídica noche. Aprieto mis puños en las sábanas cuando las imágenes circulan a la velocidad de la luz.
Las ruedas rechinando en el asfalto.
La valla de metal que nos separaba del abismo rompiéndose, como si se tratara de papel de fumar.
La parte delantera del coche destrozada. El motor envuelto en llamas.
Los cristales sobre mi regazo. Algunos incrustados en mi piel. Las gotas de sangre por todos lados. Mías y suyas.
El olor del metal siendo carbonizado. A rueda quemada. El humo entrando por los huecos de ventilación del coche.
Recuerdo como me asfixiaba. Cómo el oxígeno a mi alrededor desaparecía. Como me dolía el pecho y me ardían las vías respiratorias.
No, no lo recuerdo. Lo revivo. Como si estuviera ocurriendo ahora mismo.
Los gritos desgarradores de Laila resuenan en mis tímpanos. Aún noto sus frías manos sobre mi cara.
Se arrastra fuera del coche. Se queja cuando los cristales le maltratan las heridas. El humo aumenta. El fuego se acerca. El calor de las llamas me abrasa la piel sin necesidad de llegar a tocarme.
Y todo lo demás, es silencio.
O lo era, hasta que alguien empezó a gritar mi nombre.
No, no fue así. Está ocurriendo ahora.
—¡Maddy!
Tomo una bocanada de aire al mismo tiempo que abro los ojos. No me muevo un centímetro, a pesar de sentir mis músculos siendo sacudidos por pequeños espasmos involuntarios. Intento asimilar que acaba de ocurrir.
No era real.
—Calma —me acaricia la cabeza—. Solo ha sido una pesadilla. Cálmate. Estoy aquí.
La voz de Max consigue tranquilizarme considerablemente. Él es un haz de luz en medio de toda la desesperación que siento ahora mismo.
Intento incorporarme en la cama.
—Despacio —me pide.
No me molesto en escucharlo y me incorporo de una sentada. Él está sentado en el borde de mi cama, a mi lado.
Me miro las manos. Estoy temblando.
Max también se da cuenta y las envuelve con las suyas, dándome pequeñas caricias.
—¿Estás bien? —parece preocupado.
Asiento. Definitivamente, podría estar peor.
De hecho, lo he estado.
—¿Te he despertado? —pregunto en voz baja.
—No. Estaba estudiando.
—¿Qué hora es?
Mira su teléfono y lo guarda de nuevo.
—Las tres de la mañana.
Me paso ambas manos por la cara.
—Genial… —mascullo.
—No estaba dormido —insiste—. No has despertado a nadie. Laila está fuera y yo mañana tengo examen. No te preocupes por eso.
Un recuerdo fugaz me viene a la mente. Laila me contó que tenía otro experimento, aunque creo que ella lo llama cita. Parece que no le ha ido tan mal esta vez.
Eso o la han secuestrado.
En cuanto a nuestros padres, están de viaje por negocios, y casi lo agradezco. Por esta noche, al menos.
—¿Seguro que estás bien?
Me encojo de hombros, cabizbaja.
—Estoy cansada. Últimamente no puedo dormir.
—Lo sé.
—Quiero tomar las pastillas esas que anuncian por la tele —me froto los ojos.
—Aún no. Con la medicación que te recetaron no te viene bien.
Suspiro pesadamente.
—¿Te quedas a dormir conmigo? Cuando no estoy sola consigo descansar un poco.
—Maddy, no puedes dormir conmigo o con Lay cada noche. Vas a acostumbrarte.
—La última vez, de verdad.
Esta vez, quien suspira cansado es él.
—Aún me queda por estudiar, así que no me puedo quedar aquí. Ven a mi cuarto si quieres.
Esbozo una pequeña sonrisa.
—Gracias.
—La última vez —me recuerda.
—Que sí.
—Prométemelo.
—Cuando me despierte por la mañana. Venga, vamos.
Sé que no molesto cuando duermo con él o con mi hermana, pero quiere que aprenda a gestionar mis emociones y mis problemas. Según él, aunque ahora dormir acompañada me ayude, dentro de un tiempo será perjudicial para mí, puesto que no habré asimilado mis sentimientos negativos por mí misma y me costará más enfrentarlos.
Cabe destacar que el idiota de mi hermano está estudiando psicología. Así que por más que quiera, no puedo llevarle la contraria.
Pero no puedo evitarlo. Cada vez que cierro los ojos vuelvo a aquel lugar, a aquella noche. Es demasiado para mí, aunque me gusta pensar que sería demasiado para cualquiera.
Es decir, no fue un accidente superficial. Estuve a punto de morir en esa carretera.