Mi abuela me conto una vez una historia, la historia de los tres ingenuos.
Érase una vez tres ingenuos que se encontraban caminando por el bosque junto a un pequeño pueblo, durante su caminata se encontraron con un hombre ermitaño quien se encontraba moribundo. Los tres se acercaron para ayudarlo, pero para su sorpresa todo era un engaño del hombre.
Los tres ingenuos se sorprendieron al ver que aquel hombre optaba por su verdadera forma, aquel hombre jorobado y de larga barba canosa se transformó en una entidad de altura descomunal al cual no se le podía ver su rostro. Aquella entidad les prometió a los tres ingenuos que por haberse preocupado por el serian recompensados.
Pasaron los días, y el primer ingenuo de actitud desconfiada y fría fue compensado, una mujer llego a su puerta buscando un lugar donde pasar la noche, el ingenuo se negaba a abrirle la puerta, pero al encontrarse tan solo decidió dejarla pasar, pensando que tal vez podría aprovechar la situación. Aquella mujer parecía tan frágil y hambrienta, sin darse cuenta la mujer intentaba acercarse al ingenuo con intenciones engañosas cuando el ingenuo lo noto fue demasiado tarde. La mujer lo apuñalo en el corazón, y así aquel corazón frio y sediento de amor dejo de latir.
Ese mismo día cuando el sol cayo, el segundo ingenuo fue compensado, mientras regresaba de su trabajo se percató de que un niño gritaba desesperado por ayuda desde un callejón, aquel ingenuo había perdido a su hijo meses atrás por lo que al escuchar a ese niño gritando corrió de inmediato a ayudarlo, cuando llego al callejón no era un niño en apuros quien lo esperaba, sino un hombre armado quien le arrebato lo poco que tenía para después ser brutalmente asesinado.
Tuvieron que pasar años, diez con exactitud para que el ultimo ingenuo fuera compensado, ya que cuando el ayudo aquel hombre en el bosque tenía apenas quince años y aun no era su momento. El ultimo ingenuo conoció a una bella dama con la cual tuvo una hija a sus veinte, su vida era inestable, pero al menos tenía control sobre ella algo de lo cual antes no poseía, un día mientras jugaba con su hija el ingenuo se percató de que la misma entidad que vio ese día en el bosque lo estaba siguiendo, así que el ingenuo se aseguró de hacer tan feliz a su esposa y a su hija dándoles unos últimos motivos para recordarlo, mientras ambas dormían el ingenuo vio directamente a aquella entidad y se suicidó al instante, ya que su muerte era lo último que quería controlar.
Y así los tres ingenuos fueron recompensados con su muerte, la muerte digna que cada uno merecía. Otorgada por la mismísima muerte.
Fin.
¬No me digas que le estas contando eso al bebe¬ dice mi hermano con el cigarro en la boca.
¬Si, no tiene nada malo¬ lo miro con desagrado¬ no fumes dentro de la casa.
¬Maldita loca, vas a traumar a la criatura¬ me dice serio.
A mi hermano Jeremías no le agradan estas historias ya que mi abuelo las usaba para asustarlo, él era muy travieso, se escapaba por las noches al bosque con sus amigos, un par de vagos sin futuro que siempre buscan como pagar su droga. Mi abuelo al ver que no obedecía, durante cada cena le contaba estas historias, funciono durante un tiempo, hasta que cumplió los catorce. Mientras que mi abuela solo me las contaba para que estuviera preparada para todo lo desconocido que oculta ese bosque. Es por eso que creo que el puede saber algo.
Me hace desconfiar un poco , sé que él sabe algo sobre lo qué paso, no digo que él lo haya hecho, pero si alguien puede averiguarlo son ustedes por eso estoy aquí.
—Entonces déjeme ver si entendí señorita...
—Abigail...Abigail García¬ digo intimidada.
—Está bien señorita García, cuéntenos todo desde el principio, diganos que sabe.
—Son la policía, espero que hagan algo al respecto, yo les cuento todo y ustedes hacen justicia por ella—les digo sin bajar la mirada.
—Debería cuidar su forma de hablarnos, pero está bien— me dice uno de los policías mientras toma asiento.
—De acuerdo.
Acto uno:
Todo comenzó hace una semana...
Jeremías como cada mañana junto a sus dos amigos: Dante y Bruno. Salían al pueblo.
Según ellos a buscar trabajo, pero son un trio de veinteañeros desempleados, adictos y buenos para nada, tienen la costumbre de irse al bosque a fumar cerca del rio, siempre sin excepciones regresan a casa antes de las once de la noche. Hasta que un día se fueron, pero no llegaron.
Bruno llegaba cada mañana tocando con fuerza la puerta de nuestra casa lo que hacía enojar a la abuela.
—Jeremías, abre esa maldita puerta—gritaba la abuela desde su cama.
—Ya voy—grita mientras va hacia la puerta a medio vestir—Oye idiota cuantas veces te he dicho que no golpees así la puerta.
—Perdón lo olvide, ¿Y ya estas listo?
—Deja me pongo la camisa y nos vamos.
—Okey— le dice— perdón señora— le grita a mi abuela.
Yo sabía a donde iban y lo que harían, por eso me gusta molestar a mi hermano.
— ¿Ya te vas a “Trabajar”? — le pregunto sin voltear a verlo.
—Que te valga madre, mejor dale de comer a tu chamaco a ver si eso sabes hacer bien.
—Idiota — digo susurrando.
Después de eso ambos se fueron a casa de Dante, algo que deben de saber de Dante es que si bien se junta con ellos todo el pueblo piensa lo mismo sobre el: “Es el más decente de los tres”, “No creo que se drogue”, “Creo que es marica”.
Yo sé que de los tres él es el que tiene más posibilidades de salvarse, siempre ha sido muy dependiente de otros, y cuando Bruno y mi hermano lo conocieron se hicieron inseparables, así que creo que solo trata de encajar.
La chica vivía cerca de nuestra casa, se llama Natalia, mi hermano siempre ha estado enamorado de ella, pero nunca le ha hecho caso. Cada mañana que ellos se dirigen al bosque Natalia está sentada en su banqueta esperando que llegue su hermana del trabajo.
—Buenos días Natalia, ¿Cómo amaneciste? — le dice mi hermano de la forma más amable.
—Buenos días Jeremías, bien ¿y tú? — le dice sonriendo.