Los últimos días de vacaciones fueron aburridos.
En realidad, no fueron más de lo que yo hacía siempre, en todos los veranos. Tal vez, luego de todo lo ocurrido; luego de que el mundo se me diera vuelta y todo cambiara, las mismas cosas que antes me parecían simples pero satisfactorias, ya me resultan aburridas.
Me choco con el hombro de alguien y cierro los párpados, ya harta. Había olvidado lo poco que me notaba entre los pasillos de la escuela. Tomo los libros entre mis brazos con más fuerza y continúo caminando. Antes me ponía a repasar quiénes eran los que pasaban a mi lado, si estarían llegando tarde a una clase, si alguien podría llegar a querer tener una conversación conmigo hasta que sonara el timbre. Pero ya tengo la cabeza en otro lado; pienso en la conversación con Sam, en el raro reencuentro con Fénix, en la confesión de mamá… ya nada parece ser igual.
Por un momento me pongo a pensar si alguien de aquí es un ignisio o un hawa. Sería muy loco.
—Disculpa —me pide una voz.
Me doy la vuelta con las cejas levemente levantadas, distraída y con un poco de asombro. Hay una chica bajita, de aspecto asiático, con dos trenzas negras bajándoles por los hombros y unos grandes lentes con bordes rojos.
Parece un poco tímida.
—¿Sí? —pregunto, tratando de sonar amable.
—Hola. Sólo te vi caminando y… quería saber si eras tú la chica que apareció en las noticias.
Abro los ojos inconscientemente y echo un vistazo detrás de mí, queriendo lucir despreocupada y normal.
—Eras tú, ¿cierto? —insiste, con los ojos brillando con fascinación.
—Yo… —musito, meditando entre mentir y tratar de borrar las sospechas que pueden generar mi estúpida maniobra del año pasado o decir la verdad, simplemente—. Sí, era yo.
Una risita extraña surge de su garganta. Parece genuinamente feliz; tanto que hasta da un pequeño respingo.
—¡Qué genial! —Chilla, y de repente se pone seria y abre los ojos— Y, ¿cómo fue? ¿Te sucedió algo? ¿Cómo lo hiciste?
Parece querer echarse encima de mí. Doy un paso hacia atrás y miro para todos lados menos hacia ella, sintiéndome un tanto intimidada.
Las campanas del timbre resuenan por los pasillos, y entonces abro la boca como si estuviera recordando algo de último momento. Señalo con un dedo el fin del pasillo.
—¡Oh! Me encantaría hablarlo contigo —frunzo los labios—, pero llego tarde a clases de Biología. ¡Lo siento!
Se dispone a decirme algo más, pero me doy la vuelta enseguida y salgo trotando. Me siento un poco mal por haberla dejado allí plantada, pero necesitaba hacerlo. Me quedé petrificada por un momento.
En realidad, cuando apenas suenan las campanas, todavía me quedan unos minutos antes de entrar a clases, porque el profesor o profesora siempre llegan un poco tarde. Cuando doblo una esquina, dirigiéndome de todos modos hacia el aula donde tengo Biología, me encuentro con una pequeña mesa de campaña. Algunos globos de colores flotan de forma muy bonita junto a un cartel, y tras la larga mesa se hallan algunos estudiantes de último año repartiendo volantes.
Me acerco curiosa, abriéndome paso entre algunas personas, y entonces una chica con una sonrisa un tanto aterradora me entrega uno de esos volantes.
—¡Asiste a nuestro baile de graduación este año! ¡Hay pocos lugares!
Le echo un vistazo al papel de color rosa que me ha entregado con demasiada fuerza y emoción. Definitivamente es un volante de baile de graduación; el título lo deja bien en claro, con todos esos dibujitos de bolas de boliche y diplomas volando.