Un narcisista con cara de amargado y una loca maleducada.
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El chico sentado a mi lado, no paraba de mover las piernas constantemente. El sonido me molestaba. Parecía desesperado. Seguramente era el típico chico pulcro y aplicado que no se metía en problemas.
Mentiría si dijera que no me hacía feliz que por fin dejara de ser el niño buena influencia delante de todos. Se lo merecía. Yo, por mi parte estaba tranquila. ¿Cuántas posibilidades existían de que me pusieran castigos peores de lo que ya había sido partícipe? Yo creo que ninguna. Sin embargo para el asiático no parecía ser lo mismo. Me alegraba un poco de ello.
—Ya, calmate. Me pones nerviosa.
Volteó lentamente hacia mí sin decir palabra, tan lento que me erizó los pelos de punta. Estaba enojado, eso podía verlo. Sonreí, inocente. No era mi culpa que nos hayan malentendido, pero era cierto que la desgracia y yo éramos uno solo.
La puerta de la dirección se abrió y por ella pasó mi madre, dando zancadas en el suelo, no me hizo falta voltear para reconocerla, era suficiente con escuchar sus pasos.
Aprendes a diferenciarlos cuando vives con padres estrictos.
—Buenos días, señora Marshall, esperamos que la repentina llamada no haya sido de mucho problema.
Claro que sí era un problema. Mi mamá me iba a matar.
—No se preocupe, la que se tiene que disculpar aquí es otra —Su voz era suave y melodiosa, hasta que...—¡Jeudy Marshall!
Cerré los ojos, encogiendome de hombros. Sin dudarlo dos veces, me bajé hasta los talones de mi madre, me hinqué y junté ambas de mis manos.
—Mami, tienes que escucharme. Te juro que es todo un malentendido. Soy más virgen que la virgen María. Sabes que soy un espanto para los chicos, jamás se atreverían a mirarme porque soy una rara. Y no es como si me interesara acercarme a ellos cuando son una bola de cabeza huecas e ineptos que no tienen la más mínima decencia para hablarle a una mujer y los unicos que me gustan son los de mis series asiaticas. Entonces, ¿cómo crees que tendría las ganas de tener sexo con este cabeza hueca, engreído y narcisista?
No abrí los ojos en todo el rato. Las palabras me salieron sin más y ni siquiera pude detenerme. El silencio inundó el lugar después de todo lo que dije. Cuando miré hacia arriba, imaginé la mano de mi madre yendo directo a mi cara y estampandose en mi mejilla, mas lo que dijo, me dejó atónita.
—Te creo.
Así, sin más.
Mi madre me creía.
—¿Eh?
La expresión de asombro del director y yo no sé hizo de esperar en el lugar.
Bien era sabido, que Jeudy Marshall era un desastre. Mis notas eran una mediocridad, vivía causando un montón de desmadre a todos y a todas, era un desastre y por supuesto, era un raro espécimen de la sociedad. Entonces, sabiendo todo esto y conociéndome como la palma de su mano, ¿sabía que no le mentía?
—¿De verdad? —Me levanté con una sonrisa de oreja a oreja.
Mi madre me tomó del hombro y me puso a su lado, mirando hacia el director.
—Mi hija puede ser lo que quiera, pero jamás una cualquiera.
—¿Entiende que ambos fueron atrapados en el acto? Desnudos.
¿Qué? ¡Pero qué exagerado!
—¡No estábamos desnudos! —vociferamos Lee y yo, en defensa.
—El maestro de química nos había mandando a buscar algunas cosas. Ocurrió un accidente y terminamos así —Lee intentó defenderse, aún así, el director no parecía convencido.
La puerta nuevamente fue abierta. Una mujer con rasgos asiáticos cruzó por la puerta. Su cara de preocupación era bastante notoria.
—Tae-in, hijo mío, ¿qué sucedió?
Lee suspiró, pasando su mano por toda su cara.
—No pasó nada. Todo fue un malentendido.
—Buenos días, señora Lee, disculpe las molestias que pudimos haberle causado.
—Mi hijo nunca es una molestia —dijo, tocando la cara de su hijo como si fuera una bebé. Lee intentaba quitársela de encima—. Quiero saber cuáles son las calañas que se dicen de mi hijo. Lo que sea que se le acusa, es mentira.
—Tranquila, señora, que no estamos en un tribunal —habló el director, haciéndole una gesticulacion a ambas madres para que tomaran asientos. Las dos hicieron caso. Yo me quedé parada detras de mi madre y Lee hizo lo mismo, cediendole el asiento a su madre—. Su hijo y la señorita Marshall, fueron atrapados haciendo cosas... indebidas, en el laboratorio.
La señora Lee puso su mano en su su pecho, dramáticamente.
—Tal vez la señorita se le insinuó.
Mi madre y yo miramos a la señora al mismo tiempo, indignadas. Lee, a mi lado soltó una sonrisita.
—Sí supieran que también me estabas acosando —habló a centímetros de mi oreja. La sangre me hirvió.
—¿Qué dice? Mi hija no es una cualquiera —Mi madre se volteó hacía la señora, bastante furiosa. Esa era mi madre—. Seguramente, fue su hijo, que con la calentura que se carga estos jovencitos de hoy, quieren meterselo a todo lo que se le atraviesa por delante.
Todos, absolutamente todos, abrimos los ojos con sorpresa. Mi mamá no acababa de decir eso.
—Señoras, no hay que faltarnos el respeto, todos somos adultos y podemos hablar...
La mamá del chico lo mandó a callar, poniendo su dedo en la cara del director.
—No sé quién cree usted que es mi hijo, pero el jamás haría tal cosa vana —Me mira, con cara de disgusto—. Y mucho menos por una adolescente tan poco atractiva como su hija.
Si mi boca fuera capaz de abrirse más, me la rompería. No voy a decir que soy nieta de Zeus e hija de Afrodita, pero si puedo decir con seguridad que soy lo suficientemente atractiva como para que me volteen a ver en la calle dos veces porque la primera han quedado totalmente enamorados.
Todo lo digo de la manera más humilde.
—Ya entiendo de donde sacaste esa cara de amargado y tu actitud narcisista —le susurro.
Nuestras madres siguen discutiendo.