Ir al hospital no estaba en mi lista de tareas. Un guapo recepcionista nos informó de la habitación que habían asignado a Luke. Nos encontramos tanto con él como con Freddy, quien supuse que tampoco había planeado esto en su primer día en Rock Valley. Mi amigo estaba en la cama del hospital, llevaba una bata verde y le habían puesto un gotero intravenoso en el brazo.
—¿Cómo te encuentras, Luke? —preguntó Emily.
—¿Quién es ese Luke? —Su voz sonaba algo grave y arrastraba las sílabas.
—¿Qué? —La cara de Emily era un cuadro.
—Es por los analgésicos —aclaró Freddy señalando la vía.
Intentaba no mirar a Luke de cintura para abajo, ya que temía ponerme a llorar. Aquello no era una simple lesión, dependiendo del ligamento o los huesos... podía ser muy grave y tenía claro que no iba a poder bailar en la obra. Ya no sería mi príncipe.
Me dolía verlos en aquella situación. Habría sido maravilloso poder celebrar aquel San Valentín en otras circunstancias. Sin embargo, incluso hoy en día, hay gente como Lawson. Esto puede que suene demasiado a justice warrior, pero existen pocas cosas más absurdas que insultar o criticar a una persona por querer a otra, independientemente del género de cada una.
Un médico irrumpió en la habitación acompañado por un par de enfermeras y una camilla. Me quedé un poco sorprendida, los tres eran muy jóvenes y atractivos.
—Buenas tardes —dijo el hombre llevando unas radiografías en la mano—. Soy el doctor Avery. ¿Son familiares de Luke Lorenzo Lancaster?
—Amigos y pareja —respondí, ya que era la que estaba al lado del hombre afroamericano. Así de cerca, ese doctor era más hermoso que cualquier estrella de cine.
—Él está en Chicago, dice que acabará una reunión y luego intentará volver en el primer vuelo —respondió Freddy—. Ella está de fin de semana con su profesor de yoga y no da señales.
—De acuerdo —comentó acercándose a mi amigo—. Luke, acabamos de hacerte una radiografía y tienes el ligamento cruzado anterior roto.
Me cubrí la boca para no soltar un sollozo. Emily lucía igual o más conmocionada que yo. Ambas sabíamos lo que eso significaba, una operación compleja donde un bailarín podía salir sin el talento que le abría las puertas de las escuelas de danza y una rehabilitación que le impediría practicar ballet. Incluso pude apreciar como Luke, a pesar de la medicación, había entendido lo que avecinaba.
—¿Qué va a pasar conmigo? —dijo mirando hacia el lado contrario
—Las enfermeras te llevarán a quirófano y yo seré tu cirujano —informó, pero esa no era la respuesta que mi amigo buscaba.
—Y yo me quedaré contigo, siempre. Freddy, luciendo una sonrisa calmada, apartó un rizo castaño de Luke y este último le agarró la mano con una expresión de miedo.
Las lindas enfermeras prepararon la camilla, subieron a mi amigo y nos despedimos deseándole suerte. Cuando nos quedamos los tres a solas, Freddy se derrumbó, dejó de fingir una sonrisa alegre y tranquilizadora justo antes de entrar corriendo al cuarto de baño.
Emily fue la primera en decir algo:
—Va a salir todo bien.
Ella habló más para sí misma, como si intentara llamar al universo y que le cumpliera esa petición. Sin embargo, no somos antenas que proyectan nuestros deseos.
—Nena —susurré para que solo ella pudiera escucharme—. No es la primera vez que Luke se lesiona y ahora con esto...
—Es pronto para saberlo. Si el médico es tan guapo como un buen cirujano, Luke quizás podría seguir con la obra. —Logró musitar.
«La solicitud de San Francisco», pensé y estuve a punto de mencionarlo. ¿Podrían no concederle la plaza en caso de secuelas por culpa de esto? Noté que me pesaba el pecho. Respiré hondo, el dolor de cabeza me estaba taladrando el cráneo e intenté mantener los nervios a raya.
—Vale, vamos a esperar —expresé en un hilo de voz y sentándome en la cama, hice un gesto para que me acompañara—. Estaremos ahí para él.
Emily se colocó a mi lado y sentí cómo pasaba un brazo por mis hombros. No sé cuál de las dos necesitaba más aquel abrazo.
Mi estado de ánimo combinaba con el color de aquel día lluvioso y se potenciaba tanto por la incomodidad natural que genera un hospital como por el dolor de cabeza. Quería ser tan positiva como ella, aferrarme a la idea de que Luke sería mi príncipe y dejar de contagiar negatividad. Al menos había dejado de llover. Nunca voy a atender a las personas que le gusta la lluvia, es agradable solo cuando estás en tu casa con una taza de chocolate 99% negro.
—Es el peor San Valentín de la historia —comentó con un mohín—. Y encima, a mi Derek no le gusta.
—¿No es de los que celebran el día de los enamorados? —Le di pie para que continuara, ya que prefería hablar de cualquier otra cosa mientras esperábamos a que Freddy saliera.
—Dice que es un invento de las corporaciones. ¿Will también es así?
No me apetecía pensar en cierto idiota pelirrojo y menos en aquel momento, no cuando la rodilla de Luke iba a ser abierta y había opinado sobre mi físico. Reclamé mi derecho a estar molesta. Supuse que al día siguiente le vería y solucionaríamos las cosas en persona.
Al fin, Freddy salió del cuarto de baño. Sus ojos estaban rojos y la cara no mostraba nada más que preocupación. Decidimos abandonar la habitación, bajar a la sala de espera y hacer tiempo mientras realizaban la operación. Llamamos varias veces a la madre de Luke, quien al final contestó entre lágrimas que intentaría llegar lo antes posible.
Tuvimos una hora y media para poder hablar con Freddy, intentando matar el tiempo contando anécdotas de Luke. Emily fue la primera en hablarle porque estaba colada y era el único chico en la clase. Luego me lo presentó y descubrí que tenía delante a la misma persona que unas semanas después ganaría al Just Dance en la Wii y se convertiría en uno de mis mejores amigos. A primera y segunda vista, Freddy pasaba todos mis filtros de príncipe azul. A medida que pasaron los minutos, fui consciente de que había olvidado el almuerzo. Nada más llegar a casa, devoraría mi yogur de pomelo con avena.
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Editado: 25.09.2023