Hecha de Estrellas

9. Reglas

Estaba guardando los libros en la taquilla mientras Emily y Luke me acribillaban a preguntas sobre lo ocurrido con William. Como imaginé, nuestro beso se hizo eco por todo el instituto y varias chicas me sometieron a un interrogatorio.

     Estamos saliendo fue mi respuesta y noté una chispa de envidia en ellas, como si Wolf fuese propiedad de todas y ahora fuese exclusivo mío.

     —Solo ha surgido. —Era lo mismo que dije a los demás, intentando parecer más tímida que avergonzada—. No sé muy bien como ha pasado, pero ha ocurrido.

     Un remolino de emociones empezaba a formarse en mi estómago: miedo de que mis amigos descubriesen la mentira, curiosidad por ver la reacción de Peter y hambre porque era la hora de comer, pero William no aparecía. Le había escrito donde estaba mi taquilla y que llegara a esa hora para aclarar las condiciones de nuestra relación y así, no tener que toparme con su lengua de nuevo en mi boca.

     —¿Cómo besa? —Emily se balanceaba sobre sus talones.

     —Bien... —respondí cerrando la taquilla.

     —¿Nada más? —cuestionó Luke.

     —Extremadamente bien... No quiero saber con cuántas chicas lo habrá hecho para besar tan malditamente bien.

     Emily maulló como una gata en celo. Pensé que Luke se reiría por lo bajo de manera perversa, en su imaginación todo podía ser el inicio de una película porno; sin embargo, estaba algo serio.

     —Entonces, ¿ya has superado a Peter? —Luke enarcó una ceja muy extrañado—. Lleváis saliendo desde los 15 y sé tu recaída del otro día.

     Lancé una mirada de inmediato a Emily.

     —Solo le dije que vi a Peter muy cerca de ti.

     —No se lo tengas en cuenta, los dos queremos que te recuperes y estés mejor —respondió él.

     Se creó un silencio incómodo, ambos me miraron con un gesto triste. Sentí como un nudo se empezaba a formar en mi garganta. De repente, tuve una extraña sensación de vulnerabilidad y Luke seguro lo habría notado.

     —Puede que salir con otra persona me venga bien y William es todo lo contrario a Peter... —contesté intentando mantener la calma. Esa frase puede que tuviese algo de sentido si no fuese porque todo lo que debíamos tener Wolf y yo era falso.

     —¿Sabes qué? —dijo Em—. Estaba segura de que ni siquiera tú podrías resistirte por siempre.

     En realidad, no hay nada a lo que resistirse. Me resulta odioso.

     —Y hablando del rey de Roma, por el pasillo asoma.

     Moví la cabeza en la misma dirección que Emily y vi a William acercándose. Cuando nuestros ojos se encontraron, su boca formó una sonrisa a lo lejos. Por alguna extraña razón, eso me hizo sonrojar.

     —Hey —saludó dándome un beso en la mejilla.

     Yo apreté los labios ante la posibilidad de que se atreviera a seguir, dejándolos tan cerrados como las piernas de una monja.

     —Holi. —Me fue imposible no sentir al ver la expresión lujuriosa de Luke y los ojos muy abiertos de Emily—. Quería que conocieras a mis amigos.

     —La otra vez no nos presentamos como es debido, soy Will. —Los colmillos aparecieron junto a una expresión encantadora.

     Creo que este chico era capaz de derretir al sol. Noté como ambos se sonrojaron y se pusieron nerviosos por esa simple frase. No les culpé, estar cerca de Will era el equivalente a caminar junto a un león dormido.

     —E..encanto, Luke y ella es Emily. Hemos oído hablar mucho de ti.

     —¿Y qué dicen de mí ahora?

     —¿Es cierto que participas en carreras ilegales? —soltó Emily.

     —¡Emily! —gritamos Luke y yo a la vez.

     Wolf asintió como si nada.

     —¿De coches o de motos? —Siguió ella.

     —Ambos, pero las dejé hace un tiempo —respondió él de nuevo con parsimonia, estaba confesando una ilegalidad con posibles años de condena en prisión—. Ahora trabajo los findes en el Tártaro tocando.

      Intenté procesar rápido la información. Era el mismo club roñoso con camareras exuberantes donde casi tuve que tirarme al suelo y rodar para que hiciera su parte del trabajo. Además, ahora sabía un dato más sobre él.

     —¿Qué tocas? —Fue lo único con sentido a lo que atiné.

     —Depende de la noche —comentó, pero yo no entendí a lo que se refería, aunque tampoco pude profundizar porque pasó su brazo por mi cintura, estrechándome contra él—. Podrías venir la próxima vez a verme y, por supuesto, vosotros también estáis invitados.

     Me tensé al instante. Sabía que debíamos vernos en público y mostrarme cariñosa con él. Coloqué una mano en su nuca, pensé que su pelo podría resultar graso al tacto. Sin embargo, se sentía sedoso.

     —Por mí, bien —miré a mis amigos —. Nenes, tengo que hablar con Will.

     Nos despedimos de ellos, la mano de Wolf aún permanecía en la cintura y eso solo me ponía cada vez más nerviosa, como si fuera una zarpa. Solo quería un momento a solas, aclarar la situación y asegurarme de que ese beso no volvería a pasar. Las miradas curiosas y cotillas estaban puestas en nosotros mientras caminábamos por los pasillos así de juntos, supuse que tendría que acostumbrarme a esa nueva normalidad si íbamos a fingir ser pareja.

     —Relájate —me susurró al oído—. No te haré nada.

     —Vayamos a la azotea.

     De camino él compró un Monster, unas 200 calorías y el doble de la ración diaria recomendada de azúcar, y nos dirigimos escaleras arriba a uno de los lugares más tranquilos y seguros que conocía para hablar de noviazgos falsos. La azotea era un patio hormigonado con pequeñas antenas dispersas por el lugar y un pararrayos, palomas picoteando el suelo y unas barandillas cerrándola. Creo que nunca hubo ningún caso de suicidio, pero si lo único que se interponía de la muerte eran esas barras de metal, pues era poco adecuado dejar la puerta de acceso abierta a cualquier adolescente depresivo con flequillo, ojos perfilados de negro y que le pudiese gustar My Chemical Romance. Efectivamente, no había nadie porque el día estaba nublado y el viento aún era lo bastante frío como para que no apeteciera estar ahí. En el momento en el que supe que nadie nos observaba, me alejé de él.




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