Hecho a tu medida

CAPÍTULO 08. ✺Tengo un buen nombre✺

Nunca un jueves me había parecido el infierno mismo.

Aunque habíamos terminado exitosamente nuestra investigación y yo había hecho el resto de mis trabajos, aquella maqueta se había convertido en un verdadero dolor de cabeza. Toda la tarde había intentado ensamblarla para que quedara perfecta, luego me di cuenta que me había equivocado en los cálculos y debía comenzar de nuevo.

Y si tuviera que confesarlo, estaba llorando por la frustración y desesperación cuando comenzaba a oscurecer. Inclusive reservé un espacio en mi mente dedicado a Aarón, donde lo maldecía por haber salido de fiesta y no cumplir su promesa de ayudarme en la tarea.

Vale, él no sabía que tenía tarea, no se lo había dicho y me había dejado una nota diciendo que saldría un rato. Aunque no especificó a dónde, yo sabía que había salido con sus amigos para festejar que había terminado sus exámenes más difíciles. ¿Cómo lo sabía? Eso había hecho en cada semestre.

—Eres un incumplido, tonto —dije con mi nariz llena de mocos y mis lágrimas escurriéndome en toda la cara. Mis manos pegaron impacientes la pared de aquel edificio, pero, como estaba temblando, no funcionó—: ¡Estoy harta de esta porquería! —grité mientras arrojaba el pegamento y me puse a llorar con ganas.

Si no fuera porque realmente amaba la arquitectura, ya me habría rendido. Intenté calmarme, me limpié la nariz y el rostro, y continué. Aun así, seguí llorando porque ya quería terminar con esto, ya que a partir del viernes hasta el domingo iría a ver a mis padres.

Solté los materiales cuando escuché que la puerta del apartamento se abrió. Me levanté hecha una furia, dispuesta a reñir a mi hermano por no estar conmigo y ayudarme, hasta que noté que no había llegado solo.

Mientras que yo seguía hipando como una niña pequeña, él estaba toqueteando por todas partes a una chica que no reconocí hasta que grité:

—¡¡¡AARÓN!!!

Ambos se separaron de inmediato, dejándome ver el rostro de la muchacha. Tan pronto la vi, supe que era aquella que nos había atendido en la pizzería dos semanas atrás.

—Mara… —pronunció mi hermano, recuperando el aliento. Ocultó tras de sí a la chica, como si creyera que iba a golpearla en cualquier momento. Quizá tenía razón y mi apariencia en ese instante daba a entender eso—. ¿Qué haces aquí?

—¿No es obvio? —Mi voz todavía sonaba nasal y deprimida.

—¿Es… tu novia? —inquirió la chica. Lo curioso fue que no sonaba molesta o culpable, sólo curiosa.

—¡No, no, claro que no! Es mi hermana.

—Ah, la que iba contigo, ¿no?

Él sonrió más calmado y asintió. Aclaré mi garganta, haciéndoles saber que seguía aquí.

—Ah, este… Sonia, necesito hablar un momentito con mi hermana. ¿Puedes…?

—De acuerdo.

Casualmente pasó a mi lado y me saludó, para después irse al cuarto de Aarón.

La señalé mientras mi boca permanecía abierta.

—O sea que ustedes dos… ¿ya ha estado aquí antes?

—Bueno, sí… Pero, ¿qué tienes? ¿Estabas llorando?

Aunque fuera ridículo, esa pregunta sólo hacía que quisiera llorar otra vez.

—¡Pues sí! ¡Mientras yo estoy aquí intentando terminar mi maqueta tú te andas besuqueando con la de la pizzería!

—Se llama Sonia.

Sollocé, cansada.

—Está bien, está bien. Te ayudaré en casa de mamá y papá, pero vete a dormir ahora, por favor.

—¡No! Para empezar, no voy a hacer la tarea en casa, se supone que vamos a relajarnos. Además, no me voy a dormir sabiendo que andas con una chica en tu habitación.

—¿Para cuándo es la maqueta? —cuestionó rendido.

—Para el lunes.

—Bueno, entonces te ayudo el domingo, ¿va? Pero, por favor…

Comenzó a dar saltitos mientras ponía cara de súplica.

Me sorbí la nariz.

—Bueno —accedí—, aun así, no voy a dormir.

—Mara…

—Iré con Lau o algo. No pienso quedarme aquí mientras juegas con esa chica.

—¿Jugar?

—¿No?

Abrió la boca para decir algo, pero prefirió mantenerse en silencio. Sabía que tenía razón.

—¿Al menos lo sabe? —insistí.

—¿El qué?

—Que andas tras otras veinte mientras estás con ella.

Hizo un mohín que no pude interpretar.

—¿Eso qué importa?

—Nada, olvídalo. Me voy.

—Muchas gracias.

Me dio un breve abrazo.

—Me debes un favor, y uno muy grande —le dije en el oído.

—Sí, sí. Y lo pagaré con intereses.

—Más te vale. —Sonreí un poco—. Y que conste, esta es la última vez que lo hago.



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En el texto hay: comedia, amor platonico, romance juvenil y humor

Editado: 28.03.2023

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