Permiteme devolverte aquello que te robé.
Narra: Jeudy Marshall.
Mis manos están enredadas en su cuello y él mira al frente como si yo no existiera. No hemos cruzado palabra alguna desde que salimos del bosque. Él no lo hace y yo tampoco me atrevo a decir algo. Por segunda vez, el corazón se me acelera como loco y tengo miedo de que, debido a la cercanía de ambos, él se de cuenta.
Cuando entramos a la cabaña, me deja gentilmente en una esquina de la cama. Se dirige al baño y cuando vuelve, trae un botiquín de primeros auxilios en la mano. Toma mi pie y empieza a buscar algunas herida. Luego de encontrarlas, pone alcohol sobre ellas. Debido a la picazón, jalo del piel y hago una mueca de dolor. Él me mira desde abajo con una mirada asesina. Muerdo mis labios y bajo el pie.
Él vuelve a comcentrase y termina poniéndole una pomada y un bendaje.
Estamos en su cabaña.
Luego de llevar el botiquín al baño, vuelve hacia la habitación, y es ahí cuando el silencio incómodo aparece. Él se queda mirándome fijamente, recostado de la puerta. Se ve increíble. Se ve precioso.
Decido romper el silencio.
—¿Por qué lo hiciste? —Mi lado curioso hace acto de presencia.
—Pues, es lo que cualquier persona hubiera hecho en mi lugar, ¿no?
—Sí, pero, ¿no qué te caía mal?
—Me caes mal —Me corrige. Se acerca más a mí y se sienta en una pequeña silla, quedando ambos de frente—. Pero eso no significa que sea un humano careciente de empatía.
Eso me saca una sonrisa.
—¿Seguro que es eso? —Tonta, tonta, ¿por qué sigues indagando tanto? ¿Qué es lo que quieres que diga?
Inclina un poco su cabeza de lado, confundido.
—No lo sé, simplemente lo hice, supongo que algo en mí no podía dejarte aquí sola.
—Debería agradecerte por tener un lado bueno oculto detrás de todo ese exterior frío.
Por primera vez, lo veo sonreír.
—No es algo que debas agradecer, esa es la forma en la que suelo comportarme con los demás.
—No te sueles comportar así conmigo.
—Lo estoy haciendo ahora.
—¿Por qué ahora y no antes?
Lo veo tragar grueso y soltar un gran suspiro.
—Haces muchas preguntas, Marshall.
—Es que... de verdad no entiendo porqué te caigo mal. ¿Qué te hice?
—Ser torpe —responde casi de inmediato.
Ruedo los ojos: —¿A caso en mi frente había algún cartel que dijera que era torpe? —pregunto en sarcasmo—. Porque ni siquiera me conocías y ya me estabas deseando la muerte.
Vuelve a reír.
—No seas exagerada. Nunca te he deseado la muerte.
Levanto las cejas.
—¿Te recito la amenaza de muerte que le hiciste a mis ojos?
—Por tu culpa estoy aquí como un empleado, Jeudy.
—No es mi culpa que las personas creyeran que tú y yo nos acostamos.
Una ola de brisa, que entró por la ventana, me hizo temblar como un gusanillo. Por poco olvidaba que me había dado un baño nocturno junto a Markel.
El pelinegro se levanta y empieza a buscar algo entre las gavetas. Encuentra una toalla y me la coloca encima. Levanto mis manos para intentar secarme el cabello pero me detengo cuando siento como él empieza a hacerlo. Me quedo nuevamente helada.
Este tipo de acciones causan que mi corazón empiece a palpitar como loco. No es normal.
Me levanto de repente. Él se sorprende por mi repentina acción. Me quedo mirándolo con los ojos achinados. Lo apunto con mi dedo y empiezo a caminar hacia adelante, obligándole a retroceder.
—Tú no eres Lee.
—¿Qué?
—Seguramente eres un clon de él y estás intentando hacernos creer a todos que eres él.
Hay un momento de silencio en la habitación hasta que suelta una carcajada, echando su cabeza hacia atrás y cerrando sus ojos. Toca su pecho para poder contener la risa.
El sonido de su risa me causa una sensación desconocida.
Me gusta como ríe.
—Todos los días estás más loca.
—Estaré loca pero sé que no eres el Lee que conozco y estás raro desde esta mañana —Pone sus brazos en jarras y por un momento, al ver sus músculos tensarse, me pierdo. Llamando a tierra a Jeudy—. Te voy a hacer unas preguntas y si fallas... —Paso mi dedo por mi garganta lentamente.
—Bien —responde, calmado.
Empiezo a caminar por la habitación como toda una detective.
—¿Cómo me llamaste el primer día que nos conocimos?
—"Jeudy Marshall, la niña que no conozco y que me acosa"
Esa estaba muy fácil.
—¿Qué fue eso que te hice hacer cuando perdiste la apuesta?
—Me pusiste a bailar el Aegyo.
Necesitaba una más difícil.
—¿Por qué estamos aquí en e campamento como monitores y no como estudiantes?
Dio unos pasos hacia adelante, provocando que esta vez sea yo la que se ve obligada a retroceder.
—Porque nos atraparon en una escena un poco escandalosa.
La salida empezó como a secarse en mi garganta y me costaba cada vez más tratarla.
—Esta mañana... ¿qué hicimos? —Mi voz sonó tosca. Se notaban mis nervios.
—Jugamos golf —contestó, sonriendo. Continuaba caminando hacia adelante.
—¿Y ya?
—Sí. Solo jugamos golf —Frunce el ceño, inclinando la cabeza con un atisbo de desconcierto—. O, ¿hay algo más que deba recordar?
Di un brinco cuando por fin se equivocó.
—¡Ajá! Lo sabía.
—Y después nos besamos.
Así, lo soltó.
No dijo: "me besaste" o "chocamos". Dijo, "nos besamos", "nos", de que ambos estuvimos involucrados. De qué yo lo hice y él lo hizo.
—Hay otra cosa —Continua dando pasos hacia adelante—. Te hice una pregunta que no me respondiste en el momento y espero que lo hagas ahora —Mis piernas chocaron con el colchón de la cama, deteniendome—. ¿De verdad quieres que te lo devuelva?