—¿Todo listo?
Vi que Brandon asentía, terminando de poner el respaldo del asiento trasero en posición horizontal, y me dirigí a la casa de huéspedes. Trisha me siguió cámara en mano, mientras Isaac filmaba todo desde el jardín. Anochecía, y era hora de partir hacia Pennhurst, adonde pretendíamos llegar pasada la medianoche.
—¿Kujo? —llamé, cruzando la sala hacia el comedor.
—Fran —fue la respuesta instantánea.
—¿Listo para ir a casa, mi niño?
Oí los rumores bajo la mesa y me agaché.
—Trae saco.
—¿Quieres llevarlo?
—Fran.
Asentí riendo y recogí mi saco de dormir. Estaba caliente como una frazada eléctrica.
—Vamos, nos están esperando —dije, y sentí el calor contra mi costado, de mi pierna hasta el hombro—. Tú y yo viajaremos con Brandon en su camioneta, porque tiene más espacio para ti.
—¿Brandon viene?
—Sí, mi niño. Vamos. —Eché a andar hacia la puerta principal, el calor pegado a mí como si Kujo no fuera a moverse solo—. Llamó a los encargados de Pennhurst y los convenció para que te dejaran volver. Hasta los hizo prometer que tendrán un lugar listo para ti.
—Túnel Quaker.
—¿Es allí donde vivías? ¿En el túnel bajo Quaker Hall? Veamos dónde te alojan ahora. Hace siete años que te fuiste. Tal vez alguien ocupó tu dormitorio y ahora te dan uno mejor.
Salimos y oí gruñir a Kujo cuando encontramos a Brandon abriendo la puerta del asiento trasero para él. También sostenía su cámara SLS, y vi que sus ojos se abrían de sorpresa al mirar la pantalla, antes de fijarse en mí para subir hasta el techo del porche.
—Hombre, es enorme —murmuró, para recuperar de inmediato su pose de Cazador supremo y cabecear hacia la camioneta—. Vamos, sube.
—Ve —susurré.
Todos soltamos exclamaciones de sorpresa cuando la camioneta se bamboleó como si un oso pardo hubiera trepado al vehículo. Sin embargo, la cabina no parecía cargar ningún peso extra.
Brandon cerró la puerta con una sonrisita cómica y abrió la del pasajero para mí. Habíamos cubierto las ventanas y el parabrisas posteriores con grueso plástico negro, y habíamos colgado más entre los asientos delanteros y traseros, para evitar que Kujo quedara expuesto a la luz.
Subí a la camioneta mientras él la rodeaba para sentarse tras el volante. Alcé el plástico entre los asientos con sonrisa alentadora.
—¿Estás bien ahí atrás, mi niño?
—Carro bonito.
Brandon rió por lo bajo, meneando la cabeza. Me alcanzó un K2 y una GoPro con un soporte magnético para que lo fijara sobre la ventanilla trasera, apuntando hacia los asientos. El K2 se encendió completo hasta el rojo y se mantuvo así apenas lo puse en el compartimiento entre nuestros asientos.
—Las baterías no van a durar mucho —sonreí—. Avísame si precisas algo, mi niño.
—Sí. Sí. Kujo bien.
Volví a sonreír y me enderecé en mi asiento para ajustarme el cinturón de seguridad. En el jardín, los otros tres subían a mi auto. Habíamos decidido viajar en sólo dos vehículos, y aunque el de Amy era rápido y elegante, el mío tenía más lugar para que tres personas fueran más cómodas en un viaje de cinco horas.
Mike y Susan salieron a despedirnos, seguramente aliviados de que yo me fuera por un par de días, para regresar sin las problemáticas estrellas de televisión.
Brandon encendió el GPS y la música, la vista fija al frente y ambas manos en el volante.
—¿Quieres dormir un poco? —dijo un rato después—. No precisas permanecer despierta todo el camino.
—Tal vez más tarde —respondí, la vista al frente como él.
Era una situación incómoda. Habíamos pasado el día preparando el viaje, empacando, alistando los vehículos, reservando alojamiento, tomando turnos para echarnos una siesta, y haciendo una pausa sólo para cenar con Amy, Isaac y Trisha. Isaac y él habían pasado varias horas filmando metraje adicional de la mansión, la casa de huéspedes y los alrededores.
No habíamos tenido ninguna oportunidad de estar solos ni tocar ningún tema privado. No esperaba que Brandon saliera con algo de película romántica como mi nombre, como decir que quería que comenzáramos algo, aunque sospechaba que él creía que ésas eran mis expectativas. Y ahora que al fin estábamos solos, con varias horas de camino por delante, teníamos a Kujo bien despierto en el asiento trasero y más cámaras en la camioneta que en un estudio de televisión. Tal vez luego, por la mañana, después de dejar a Kujo en su nuevo hogar.
Por eso me sorprendió cuando una hora más tarde bajó la música, sin apartar la vista del camino como si viajara solo.
—Oye, Fran, acerca de lo que pasó anoche —terció cauteloso.
Había pasado todo el rato pensando y planeando lo que respondería a algo así. Y no se me había ocurrido nada, porque no tenía idea qué diría Brandon después de esas seis palabras, acerca de lo que pasó anoche. Así que opté por hacerme la tonta.
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Editado: 22.07.2023