Algunos acontecimientos en este punto son algo difusos. Abrí la boca, tragué agua y moví tanto piernas como brazos. Me invadió el terror al sentir cómo me hundía poco a poco. Mi espalda tocó el mosaico en el fondo de la piscina. No podía respirar, sentía el frío envolverme el cuerpo y noté que una fuerza me arrastró hacia abajo.
«Espérame, San Pedro. Voy para allá».
Lo siguiente que supe fue que estaba tosiendo agua con cloro y jadeando en busca de aliento. Alguien tenía los brazos alrededor de mi cintura y me empujó hacia arriba hasta salir a la superficie. Sentía todas las miradas del mundo puestas en mí y puede que hubiese perdido las lentillas.
Giré la cabeza y me aturdió ver que Will me tenía sujeta. Iba a forcejear, pero volví a toser y me entró el pánico porque mi seguridad dependía de él. Me olvidé de cualquier pensamiento racional, envolví las piernas alrededor del pelirrojo y clavé las uñas en su espalda sin contemplaciones. Noté cómo me estrechó.
—¿Es que no sabes nadar? —gruñó de una manera grave y firme.
Negué con la cabeza, ocultándola en el hueco de su cuello. Todo bicho viviente debía estar viendo cómo me disolvía en el agua y en la vergüenza.
Me observó con incredulidad.
—No puede ser... —Will chasqueó la lengua, debí marcar muy fuerte su espalda con mis uñas.
Escuchamos el chapoteo de otra persona al terminar dentro de la piscina, ambos nos giramos y vimos al chico que me empujó antes. Sobre el borde estaba Yin con los brazos extendidos. Este último sonrió y alzó las manos.
—¡Venga, por el Altísimo! —gritó a pleno pulmón y se paseó por el borde de la piscina como si de un escenario se tratase. Luego, se quitó la camiseta—. ¿A qué esperáis? ¡Waterparty!
Yin agarró a Ebony, la chica llena de los piercings, y ambos se tiraron al agua. Hizo que los recelosos se mantuvieran quietos hasta que un par de ellos saltó a la piscina, luego cuatro. Al final, otros diez más.
—Por favor, Wolf —le rogué y apoyé la frente en la suya—. Sácame.
—Tranquila, ya voy. —Sus manos se deslizaron por mis muslos para agarrarme mejor.
Estaba rodeada de músculos mojados. Me sentía ofendida y algo excitada. Dejé de enterrar las uñas en su piel y me abracé a su cuello mientras él nadaba hasta el borde la piscina. Me sentó ahí y tomé una bocanada de aire.
La piscina se llenó en pocos segundos de jóvenes borrachos y en distintos niveles de desnudez, pero a mí me costaba verlos. El escozor de los ojos se hizo insoportable y gemí de dolor. Tuve que parpadear muchas veces antes de poder enfocar. Al menos, no perdí las lentillas. Nada podía ir a peor.
El agua congelada se absorbió en mi vestido y mis bragas. Tampoco llevaba sujetador, así que mis pezones eran evidentes a través de la tela. Coroné ese momento como el más humillante de mi vida. Tuve ganas de chillar, llorar y vomitar.
—¡Aurora! —gritó de nuevo Yin mientras se acercaba a nosotros nadando igual un perrito y salió como una foca de la piscina—. ¿Estás bien?
—¡No! —Fue lo más honesto que dije nunca.
Solo quería desaparecer de ahí y fingir que ese día no había ocurrido. Necesitaba recomponer las piezas que conformaban mi dignidad.
—Nos vamos de aquí —intervino Will.
Fue como si me leyera el pensamiento, pero no sería con él. Me alejé un par de zancadas hasta quedarme junto a Yin.
—No pienso irme contigo —aclaré.
—¿Otra vez? —soltó Will.
Me puse detrás de Yin, quien se interpuso entre nosotros.
—Aurorita —dijo Yin con voz azucarada por encima del hombro—, creo que necesitamos cambiarnos.
—Será mejor que te apartes, Yin —le advirtió Will.
Sin embargo, el pelirrosa se mantuvo en su sitio. Conocía lo bastante bien a Will como para saber que estaba sopesando sus opciones: si valía la pena discutir o golpear a Yin delante de mí.
—¿Qué hablamos de necesitar espacio, querido vikingo? —le preguntó Yin.
Wolf apretó los dientes y nos miró a uno y a otro.
—Te espero en la entrada principal —dijo, intentando mantener la calma.
Yin pasó su brazo por mi hombro y nos alejamos mientras yo temblaba de frío. Nuestras huellas mojadas oscurecían el cemento que rodeaba la piscina, humedecían la moqueta y dejaban sucia la escalera.
—Gracias por lo de antes —susurré mientras me guiaba.
—Ah, no ha sido nada.
—Al menos, no soy la única que está mojada.
Yin abrió una puerta y me invitó a entrar. Era una habitación grande, pero tenía una docena de cajas de cartón desperdigadas. Una de las paredes estaba cubierta con vinilos, en otra colgaba una bandera de Pink Floyd y justo en la contraria tenía un armario empotrado. En una esquina se encontraba un tocadiscos que lucía como un objeto más de adorno que para usarlo. Sin embargo, había una pila desordenada de CDs rallados y discos viejos junto a este. Entendí por qué a Will le caía bien Yin.
—Tengo una cosita para ti —dijo al tiempo que se acercaba a una de las cajas—. Un regalito.
—Dime que es el Neuralizador de Men In Black.
—Ojalá, aunque es una camiseta cojonuda y está seca.
Se arrodilló en el suelo y deshizo el embalaje. Dentro había una gran cantidad de camisetas oscuras, todas iguales. Se podía leer la palabra Ghouls en letras blancas sobre un logo de un zombi con colmillos de vampiro, el cual estaba devorando un cráneo humano.
—Es brutal —canturreó Yin mientras me la pasaba.
—Tiene su encanto... —No hice más comentarios al respecto.
Yin fue al armario empotrado, sacó unos vaqueros elásticos y un par de toallas para que nos secáramos. Estaba lo bastante sobria como para avergonzarme de cada decisión que tomé. Entre ellas, comportarme como una inmadura delante de tantos conocidos de Yin o... utilizar su cama para una sesión de besos y caricias con Will. Encima, me ayudó a minimizar la humillación poniéndose él en ridículo.
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Editado: 25.09.2023