Durante mucho mucho tiempo formamos vínculos, vínculos más allá de las emociones. Lazos de sangre difíciles de romper.
Es aquello a lo que llamamos Familia, luchamos por eso que nos hace sentir completos, pero nadie te prepara para el dolor que se provoca cuando eso se pierde.
Mi mamá y mi papá nos enviaron a mi hermana y a mi con mis abuelos, mi abuelo murió de un infarto unos años después de eso.
Mi abuela, mi hermana y mi sobrino son lo más sagrado que tengo, porque a las otras personas que consideraba mi familia les hice un daño inrreparable, mientras que yo...bueno no soy la mejor persona en este momento, siempre habrá una forma de arreglar nuestros errores, aunque no lo merezcamos, y cuando vuelva con mi familia se que estarán estará ahí esperándome, por si es esta la última vez que los veo antes de que todo cambie para siempre, no se que hare después...
La casa estaba demasiado silenciosa como si no estuviera nadie en casa, hasta que una risa comenzó a escucharse una risa inocente, una risa de un niño. Abigail la escucho y se dirigió al cuarto de su hijo para averiguar que era aquello que le causaba esa alegría a su hijo.
Jeremías se encontraba jugando con su sobrino aprovechando que aún era un bebé, por que cuando lo vuelva a ver será mayor. Abigail al ver a su hermano en casa rápidamente se alteró.
—¿Qué haces aquí?— pregunta molesta.
—No me quedaré mucho tiempo.
—¿Vas a huir?.
—No, de hecho la policía viene en camino.
—¿La policía?.
—Lo correcto es entregarme y pagar por lo que hice, ahora lo entiendo,— dice mientras observa a su sobrino— No podía irme sin antes ver a mi familia.
Abigail le pido a su hermano salir de la habitación ya que no lo quería cerca de su hijo. Ambos salieron de la habitación y tuvieron una conversación en la sala.
—Deberías irte,—le dice de manera fría.
—Solo espera...
—No, no se que esperabas al entrar aquí, pero no queremos tener nada que ver,— lo interrumpe furiosa.
—Se que las lastimé.
—Hiciste más que eso Jeremías.
—Se que tampoco merezco ser miembro de esta familia, pero ahora solo quiero despedirme, ¿Puedo?.
Abigail tomó asiento sin decir nada, vio que su hermano realmente estaba arrepentido y lo mucho que lamentaba lo que había hecho, así que le dio eso que pedía, una despedida.
—¿Recuerdas cuando nos contaste que estabas embarazada?,— pregunta Jeremías algo nostálgico.
—Si.
—El abuelo y la abuela se pusieron como locos, creí que te echarian de la casa.
—Yo igual, estaba tan asustada.
—Si, pero cuando supieron quien era el padre se sintieron aliviados.
—Nunca entendí el por qué.
—Yo si,— una sonrisa llena de nostalgia se dibujo en su rostro,— el era un buen chico, a puesto que también iba a ser un gran padre.
—Sin duda lo sería.
—Abigail, yo lamento lo que hice, no traerá de regreso a Natalia, pero en serio lo lamento. En este momento no se si soy una buena o mala persona, solo se que espero no volver a ser quien soy ahora, ustedes no merecen cargar con esto, nuestra familia a cargado ya mucho dolor.
—¿Te vas a entregar, seguro?.
—Si, es lo correcto.
—¿Qué te hizo querer hacerlo?.
—Es una larga historia.
—Sabes que eso no te hará buena persona,— se levanta del sofá, y se recarga en la puerta,— Pero no eres una mala persona, no se muy bien que clase de persona eres, por que ya ni siquiera te conozco, eres mi hermano y cuando vuelvas tal vez este dispuesta a darte algo de comer.
—Eso suena justo para mi,— dice riendo,— ¿La abuela quedra verme?.
—No lo sé, ¿quieres que le pregunte?.
—Si por favor, mientras llamare a la policía.
—Okey, ya vuelvo.
La abuela no quiso ver a Jeremías, no quiso saber nada de quien alguna vez llamó nieto. Jeremías llamó a la policía para entregarse, no tardaron en llegar, pero en esos minutos que tuvo con su hermana y su sobrino fueron los mejores que a tenido en mucho tiempo, en los que por primera vez después de tanto tiempo convivo con ellos.
Dante...
Era el día del funeral de Natalia, el pueblo decidió esperar hasta que Jeremías estuviera en la cárcel para darle el último adiós, todo el pueblo se estaba reuniendo en la iglesia, los creyentes y los no creyentes, pero Dante aun no estaba listo para decir adiós.
El padre de Dante intentaba animarlo a ir al funeral, pero no lograba nada, el estaba a punto de irse y quiso hacer un último intento.
—Oye hijo, ya me voy, ¿quieres que te espere?.
—No papá, puedes irte.
Dante estaba dispuesto a no salir de su cuarto, no era que no quisiera estar en el funeral, es solo que temía de lo que pasaría cuando estuviera ahí. Lo que Dante no sabía, es que Natalia quería el estuviera ahí.