Me acomodé en el sofá con mis cosas en la mesa de café. Para compensar la app que no podía usar, abrí la de texto en la tablet.
—¿Están aquí?
—Todos.
Les mostré cómo usar la app para escribir y activar el TTS, y dejé la tablet junto al teléfono. No lo podía creer cuando, un momento más tarde, vi el teclado virtual en uso.
—Es agradable poder usar oraciones completas —dijo la voz femenina del TTS.
—¡Ni que lo digan!
Me maravillaba verlos desplegar cada vez más habilidades para manipular su entorno. Ignoraba si era porque se sentían más cómodos en mi presencia o porque iban familiarizándose con toda esta tecnología que nunca llegaran a conocer en vida. Tampoco importaba. Me alegraba porque me ayudaba a no sentir que me había vuelto loca, hablándole a habitaciones vacías e interactuando con apps de dudoso origen.
—Pero es cansador. Usaremos la otra.
—Por supuesto, la que ustedes prefieran.
Conecté la laptop a la internet de mi teléfono y abrí la plataforma de stream que ofrecía ocho temporadas completas y la novena en curso de Cazadores. Todavía me resistía a gastar un centavo en Brandon Price y sus amigos, de modo que aproveché la opción de una prueba gratuita por treinta días.
—Listo —dije, abriendo la lista de episodios.
—Temporada uno.
—¿Quieren que vea la primera vez que vinieron?
—Por contexto.
Ver Cazadores con una familia de fantasmas resultó mucho más divertido de lo que hubiera imaginado jamás.
Los actores eran más jóvenes que en el clip que había visto, y estaban más cerca de One Direction que de U2. Era su primera temporada, puro fuego y testosterona buscando acción y visibilidad mediática. Durante los cuarenta minutos del episodio, los vi recorrer la mansión desafiando a los malos espíritus que la habitaban, viendo sombras y siendo tocados por manos invisibles, mientras toda clase de ruidos despertaban ecos por donde fueran.
—Falso —decían los Blotter a cada ruido y cada afirmación, alternando esa palabra con adjetivos muy educados pero poco afectuosos.
Salvo cuando Brandon Price huyó despavorido del dormitorio principal, chillando que se le había aparecido el fantasma de una dama antigua.
—¿Ann? —pregunté cuando nadie desmintió al Cazador supremo.
Un soplo de brisa muy tenue recorrió la sala, como el eco lejano de risitas discretas.
—Mi recámara. Sin llamar.
—¡Lo sabía! —reí—. Bien hecho. Se lo tenía merecido por maleducado.
El episodio culminaba con una ominosa toma nocturna de la mansión, y la voz en off de Brandon Price, igualmente ominosa, diciendo que la actividad paranormal en Casa Blotter no se comparaba con nada que él hubiera visto jamás, y que su equipo había recogido evidencia de sobra para probarlo.
—Vaya payaso —gruñí.
—El siguiente.
Regreso a Casa Blotter era el gran final de la quinta temporada. En vez de la típica introducción con la historia del lugar, el episodio abría con los cuatro Cazadores sentados de noche en el jardín con la mansión a oscuras tras ellos. Vestidos todos de negro como siempre, Brandon Price y su equipo evocaban sus experiencias de cinco años atrás, intercalando breves clips de lo que yo acababa de ver para ilustrar sus palabras.
Los cambios en ellos me resultaron evidentes. El segundón de Price se había rasurado la cabeza y estaba mucho más delgado. El miedoso chillón había engordado todos los kilos que perdiera el segundón. El nerd ocultista se había dejado crecer el cabello para compensar su incipiente calvicie. Price, en tanto, seguía viéndose para portada de revista, con sus anchos hombros y sus pectorales trabajados bajo la camiseta de mangas largas. Se había teñido el cabello oscuro de negro azabache, y los huesos firmes de su cara bonita prometían lastimar a quien se atreviera a abofetearlo.
Fueron sus ojos azules los que atrajeron mi atención. Allí había algo que no había visto en el episodio anterior. Su actitud de macho que se precia era la misma, pero ya no parecía sentirse tan recio como se mostraba. Algo le había sucedido a este hombre, y sus ojos lo delataban.
—Claro, ahora soy experta en quinesia —gruñí por lo bajo.
—¿Por qué?
Pausé el video y señalé a Price. —Mírenlo. Sus ojos. ¿Ven que su forma de mirar es como esquiva? ¿Es miedo?
—Miedo y dolor.
—El recuerdo de lugares oscuros.
—Ya me parecía. Perdón, pero, ¿es necesario que vea todo el episodio? ¿Otros cuarenta minutos de estos bufones?
El indicador en la barra de progreso del video saltó a los últimos diez minutos.
—¡Muchísimas gracias!
Esta última parte comenzaba con la imagen que llegaba desde una cámara fija en el sótano que yo jamás había visto. La luz infrarroja mostraba una habitación enorme y silenciosa. Había muebles cubiertos con lonas, agrupados en dos filas en medio del sótano de modo de dejar espacio para moverse alrededor y entre ellos, y grandes cajas prolijamente apiladas contra la pared de la izquierda, desde el final de la escalera y casi hasta el techo. Más allá del grueso pilar de cemento en el centro de la habitación, la caldera ocupaba más de la mitad derecha de la pared posterior. El rincón que quedaba parecía lleno de tablas de distinto largo y grosor.
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Editado: 22.07.2023